sábado, 28 de mayo de 2016



ESPÍA DE GUARDERÍA

Mi amiga Ágata ha sido siempre una descerebrada. Con todo en general, pero especialmente con los trabajos. Ha tenido mil empleos y ninguno de ha durado. Y eso por no hablar de los fantasiosos negocios que ha puesto en marcha. El último por ejemplo, que es de traca.
Todo empezó una noche en que estaba gauaspenado con una amiga que es madre de dos adolescentes que la tienen en un... sinvivir con el tema de los horarios. Le contó a Ágata que estaba tan obsesionada que había llegado a salir una noche a tomar algo con el padre de uno de los colegas de su hijo y habían terminado en la zona que frecuentan los chavales a ver si por causalidad coincidían así en plan mira tú que puñetera casualidad que nos encontremos en este tugurio a dos kilómetros de casa y que tú vayas con tu amigo y yo con su padre.
Todo muy profesional, vamos.
El caso es que como Ágata no tiene ni hijos ni marido ni perrito que le ladre, la confidencia de la madre le dio la idea de montarse una agencia de espionaje adolescente. Pero en plan manazas, que es como ella lo hace todo. Se estrenó con los vástagos de su amiga, y ya aprovechando la ocasión, con el del vecino. De hecho, les hizo tarifa de grupo puesto que pensó que no sería la primera ocasión en que le encomendaban supervisar a más de una persona y era importante que tuviera las cosas bien atadas. Así es que Ágata agarró el sábado a la noche, se vistió de pijorrotón adolescente (que ella es muy fashion, todo hay que decirlo) y se presentó en la zona de bares a la que acudían los hijos de su amiga. Le fue bastante bien puesto que pudo descubrir que el chaval fumaba porros y que la chica se bebía hasta el mistol y se largaba con el primer galán que se ponía a tiro. En cuanto al hijo del vecino, era una pequeña pieza de museo: marrullero, bebedor y amigo de atizarles a las niñas.
Este primer éxito hizo que se viniera arriba y empezó a publicitarse en las revistas. Y le llovieron las ofertas. La verdad es que los padres están obsesionados, pensó, con lo que hacen sus hijos cuando salen de casa. Y como ella no tenía ni vergüenza ni limitación de horarios pues se acabó convirtiendo en una profesional de la materia: se pegaba el fin de semana de bar en bar, bailando regetón y dándole al gintónic. Así que terminaba a rastras, todo hay que decirlo. Que se conserva bien pero a ciertas edades el cuerpo ya no está para esos trotes.
Claro que Ágata tenía, tiene, un defectillo. Y es que le gustan los macizos más que a un tonto un lápiz. Y una noche le tocó vigilar a un pavo de estos de gimnasio lleno de músculos y de tatuajes y ella, por observarlo de más cerca, se le arrimó cuando estaba en la barra y resulta que al niño le molaban maduritas. Y se ha enredado con un pipiolo que la lleva a mal traer. Y los padres, pese a que no es menor de edad, le han puesto una denuncia por negligencia profesional. Y como la agencia de espionaje era pirata pues ya está el lío armado.

En fin… lo de siempre.

Que no le duran nada los trabajos.

#SafeCreative Mina Cb

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