jueves, 28 de febrero de 2013




TAN FÁCIL…
 
Se dejó caer sobre el sillón, incrédula y desmadejada. En su cabeza se mezclaban las imágenes mil veces vistas en la tele de camillas cubiertas con una sábana, de testimonios de vecinos diciendo “No lo entendemos, llevaban toda la vida juntos y nunca les oímos discutir”, de noticias escuchadas como el sonido de la lluvia en los cristales, un ruido inquietante y familiar, con el recuerdo de los ojos de él, redondos y enrojecidos, alienados, enemigos.
Asesinos.
 
Él se había puesto a caminar por el pasillo, ya tranquilo, borrado de su mente el episodio que ni siquiera era consiente de haber vivido, arrastrando los pies y balanceando su oronda silueta, abotargada por el sedentarismo y la medicación. Se acercó a ella y le tendió la mano para acariciarle la mejilla. Ella se zafó rápidamente, asustada y colérica, y él insistió. Le rozaba la cara torpemente, con sus dedos hinchados y nudosos, y ella lloraba, medio de miedo, medio de alivio y medio de ternura. Miró a los ojos a aquel hombre junto al que había pasado tantos años y no vio sino amor. Amor y olvido. Y le tomó las manos, besándolas, bañándolas en lágrimas, mientras pensaba en lo fácil que es matar a una mujer.

miércoles, 27 de febrero de 2013

EL EXCELENTÍSIMO SEÑOR
 
Un enlutado enjambre ocupaba la calleja, impidiéndole el paso. Era el inconveniente de vivir tan cerca de la iglesia más importante, que si era tan importante, se decía, no sabía por qué coño la puerta principal tenía que salir a una calle tan estrecha. Claro que lo más seguro es que el templo llegase primero y el edificio de en frente después. Cosas de los urbanistas, que muchas veces piensan con los pies.
 
Así que, como tuvo que detenerse por obligación, se distrajo mirando al personal. La fauna era variopinta dentro de lo superpijo: nenas con minifalda y medias de rejilla, chavales con vaqueros de marca y expresión de fastidio, mujeres y hombres de mediana edad vestidos de luto riguroso, niños disfrazados de pingüino dándole patadas a una papelera… ojos irritados, rostros compungidos, expresiones de alivio… y un silencio urbano y diplomático, un silencio educado, comedido.
Silencio de duelo, silencio de mentira; silencio de mentes ocupadas en otros menesteres, silencio de páginas que pasan, de libros que se cierran, de ausencias anunciadas.
 
Salió al fin el féretro, aún cubierto con el manto de la virgen que los empleados de la funeraria retiraron antes de aposentarlo sobre las guías del furgón, dejando a la vista un ataúd de un lujo desmedido, en caoba según oyó cuchichear a uno de los deudos, con herrajes metálicos y una enorme cruz dorada sobre la tapa. Un féretro cuyo importe hubiera dado de comer, de eso podéis estar seguros, a toda una familia durante al menos un mes. Desfiló a continuación el cortejo floral, llenando el coche fúnebre con tal cantidad de ramos y centros (lo de las coronas hace tiempo que quedó para los pobres) que no había espacio para albergar tanta vegetación, de modo que algunos de los presentes tomaron sus flores para llevarlas ellos mismos hasta el camposanto.
 
Se vació la calle poco a poco y empezó el desfile de Bemeuves, Audis y Mercedes. Aprovechó para acercarse hasta la puerta, donde aún colgaba de una chincheta la esquela mortuoria. En la foto, un señor con bigote, gafas, gorra de plato y cara de pocos amigos le miró de soslayo. Bajo la imagen, en minúscula, una relación de todos sus cargos, presidencias y méritos varios. Y sobre la foto, y en letras enormes, uno de esos nombres impronunciables seguidos de dos apellidos, compuestos, separados por guiones y enlazados por el “de”. Y el “Excelentísimo señor” como encabezamiento.
 
Lo miró con un poco de pena, podrido de dinero seguramente, ilustrísimo y presidentísimo, pero camino del cementerio. Y con esa cara de disgusto.
 
Polvo somos…

martes, 26 de febrero de 2013




LA CENA DE LOS INFIELES

14 de Febrero. Un año más tocaba cumplir con el enojoso rito de encargar las flores, reservar el restaurante y abrir con cara de sorpresa el horripilante paquete que, sin duda, contenía un carísimo perfume que él sólo utilizaba cuando salían juntos porque, de ordinario, esas masculinas fragancias aromatizadas con maderas exóticas lo acababan mareando una barbaridad. Claro que nunca se había atrevido a decírselo por no decepcionarla. ¡Lo quería tanto!

Él, sin embargo, estaba cansadísimo de ella. Nunca le había gustado demasiado; se habían casado por inercia, como quien conduce obedeciendo al gps, porque era el camino a seguir. Le tenía cariño, sí; pero tardó poco tiempo en darse cuenta de que nunca la quiso. Sin embargo, no se atrevía a dejarla porque estaba seguro que de hacerlo a ella se le partiría el corazón.

Se endomingó con desgana; se sentía incómodo dentro de esa ropa de salir de noche. Pero no podía vestirse de cualquier manera puesto que ella iba siempre al detalle, impecable, moderna y elegante. Una mujer atractiva. Un bombón. Eso sí, bastante insípido.

El restaurante estaba abarrotado; las mesas se habían colocado unas al lado de otras de modo que había que hablar muy bajito para que la pareja de al lado no oyera la conversación. Él reparo de inmediato en los ocupantes de la mesa de al lado: no encajaban el uno con el otro: él era un tipo atractivo y elegante, con estilo. Iba muy perfumado y era evidente que utilizaba algún tipo de cosmética dada la tersura de su piel, impropia de un hombre de la edad que sus manos aparentaban. Ella rondaba la cuarentena y no se había molestado en arreglarse: la cara lavada, unos jeans, un blusón un tanto hippy, un foulard de colores y un manojo de collares de abalorios. Una rebelde y un ejecutivo, tal cual, sin disfraz alguno. Y era evidente por su comportamiento y por las alianzas que ambos lucían en su dedo que llevaban juntos algún tiempo.

La cena transcurrió como de costumbre: uno frente a otro y sin mirarse demasiado; hablaron del trabajo, de los hijos, de los amigos… En fin, de todo menos de ellos. Al terminar, él se levantó para pagar la cuenta y ella, aprovechando que la mujer de la mesa de al lado la hizo incorporarse porque necesitaba pasar para ir al baño, cogió el teléfono del bolsillo de su abrigo y llamó a su madre para saber si la niña ya estaba dormida.

Minutos más tarde ella y su marido se despidieron del hombre de la mesa de al lado, que esperaba aún a su compañera.

Y salieron por la puerta sonrientes, ilusionados, los ojos brillantes, una mano enlazada a la del otro y la segunda en el bolsillo, apretando fuertemente el móvil donde cada cual había memorizado, en clave, el número de su nuevo amor.

lunes, 25 de febrero de 2013




MI TÍA GALLETA

Mi tía Galleta es casi como Platero: pequeña y frágil en apariencia pero fuerte por dentro, como el acero. De hecho, llevan haciéndole operaciones a corazón abierto desde que yo tengo uso de razón y no me sorprendería en absoluto que nos entierre a todos, cosa ciertamente meritoria en una familia de la robustez de la mía.
 
Yo, personalmente, creo que esta resistencia física se la ha otorgado la Virgen en alguna de sus visitas.
Sí, sí… Porque mi tía Galleta ve a la Virgen. No es que ella se dirija a un lugar concreto donde sospeche que la misma pueda aparecerse muy de tarde en tarde y que tenga la enorme fortuna de coincidir con ella, no…
 
A mi tía Galleta la Virgen se le aparece a domicilio.
 
Ignoro si ella antes hace algún tipo de invocación, se toma un par de copas de anís o marca el número de Televirgen, pero el caso es que se le aparece… ¡¡¡¡¡Y le cuenta cosas!!!! Y le entrega medallas bendecidas que luego va regalándonos a todos. Hace unos años le contó que el agua de los ríos iba a ser envenenada y ella, en lugar de llamar a Pedro Jota, que es lo que hubiese hecho yo, lo comentó sólo en sus círculos más íntimos con el fin, supongo, de que únicamente unos pocos escogidos nos librásemos de los efectos de la plaga.
 
Y es que mi tía Galleta es así, auténtica e inimitable, entrañable y esponjosa como su propio nombre indica. De hecho, creo que es la única de mis tías que todos los años se acuerda de felicitarme por mi cumpleaños. Eso sí, con una semana de retraso. Pero es igual; se lo perdono porque es mi tía favorita y, porque, al fin y al cabo y como ella dice, todos los santos tienen novena.
Incluso el mío.
 
Que no voy a ser yo menos que la Virgen.

viernes, 22 de febrero de 2013




EL MAR DEL POETA

Nació, como él mismo dejó escrito, en el Sur, y pasó su juventud en tierras castellanas, donde conoció a la mujer que fue el amor de su vida, quizá porque ese Dios en el que creía de una forma un tanto peculiar se la arrancó de los brazos demasiado pronto, antes de que el paso de los años los pusiera al corriente a cada cual de los defectos del otro y su relación se convirtiera en una monotonía como tantas otras, como la nutrición, el aseo o el trabajo, y el recuerdo de esa niña angelical y dulce se viera agriado por el rancio sabor de la rutina. Y allí quedó la triste, la núbil Leonor, el olmo seco enraizado en la Soria adusta y fría a la que tanto amó el poeta. Como amó la luz de su Sevilla, alegre e irreverente, y como amó los ocres castellanos, que tiñen el otoño de nostalgia y de color. Y como debió sin duda amar los tientes rosáceos del cielo de Collioure, la villa marinera que le vio morir, de ausencia y de tristeza, cuando el despropósito de esa triste, terrible, sanguinolenta aventura de una guerra en la que los vencidos tenían a veces el derecho de vivir pero jamás el de pensar, le empujó a huir, como un proscrito, de un país que volvía la espalda a sus poetas.
 
Y pasó Machado los últimos años de su existencia ante este mar, el mismo que bañaba las costas de la tierra que un día le vio nacer, el mismo Mediterráneo que nutrió a su patria de cultura, de genios y de bárbaros, de intelectuales y de guerreros. El mismo mar. El mismo sol. El mismo cielo. 
 
En tierra ajena.

jueves, 21 de febrero de 2013




EL GENIO DORMIDO

Duerme el alma después de tantos años
olvidado el talento,
reducidos los sueños a un puñado de escombros
“Del salón en el ángulo oscuro...
 
¡Despierta!
¡Levántate y anda! ………. "
(¿dónde he oído yo eso...?)
 
Duerme el arpa, y a su lado,
ronca el laúd, dormita el contrabajo
y la guitarra eléctrica bosteza,
el chelo se atiborra de calmantes,
la mandolina se está fumando un chino...
y hasta el pobre Luis Cobos se mesa los cabellos.
 
El lápiz se hace el tonto y los pinceles
esnifan aguarrás a todas horas
y de pintar ya casi ni se acuerdan…
el difuminador se ha caído al agua
y entreflota, deshecho en virutillas
mientras canta corridos la reseca paleta.
 
La pluma y el teclado están de morros
pensando seriamente en el divorcio…
Se han cansado del juego las ideas,
la inspiración ha huido a Punta Cana
llevándose millones a porrillo escondidos
en latas de leche condensada.
 
¿Dónde fue a parar el genio que dormía en el fondo del alma?
Lo vieron -dicen- disfrazado de Armani
de figurante en una película de Spielberg
enarbolando la enseña de la libertad, barras de bar y estrella embotellada
ocupado en la caza de una manada de indias de la India
indigentes y viudas, que habían pedido asilo político
porque no querían ser incineradas en vida, como manda la tradición.
 
Lo vieron, dicen, saliendo de un after, los ojos como platos
puesto de todo hasta las mismas trancas…
Se había fundido la pasta del Planeta
en una de esas garitas de apuestas que ahora se han puesto de moda
y están por todas partes, como antaño
lo estuvieron los videoclubs, los locutorios,
los centros comerciales atestados de gente.
 
Lo vieron, dicen, al genio, surcando con su alfombra
el cielo de Madrid por la Gran Vía
acompañado de una hurí morena
con la que iba jugando al tres en raya…
 
Ay, el genio dormido, pobre Bécquer,
el genio incomprendido, el genio culto,
el genio inteligente, el genio honesto…
 
El eterno y durmiente oculto genio.

lunes, 18 de febrero de 2013





EL DUENDE Y LA ROSA

Todo estaba tranquilo en apariencia…
pero el duendecillo lo sabía:
el azul duendecillo de azules orejas
(azules como el mar, azules como el cielo),
el azul duendecillo de ojos saltones
quiso divertirse.

Todo estaba en calma, parecía…
todo estaba perfecto, calculado…
todo estaba cubierto por un velo;
velo verde esmeralda…
velo verde mentira.

Y el azul duendecillo de mente despierta
con sus ojos traviesos leyó bajo el velo…
Y el azul duendecillo de rápidas manos
con sonrisa malévola, lo levantó:

Bajo el diáfano velo de verde mentira
que el azul duendecillo arrancó de improviso
apareció un ramo de fragantes rosas…
Rosas que eran rosas como un sueño feliz;
rosas que, al principio solamente olían
y luego embriagaban con su aroma rosa…
Rosas sin espinas en sus rosas tallos,
rosas sin abejas en su rosa flor…

Pero el duendecillo, incorregible gnomo
quiso divertirse por segunda vez…

Ya no puso un velo verde de verde mentira;
puso un manto negro, como negra noche,
como negra muerte, como negro fin…
con crespones rojos como roja sangre
(rojo es el peligro, rojo queda el mar
cuando el sol lo besa para abandonarlo…)

Bajo el manto negro de crepones rojos
(el manto de sangre tatuada en el fin)
a la rosa rosa le faltaba el aire,
la luz, y algún pájaro que la requebrase…

Y a la rosa rosa espinas le salieron,
su tallo era verde, como la mentira…
Se fue marchitando muy poquito a poco
y de sus heridas manó sangre roja…
Sangre que anunciaba su negro final
que llegó muy tarde, pero muy deprisa.

Y este ha sido el cuento, pero algunos dicen
que tras las cortinas acecha en silencio
el azul enano de ideas azules
(ideas azules, como son los sueños)…
Y cuentan que teje en su mente incansable
un plan que permita desmembrar el velo…
Porque, se comenta, que bajo sus hilos
la rosa agoniza…

……………..Pero aún no ha muerto.

viernes, 15 de febrero de 2013



LA CHICA DE LA ESTACIÓN

Era un frío atardecer del mes de diciembre en una ciudad del Norte. Ella estaba sentada en un banco cercano a la estación y en seguida reparó en aquél muchacho de aire distraído que se aproximaba arrastrando ruidosamente sus zuecos, de distintos colores a causa más de la escasez que del despiste. Él vagaba, haciendo tiempo hasta la salida del tren que le llevaría rumbo al Sur para pasar las fiestas de navidad con su familia. Acabo fijándose en la chica; faltaba bastante tiempo para su partida y decidió acercarse, sentándose a su lado. 
Ella, le contó, regresaba a su casa en la capital tras una fallida aventura con un novio extranjero tras el que había corrido hacía un tiempo traspasando las fronteras del país y del decoro. Ahora, fracasado su intento, se enfrentaba al más cruel de los castigos, que es el de tropezarse con la rigidez del “te lo advertí” que indefectiblemente acompaña siempre al retorno al redil de la oveja descarriada. 

La noche era heladora; al chico le dio un poco de pena esa mujer desamparada, perdida, esa Juana de Arco a punto de encontrarse con la Santa Inquisición, y la invito a un café. Los dos perdieron el tren aquélla noche, y compartieron cama, que no cuerpos, en el cuartucho de estudiantes donde el muchacho se alojaba. 
A la mañana siguiente se despidieron en la estación y cada cual siguió su camino. 

 El azar le llevo unos años después, ya terminados sus estudios, a la calle donde ella le había dicho que vivía. Le pudo la curiosidad y buscó el inmueble. Llamó al timbre. Una mujer le respondió. En efecto, la joven no le había mentido; había vivido allí hasta hacia algunos años: exactamente hasta el día en que decidió arrojarse al vacío desde la ventana y terminar con todo.

jueves, 14 de febrero de 2013



AMOR 

Se no escurre a veces el amor 
entre los dedos; 
se nos resiste, y mientras tanto va
pasando el tiempo. 

Se nos disfraza a veces de amistad 
el embustero; 
otras de fuego y carne, y las peores 
de angustia y miedo. 

Nos atrapa el amor, nos obnubila, 
nos vuelve ciegos; 
nos envuelve en su esfera de color:
todo es perfecto. 

 Nos tiene media vida dando vueltas 
como unos memos 
a la busca de príncipes azules, 
ninfas de cuentos… 

Y corremos tras él como dementes, 
como posesos, 
como almas que lleva el diablo, como niños 
tras caramelos 


♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥ 

Amor no son princesas en azul 
ni héroes guerreros, 
amor no son arqueros regordetes 
surcando el cielo… 

Amor no es una rosa, un corazón, 
no es un “te quiero” 
apresurado y casi a quemarropa 
cada Febrero. 

Amor son tus palabras en mi oído, 
son tus silencios, 
son tus manos amantes y encendidas 
sobre en mi cuerpo. 

Amor son, además, los platos sucios, 
friegas y seco: 
amor es compartir la realidad… 

Amor es eso

miércoles, 13 de febrero de 2013

 


CIBERPLASTAS

 -“Ola wapa… tengo una korazonada. He bisto tu foto y se ke heres la mujer de mi bida. Kuando kedamos?”- decía el fulano, un tipo seguramente barrigudo e impotente que exhibía una imagen prestada (puede que un modelo publicitario, ella estaba poco puesta en esos temas) con loock Braveheart y en cuyo perfil hablaba de su pasión por la noche, la lencería femenina y el mundo del motor” 

Se aguantó las ganas de contestarle, para qué perder el tiempo con un tipo que seguro que era incapaz de descifrar el contenido de una nota sin faltas de ortografía, qué vulgaridad… Pero el hombre era de esos que, además de tener muy claro que son la reencarnación de Cary Grant, son pesaos como Juanico, el del chiste de la petaca. Y al día siguiente se encontró otro mensaje. 
 -“ké pasa, no soi lo vastante wueno para ti, princesa?”… 

Vaya- se dijo- qué sorpresa... conoce la palabra princesa… será por lo de la marca de bragas. 
Y siguió ignorándolo. 

En el siguiente mensaje el patán descubrió del todo las cartas: 
- “mira, bonita, lo uniko ke kiero es echarte un polbo, asi ke dame tu telefono y dejemos de perder el tiempo… una tia de tu edad no suele tener muxas oportunidades de ke le alegren la vida… y llo la tengo mui gorda... la poya, digo” 

 “Bueno...- le respondió al final- te cuento lo mío para que veas que soy igual de directa... tengo 16 años y me he inscrito con nombre y edad falsos. Me acabo de escapar de casa y estoy buscando un lugar donde vivir, que estoy dispuesta a pagar con favores sexuales... soy buena puesto que llevo desde los 11 dale que te pego con mi padre y mis seis hermanos… Vamos, que soy como Blancanieves… de hecho, mi padre está casado de segundas de modo que la mujer era mi madrastra. Y yo también tengo una corazonada contigo" 

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 “lo siento, wapa… yo no pago por sexo”- fue su último mensaje

martes, 12 de febrero de 2013



SEGUIRTE DESCUBRIENDO 

Me he aprendido tu cara de memoria 
como aprendí los mapas en la escuela: 
cada rasgo, 
cada gesto, 
cada palabra que se esconde dentro… 

He alumbrado las sombras de mi vida 
con el fuego que emana de tus ojos: 
ya no hay llanto, 
ya no hay miedo; 
ya no hay espacio ni para los celos… 

El reloj me ha cogido por sorpresa 
convirtiendo las horas en minutos: 
sin notarlo, 
sin creerlo,
sin saber lo que estaba sucediendo… 

Me he sorprendido enamorándome, 
compartiendo por ti mi independencia: 
no pensando, 
no temiendo; 
no acatando el más sacro mandamiento… 

Me has enseñado a amar de otra manera 
cuando el amor me parecía absurdo: 
con desenfado, 
con sentimiento; 
con ganas de seguirte descubriendo.

viernes, 8 de febrero de 2013



LAS ALMAS DE LOS AMANTES

“El corazón tiene razones que la razón ignora” (Blas Pascal)

Eran como Romeo y Julieta… como don Juan y doña Inés… como los amantes de Teruel: perfectos, complementarios, idóneos, ávidos de amor. Incluso compartían un pasado anegado de amargura, de fracasos, de engaños… de venganzas.

Eran tan similares que lo suyo no fue conocerse: fue adivinarse. Fue proyectar su imagen el uno sobre el otro, encaje prefecto, simetría matemática. Sus ideas, sus pensamientos, sus ambiciones… sus deseos ocultos, sus temores y esperanzas… Todo compartido.

Pero el destino es caprichoso, y la fatalidad los había situado a una enorme distancia uno del otro. Acariciaron durante un tiempo la esperanza de encontrarse, hicieron planes, soñaron juntos… Lo dispusieron todo: el dinero, el transporte, el calendario…
Pero la realidad impuso sus normas y ella se encontró sola en el aeropuerto, esperándole en vano, desconcertada y hecha un mar de dudas, un océano de lágrimas, un universo de frustración.
Marcó su número una y otra vez: un mensaje impersonal, de voz metálica, le anunciaba que aquello era el fin. Le mandó mil mensajes, intentó contactar con él durante semanas… Pero de nada le sirvió. Él había decidido olvidarla, ser adulto, dejarse de quimeras: borró sus correos, bloqueó sus cuentas, rompió sus fotos, dejó de escuchar sus canciones, se deshizo de sus regalos…

Y continuó con su vida.
Y ella lo mismo.

Durante el día siguen adelante, visión de túnel, dirección asistida… inmersos en sus quehaceres, en sus obligaciones… en la cotidianeidad, que no es sino un bálsamo de efecto pasajero para los espíritus atormentados por la duda.
Por la noche, cada uno intenta entregarse al sueño pensando en el otro, sin sospechar siquiera que mientras sus cuerpos yacen estáticos, infelices, sus almas les abandonan y corren la una al encuentro de la otra, atravesando la distancia que ellos fueron incapaces de salvar, venciendo al miedo que les paralizó.
Y pasan la noche en vela, estelas de humo que surcan los cielos, que viajan en libertad, que se aman en silencio, pesarosas, sin poder tocarse… y que al amanecer se separan, gozosas y nostálgicas, y vuelven a introducirse dentro de sus cuerpos mortales, cobardes…
… desdichados

miércoles, 6 de febrero de 2013



LA CAJA DE ZAPATOS 

 No eran unos niños. Ninguno de los dos. No era la primera, ni la segunda, ni siquiera la tercera vez que intentaban la aventura del amor; por eso les sorprendió tanto que este sentimiento que los pillaba tan a trasmano, tan tarde, tan de vuelta, los atrapase con tal fuerza, llenando sus vidas y sus corazones de una energía, de una calma, de una plenitud que nunca antes habían conocido. 

Es por ello, debido a la sorpresa y a una cierta desconfianza sin duda debida a la acumulación de experiencias negativas, que les parecía mentira que aquello fuera tan perfecto, y pasaban horas hablando de lo inesperado de su encuentro, y de lo insólito de su mutuo entendimiento; de ese adivinarse, de esa sensación jamas experimentada de haber llegado, por fin, y tras saltar un sinfín de vallas, al final de la carrera. 

Pero ella desconfiaba un poco de el pasado de él, que habia sido un poco calavera, y siempre le acababa reprochando que tarde o temprano se cansaría de aguantarla. Pero él estaba tan seguro de quererla que, sin decirle nada, cogió una caja de zapatos y allí fue metiendo prendas de su amor: fotos abrazados, sonriendo, regalos cursis de los que sólo se ofrecen al principio de una relación, tickets de los restaurantes donde se encontraron las primeras veces… esas reliquias que componen una vida. Lo fue atesorando todo durante muchos amos. En silencio. Mientras ella le seguía haciendo el mismo reproche cada día. 

Un tarde tuvieron una gran disputa; una disputa enorme y violenta ; una de esas disputas absurdas que empiezan por una tontería, porque realmente, y excepto la erosión del paso de los años, nada ensombrenció jamas su relación, salvo estas disputas absurdas que el orgullo convertía en batallas campales y que en el pasado habían sido capaces de apaciguar. Ella sacó la maleta del armario y empezó a llenarla precipitadamante. Él la contemplaba en silencio. Cuando estaba a punto de cerrarla, se acercó con la caja entre las manos y se la colocó delante. 
Te olvidas esto – le dijo. 

Abrió la caja delante de ella, mostrándole las flores secas, las fotos abrazados, los posavasos de los bares, los envoltorios de los regalos que se habian hecho. 

Ella lo miró, atónita y desconcertada: toda una vida que él habia atesorado en aquella caja de cartón a la espera de una de sus explosiones de cólera; a la espera de aquél momento. Lo miró. Tenía tristeza en la mirada y una sonrisa en los labios. 

Se acercó despacio, mirándole de frente, y se tropezó con los ojos que la habían hechizado hacía tanto tiempo y que ni por un momento habían dejado de mirarla con dulzura, con devoción acaso. 

 Y ya no se marchó.


AMANECER 

 Al amanecer, 
cuando el sol asoma con un nuevo brillo, 
cuando el aire es limpio aún,
cuando aún no hay ruidos, 
cuando todavía duerme la cuidad, 
cuando apenas despiertan los pájaros, 
cuando el rocío moja la mañana fresca… 

Al amanecer; 
el mundo todavía puro: 
un hombre sale a la calle con su bolsa al hombro, 
una mujer que pasa con el pan, 
un gato callejero… 

Al amanecer; 
el borracho que se tambalea camino de su casa, 
el muchacho que estudia junto a su taza de café, 
la niña que llora a su amor perdido aquella noche, 
el quinqui que acecha, ya sin entusiasmo… 

Amanece: despierta la cuidad, el sol asoma, 
el aire va perdiendo su frescura,
los niños van corriendo hacia la escuela, 
los talleres comienzan su jornada… 

Y allá, a lo lejos, 
ajeno a ese tropel de gente y humo 
un niño viene al mundo… 

Y allá, en un cuarto oscuro, 
ajena al día, que surgió de nuevo...
una persona ha muerto.


APRENDIZAJE 

Quise correr sin saber andar, 
quise morir sin haber nacido, 
quise nadar sin saber flotar, 
quise llegar sin haber salido. 

Quise reír sin saber llorar, 
quise odiar sin haber querido, 
quise callar sin saber hablar, 
quise ayunar sin haber comido. 

 Quise volar sin aterrizar, 
quise escuchar sin tener oídos, 
quise temer sin saber gritar, 
quise sentir y perdí el sentido. 

 Ahora ya es tarde para llegar 
hasta el principio de mi camino. 
 Ahora, por fin, aprendí a volar 
y, cuando algo me asusta… grito.