miércoles, 28 de febrero de 2018

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CIRCUNLOQUIO

No es que no me interesen

(entiéndeme)

los fondos de pensiones
o la situación del país en su contexto histórico,
geográfico

o incluso religioso

o todas aquellas circunstancias
de vital importancia para nuestro futuro
y el de nuestros descendientes

cuya solución pasa tan solo
por poner una bomba en el congreso

y otra en la sede del FMI

(y otra en la Casa Blanca
y otra en el Pentágono
y otra en la ONU
y otra en cada pozo petrolífero
y otra en cada fábrica de armas...

una masacre, en fin,
por la que los responsables serían duramente castigados
pero que dejaría
-pienso yo-
bastante bien al mundo)

No es que yo sea una indocumentada
incapaz de seguir una conversación
acerca de materias de cierto calado cultural
social
científico

medioambiental incluso.

Simplemente hace tiempo
que decidí vivir en mi planeta
(como la abeja Maya)
permitiendo que gire el universo
y sin interferir
en el devenir de los eventos cósmicos

puesto que soy consciente de mi condición
de elemento caduco,
de anodina partícula,
de intrascendente ser cuya existencia
ha de ser ignorada
por las generaciones que me sucederán.

Es por ello que a veces
cuando tratas cuestiones baladíes

como la crispación o el caos
hacia los cuales la clase política nos ha ido conduciendo

yo me encojo de hombros
y miro al horizonte

y pienso
(sin decirlo):

¡Qué diablos!

¿Y si hablamos de amor?

#SafeCreative Mina Cb

martes, 27 de febrero de 2018

La imagen puede contener: bebida 



RECTO Y ROSA PALO

El otro día fui a una tienda de cosas hippies a buscar un regalo para una amiga. Encontré un pañuelo muy mono y mientras lo pagaba vi, detrás del mostrador, un vestido rosa palo de verano, chulísimo, de tirantes, recto y con un volante abajo, que parecía llevar mi nombre en la etiqueta. La dependienta, muy sagaz, lo descolgó de la percha y yo lo miré extasiada, sin atreverme a preguntar el precio (las tiendas hippies suelen ser caras de cojones) y pensando que si un día me sentía deprimida me daría un homenaje.

Pero creo que no lo voy a hacer. Ni aunque mi desánimo roce el atracón de barbitúricos. Ni aunque lo rebajen hasta un límite irrisorio. Ni aunque me lo regalen en la tienda.

Y es que ese vestido tiene lo peor que para mí puede tener una prenda. Y es que está de moda. En los últimos días, y desde que en los escaparates comenzó a asomar la primavera, los vestidos de tirantes rosa palo son un virus. Una invasión. Una obsesión tenaz y omnipresente. Los venden en todas partes y de todos los diseños: clásicos, modernos, punkis, superpijos... En fin, que si me lo compro voy a ser como una oveja en medio del rebaño. Pero sin marcar, que aún es más anodino. Pero lo que es peor es que, como este año se me antoje comprarme un vestido, qué se yo, amarillo, no voy a encontrarlo. Da igual que revuelva el cielo con la tierra. O amarillo o entallado. Por no hablar de amarillo y entallado. No va a haber manera. Este verano todo va a ser recto y rosa palo. Me lo veo venir. Vamos a acabar del rosa palo más hartos que un campo de cerezos. Y lo peor no es eso. Lo peor es que el año que viene se pondrá de moda el amarillo y el ir de rosa palo se considerará de horteras. Y teñir de amarillo el rosa palo no es tarea fácil. Y menos en prendas veraniegas, donde el tejido tiene poca consistencia y como te pases un poco con al temperatura del agua la primera vez que te lo pongas y te enganches con algo te quedas como Katharine Hepburn en “La fiera de mi niña”. Pero sin el Cary Grant cubriéndote la desnuda retaguardia.

En resumidas cuentas: que si en los próximos meses te espera algún acontecimiento del que debas ser protagonista, ni se te ocurra elegir ese color. Porque vas a pasar más desapercibida que un nazareno en una convención del Ku Klux Klan. Tanto si comulgas como si te gradúas como si casas a un pariente. Y ya ni te cuento si se trata de una boda y eres tú la novia.

Porque como te descuides tu chico le acaba poniendo el anillo a su prima la lesbiana.

#SafeCreative Mina Cb

lunes, 26 de febrero de 2018

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¡¿DE COBARDES?!

No sé cómo hay quien puede decir que correr es de cobardes porque yo, la verdad, he visto gente ingresada en plantas de medicina interna de hospitales con mejor aspecto.

¿Cómo se empieza con esto, pordiosss? ¿Es responsabilidad de la familia? ¿De la sociedad? ¿Del sistema educativo? ¿Del culto al cuerpo? ¿De los profesores de gimnasia? ¿De un trauma infantil? Porque esto no es ni normal ni de recibo, dada la evolución. Que vale que hubo un tiempo en que correr era necesario, en la Edad de las Cavernas, cuando se iba a la caza del bisonte y si el bicho se mosqueaba pues había que salir por patas. O en épocas de guerras y catástrofes... ¿pero ahora? Que alguien me explique qué sacan corriendo. Así quiero decir. Con ese desafuero y esa desesperación. Y esa angustia en la cara, que a algunos dan ganas de echarles un cubo de agua por encima y luego llevártelos a casa, ponerles una olla de cocido y después meterlos en la cama hasta el día siguiente.

Y es que eso no puede ser bueno para la salud. Porque si lo fuera no tendrían ese aspecto. Ni necesitarían llevar tanto artilugio, que algunos parecen conejillos de indias de la Nasa. Que van con la cinta en el pelo, la tirita en la nariz, la banda con el contador de pulsaciones y el móvil enganchados del antebrazo y luego la barba de hipster o las melenas heavys... que no les pegan nada con tanto perifollo, la verdad. Tanta ingeniería deportiva y luego lo joden todo desaerodinamizando el conjunto con los pelos. Si uno se coloca todo eso ya puestos se afeita hasta la pelusilla del ombligo. Que ya vale de tanta tontería.

Pero a lo que voy, que me despisto. Que no puede ser bueno. Y no solo por el aspecto desmadejado y sudoroso, sino por la respiración. Que hay algunos que jadean de un modo que cualquiera diría que están a punto de alcanzar el orgasmo mientras se la cogen con una llave de perro. Que como los lleves detrás, y según por donde vayas, los puedes confundir con un maníaco y llevarte un susto de muerte. Y a mí, si me caigo redonda, que ni se le ocurra hacerme el boca a boca. Prefiero dormir cien años, como la del cuento, y despertarme cuando ya no esté el Rajoy. Aunque quien me dé el beso sea una de las hijas de la Leti. Pero de que me toque un tío de esos nada. Que lo mismo me pega el vicio y eso tiene que ser muy malo. Que luego dicen de los que hacen puenting o se tiran en paracaídas. Pero al menos esos, al llegar a tierra, gritan de emoción y no se trincan de golpe un litro de agua y luego caen al suelo como fardos que es lo que hacen los korrikolaris.

Que no, que no...

Que eso no puede ser bueno.

#SafeCreative Mina Cb

domingo, 25 de febrero de 2018

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MODERN LOVE

21.35
(última vez hoy a las 21.13)

Esta mañana te marchaste de improviso
y ahí se quedó,
colgando,
mi último mensaje
que data de las 13.34.

Y yo he supuesto
que era un asunto de trabajo
o que se te agotó la batería
porque me consta que no ha llegado a tu teléfono
hasta,
por lo menos,
las 14.25,
que es cuando yo me he conectado
y he visto el doble signo,
todavía en negro.

Y sé que lo has leído entre esa hora y las 15.07,
momento en que los signos
ya no eran negros sino azules.

Y ahora son ya las 21.37
y hace siete minutos andabas por aquí
haciendo a saber qué.

Sé que eres tímido y que no te gusta ser pesado
y yo tampoco quiero aturrullarte
(vaya par…)

Pero te echo de menos.
Y pienso en preguntarte cualquier cosa
relativa a esas mil naderías que tenemos entre manos…
Y al fin no me decido.

¡Y zas!
Como un milagro
se da la coincidencia:
la barra superior anuncia “en línea”
debajo de tu nombre.

Y espero
sin atreverme a teclear una palabra
a que el rótulo me sea favorable
y al fin
aparezcan las letras
“e-s-c-r-i-b-i-e-n-d-o”

#SafeCreative Mina Cb
Inma Benítez
#poemasdeamor.

sábado, 24 de febrero de 2018

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ÚLTIMOS CARTUCHOS
(un soneto para quienes están de vuelta)

No te voy a pedir, a estas alturas
que me llenes la casa de regalos
ni que te lleves los recuerdos malos
de etapas más románticas y duras.

No espero que me colmes de fortuna
ni que me mandes flores al trabajo
ni que me hagas requiebros a destajo
ni que me hables de amor bajo la luna.

Tranquilízate, pues, donjuantenorio
que creo yo sentir la misma grima
de la que sientes tú por el casorio.

Quitémosle a Cupido lo accesorio
y saquémosle chispas a esta estima...

Que ya poco nos queda de jolgorio.

#SafeCreative Mina Cb
Inma Benítez
#poemasdeamor.

viernes, 23 de febrero de 2018

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 HOLGAR

Cuesta a veces horrores arrancar,
ponerse en marcha, desentumecer
que dé orden el cerebro de mover
y el esqueleto quiera ejecutar.

Son momentos de holganza y bienestar
en los que nada puede suceder
y el tiempo se desliza sin saber
la estación en la cual ha de parar.

Y es que no hay como honrar a la salud
sin que medien vergüenza o contricción
haraganeando con solicitud.

Que cuando la pereza es una opción
puede incluso llegar a ser virtud
y evitar un ataque al corazón.

#SafeCreative Mina Cb


jueves, 22 de febrero de 2018

La imagen puede contener: una o varias personas 


 DON'T SMOKE

Pues nada, oigan... que yo me acabo de enterar pero me parece estupendo. Que ya vale de que la gente vaya por la vida haciendo lo que le salga del meñique. Que hasta ahí podría llegar la cosa. Y que las autoridades están para velar por nuestra salud. Y para prohibirnos cosas. Pero por nuestro bien. Que somos una panda de gilipollas que no saben cuidar ni de sí mismos. Y para eso están ellos. Los ministerios y los departamentos y las autoridades competentes en sus distintas competencias. Que bravo por eso de multar a la peña por ir con los auriculares por ahí. Que luego te atropellan y haces como los yankis: empapelar al conductor en vez de joderte por haberte dejado arrollar yendo a lo tuyo, escuchando al Bunbury versionar a Raphael. Y no. Que por la calle hay que ir a lo que se va. Ni música ni hostias. Y mucho menos pararte a mirar a un chorbo que esté bueno. Que lo mismo lo toma por acoso. Aunque al pobre no le harían ni puñetero caso por ser hombre. Pero que no vamos a la igualdad sino al despiste. Que es lo que pasa con el tabaco. Que despista y contamina el habitáculo. Y no se puede consentir. Que a ver quién es cada cual para decidir en dónde pudre sus pulmones. Que para eso está la DGT, que sabe mogollón. Y por eso lo sancionan y lo desaconsejan. Que no lo prohiben. Que prohibir es palabro un feo. Y además que ya nos prohibieron sacar los pies por la ventanilla y conducir en chanclas. Que no lo entiendo siempre que uno no lleve calcetines, que entonces sí que es prohibible, sancionable y hasta fusilable. Pero es que lo de fumar no lo comprendo, señor juez. Y en un habitáculo privado. No entiendo que el fumador se haya de resignar a la aparición de un área de servicio. Que lo mismo se estresa y se mete un galletón de espanto y se lleva a una familia numerosa por delante. Que he sido fumadora y sé de lo que hablo. Y luego, ya se sabe... el interior del garito del área de descanso ni pisarlo. A la puta calle en pleno enero. Y sin excusas, que el fumeteo no es justificable ni como remate a un caliqueño adolescente. Que hasta eso terminarán por prohibir. Que ya me veo yo a la autoridad del ramo aporreando la ventanilla empañada y soltando con voz grave eso del holabuenasnocheslesimportaríadecirnosquéestánhaciendo. Y los acusados, atónitos y en bolas, rojos como tomates y tapándose con lo primero que les venga a mano. Y los agentes tomando nota de las dimensiones y de la postura. Para el informe, claro. Y abroncando a los chicos por no usar preservativo. Y metiendo la nariz a ver si huele. Que a falta de perros, y para las comprobaciones pertinentes, la pituitaria de un agente basta y sobra. Y llevando más lejos la investigación si es necesario, abriendo el cenicero para comprobar su contenido (la policía no es tonta, que investiga... si ven colillas saben que has fumáo). Y haciendo soplar al conductor, ya por si acaso. Y si da positivo sacándolo en pelotas del buga y sometiéndolo a una tabla de ejercicios. Y luego extendiendo la receta y comentando eso del mireustélosientoperoleinmovilizamoselvehículo. Y la parejita teniendo que llamar a alguien para que los recoja... En fin, que menos mal que los padres de ahora son más tolerantes que los de mi época y dejan que sus retoños se encierren el el dormitorio del domicilio familiar con su churri que si no menudo plan. Porque ya se sabe, aquí la justicia no se anda con chiquitas. Y como se apliquen con esta clase de delincuentes como lo hacen con los políticos que cometen fraudes financieros, aquí deja de fumar hasta el Sabina.

#SafeCreative Mina Cb

miércoles, 21 de febrero de 2018

 



LOS SINGLES

Hay un montón de mitos con respecto al mundo de las personas separadas.

En primer lugar, cuando acabas de romper con tu pareja hay una fase en la que todo el mundo intenta buscarte otra. No les cabe en la cabeza que hayas acabado tan harta del asunto que no quieras ni oír hablar de ello.
Dicho momento coincide, además, con la época que pasas en casa de tus padres.
Sí, porque si eres tú quien decide romper (y olvidémonos del falso mito de la ruptura por mutuo acuerdo, porque eso es como el orgasmo simultáneo: no existe), la única forma de que el otro se dé cuenta de que la cosa va en serio es dejar el piso.

Y volver a casa de tus padres, que, lo primero que hacen es mirarte de arriba abajo y decirte: “Tienes que engordar 5 kilos”.
Y se ponen a ello desde la primera comida.
A eso y a decirte que puedes pasar en casa todo el tiempo que quieras, eso sí, siempre que no te dediques a poner la música alta, a ver el Hormiguero o a llevar amigotes.
O sea, comer y trabajar.
Eso tus padres. Tus conocidos empiezan a decirte que lo que tienes que hacer es echarte novio, que un clavo saca otro clavo y blablablá.
Paralelamente a ello, inicias la más dura de las etapas: la búsqueda de un piso que puedas pagar tú sola y que no esté para servir de plató al Bricomanía.

Por fin encuentras tu piso y se inicia la apasionante aventura de la vida en solitario.
El primero en agradecerlo es tu estómago, un poco saturado de las pochas con albóndigas y menudillos de cordero de tu madre.
Los segundos son tus nuevos vecinos, porque ha llegado alguien con quien compartir la limpieza de la escalera. Y la tercera la grúa municipal, que se lleva tu coche a los dos días de haber llegado por aparcarlo en zona reservada sin tener tarjeta de residente.
Luego van empezando los descubrimientos. Uno de los más agradables es lo grande que es la cama. Otro que tienes que hacer la mitad de lavadoras, que el baño se ensucia menos, que el dinero para la compra cunde el doble…
Por otra parte, el sueldo te dura la mitad, cuando te duermes en el sofá nadie te pega un codazo, la noche que no tienes hambre nadie te pregunta por qué no vas a cenar…. Y cuando te pones a dieta no te pasan bajo las narices un bocadillo de jamón.

Claro que hay grandes inconvenientes. Por ejemplo, si un día llegas a casa del trabajo con un cabreo del copón y tienes pareja, puedes abrir la puerta y, al comprobar que él está tirado en el sofá viendo un mitin del Rajoy y todavía no ha sacado la basura, le puedes montar una bronca del quince, con lo cual, aparte de descargar tu malhumor y sentirte muchísimo mejor (los remordimientos vienen más tarde, pero hay que aprender a disfrutar del momento), consigues:
1-Que quite la tele y así puedas ponerte el Hormiguero
2- Que baje la basura y así no tengas que volver tú a la calle, donde hacía un frío del carajo y
3- Que se quite un rato de en medio, porque hoy no estás para nadie.

Sin embargo, si llegas un día cabreada del trabajo, abres la puerta y lo único que encuentras es un animalejo que está tirado en el sofá y que salta inmediatamente a tus pies, se te enrosca en los pantalones y grita “guaaaaooo”…. ¿Qué haces? A alguien que te recibe con esa actitud no puedes gritarle. Y aún encima tienes que tirar la basura.

En fin. Que no es tan excitante como muchos piensan eso de vivir solo.
Sí. Porque luego, además, todo el mundo te dice que los solteros ligamos un montón.
¿Pero cuándo? ¡Si con un sueldo no alcanza y tienes que pluriemplearte…! Y cuando al fin llega el fin de semana, y eso en caso de que no los aproveches para servir copas en un bar, no te quedan fuerzas para nada.
Y es que existe la leyenda negra de que los que vivimos solos nos pasamos el domingo recogiendo la basura de las fiestas, organizando las bragas y los calzoncillos que nos hemos encontrado por el suelo y poniéndonos como el tenazas de marisco en casa de la madre cuando lo que en realidad hacemos es llenar lavadoras, pasar el aspirador, preparar comida para toda la semana y dar un paseo por el parque con el perro.

Aunque vuestros amigos solteros os juren lo contrario.

#SafeCreative Mina Cb

martes, 20 de febrero de 2018

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 MUDARSE

Una vez me dijo una amiga que lo peor que te puede pasar en esta vida es tener albañiles en casa, pero no: lo peor es una mudanza.
Y es que con las mudanzas pasa como con los premios de la lotería: que, como te tocan de Pascuas a Ramos, de una vez para otra ya no te acuerdas de lo que se siente.
Y es entonces cuando, inocente de ti, vas a cambiarte de piso y le contestas a ese amigo tuyo tan pesado que tiene una empresa de mudanzas “¿Qué pasa?¿Es que no me consideras capaz de hacerlo yo sola?”

Pues no. NADIE es capaz de hacer sólo una mudanza. Ni siquiera los tíos de las agencias. Y, si no ¿Por qué van dos? Es más, yo estoy convencida de que, cuando se cambian de casa, contratan a una empresa que les haga el traslado.
Pero a lo que vamos. Tú te sientes como Lara Croft: capaz de enfrentarte a todo en solitario, sin despeinarte y sin desfallecer. Y te plantas en medio del salón de casa, con todas las puertas de los armarios abiertas y un montón de cajas plegadas apoyadas en la pared. Te sientas en el sofá, haces memoria y recuerdas la mudanza anterior. Sí, esa en la que, simplemente, plegaste y llenaste las cajas, sin más. Recuerdas que pasaste medio invierno en chancletas porque la caja de las botas desapareció misteriosamente en el traslado. Y que estuviste dos meses durmiendo en pelotas hasta que conseguiste dar con la caja del pijama de borreguito. Claro que, para entonces, ya era Agosto.

Pero esta vez, te dices levantándote del sofá, lo tienes todo preparado. Vas a organizarlo todo por grupos, a rotular y numerar las cajas y a apuntar en una libreta el número de cada una y la relación de todo lo que contiene.

Ahora ya sólo te falta encontrar la libreta. La buscas por todo el piso y, finalmente, recuerdas que te la dejaste en el coche de tu amiga. De modo que decides empezar, de modo provisional, apuntándolo todo en un folio, y pasarlo más tarde a la carpeta. O mejor, introducirlo en el ordenador y archivarlo en un pen que guardarás aparte, porque, si lo guardas con los demás, luego no podrás saber en qué caja está hasta que las abras todas. Pero entonces tendrías que embalar aparte también el ordenador, y desembalarlo lo primero y, teniendo en cuenta lo que agota un traslado, en el momento que lo termines, lo primero que vas a querer desembalar van a ser el batín de guatiné, las pantuflas y el frasco de sales de baño.

De modo que te acercas al chino más cercano y compras otra libreta. Llegas a casa y descubres que tampoco tienes precinto para montar las cajas. Intentas cerrarlas cruzando las solapas, pero en cuanto metes tres pares de vaqueros la caja se desfonda y llegas a la conclusión de que es necesario el precinto. Un nuevo viaje al chino, donde coincides con la madre del de la empresa de mudanzas, que te recuerda que su hijo se dedica a esas cosas y que jamás han perdido nada, y que por cierto se acaba de separar y está muy deprimido, que a ver si lo llamas algún día. Te libras de ella como puedes y te plantas de nuevo en el salón de casa. Pones la caja boca abajo y la cierras con precinto. Al ponerla de nuevo boca arriba, descubres que el precinto del chino es autorreverse y se ha dado la vuelta, de modo que la caja está pegada al suelo. Le arrancas la tira, ésta se te queda adherida a la mano y te cuesta dos o tres minutos desembarazarte de ella. Cuando lo has conseguido, te das cuenta de que no sabes dónde has dejado el rollo. Intentas no perder la calma: no te has movido del salón y, por tanto, tiene que estar allí. En esto sientes algo colgando del antebrazo: el rollo. Claro que para entonces ya has perdido más de 20 minutos.
Montas la caja, la precintas con 7 tiras en cada dirección y, finalmente, metes en ella todo lo que cabe. La cierras, coges la libreta y apuntas: Caja nº 1: Pantalones de verano, camiseta verde de Mango, jersey de ir al monte, chaqueta de punto para ponerse por la noche cuando aún no han encendido la calefacción, calcetines de andar en bicicleta, pijama de los osos amorosos, pareo, cinturón de ante, crema depilatoria, pilas para el reloj de la mesilla, tijeras del pescado, agenda telefónica, secador de viaje, rallador de queso y libros de inglés de 5º de primaria.

Cuando te dispones a rotular la caja, descubres con sorpresa que el rotulador se lo dejaste a tu sobrino la tarde anterior y acabó perdido entre los asientos del autobús escolar. Te pones el abrigo, coges las llaves y te encaminas de nuevo al chino, que está cerrado pero da lo mismo porque, justo en la puerta, te encuentras a tu amigo el mudancero recién separado que, después de tomarse contigo media docena de wiskys, se ofrece a hacerte gratis el traslado.
Y sin pedir nada a cambio. Eso son amigos. Claro que, al cabo del tiempo, te enterarás de que rompió con su mujer porque es gay, Y que está liado con el compañero del reparto.

¡A ver si es por eso que siempre van de dos en dos!

#SafeCreative Mina Cb

domingo, 18 de febrero de 2018

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FRAGMENTOS

Imagino que es una jovencita. Y no hace mucho de esto puesto que los pedazos estaban agrupados y el texto es muy legible. Y yo, que soy una sentimental de mierda no he podido evitar el agacharme e intentar leerla. Al menos un fragmento. Sé que hubiera sido posible, dado el estado del papel, recoger los pedacitos y recomponerla. Y que el hacerlo no hubiese supuesto una intromisión en la intimidad de la autora, puesto que ella misma ha decidido abandonarla. Ella o la persona a la que iba dirigida. Aunque no lo creo. No creo que fuese un mensaje para nadie. Más bien sospecho que esas letras las escribió para sí misma. Para verter a través de la tinta su dolor y su infelicidad.

Como yo hacía.

“¿Por qué es tan difícil ser feliz?”- clamaba el texto. A través de esta frase y del resto de interrogantes que salpicaban la cuadrícula me he visto a mí misma, desorientada y sola, con diecisiete años y pensando que la vida no tenía nada más para ofrecerme. Y he mirado hacia atrás en perspectiva y he deseado saber quién es la chica, y poder abrazarla y decirle que todo pasará, y que esas montañas de cima inalcanzable que su mente ha construido serán, con el paso de los años, suaves dunas que podrá sortear sin la menor dificultad. Y que lo que tiene que hacer es agarrarse a la tinta y al papel, y vaciar su alma hasta que no le quede ni una gota de llanto que verter. Y secar sus lágrimas y mirar al frente, y bendecir el haber nacido en este lugar y en este tiempo. Y el poder escribir lo que siente en un papel y abandonarlo, sin miedo a que cualquiera lo lea y la persiga. Y celebrar ser mujer porque es hermoso. Y hasta estar triste. Porque solo mediante la tristeza se conoce el valor de la alegría. Y aprovechar la vida y olvidarse de esos pensamientos negros que no la llevan en ninguna dirección. Y rodearse de gente que la quiera. Y evitar a quienes no lo hacen. Y largarse con una buena amiga a emborracharse. Y conocer a un chico en la aventura que le saque este dolor de las entrañas. Y enamorarse para que su mundo se llene de lucecitas de colores. Para hundirse después de nuevo en la tristeza si la cosa no marcha. Pero ya con la certeza de que la vida es bella y el amor existe. Además del mar y el cielo y las canciones. Y la risa y el cine y los poemas. Y la amistad y las mañanas soleadas. Y los hermosos caminos arbolados como este, en el que derramó sus penas, para pasear por ellos disfrutando de la amistad, del sol y de la risa.

Eso le diría.

Porque es exactamente lo que me hubiese gustado que me hubieran dicho a mí.

#SafeCreative Mina Cb

sábado, 17 de febrero de 2018

 La imagen puede contener: una persona, calzado

EN MAL ESTADO

Me pesas

lo mismo que la tapa de una alcantarilla sobre el pie.

Me dueles lo mismo.

Me atrapas lo mismo.

Sigo
encadenada a ti
mediante un ineludible cordón umbilical.

Bendita esclavitud
que me mantiene viva
alerta
y llena de esperanza

y me permite que todo este amor
que en tu interior se pudre
como si fueras una fosa séptica

germine y se haga grande

aun siendo insuficiente para mí.

Ya no pienso
ni siento
ni deseo.

Camino entre tinieblas
lo mismo que un avión en la tormenta
sufriendo los bandazos

el piloto automático encendido
y sin ver nada claro frente a mí

el motor atronando mi cabeza
y los ojos perdidos
en el gris infinito

y un pensamiento terco tras la lengua
cada vez que regresas del trabajo

y me besas,

ausente y rutinario:

“Te tengo que dejar”

 

#SafeCreative Mina Cb
Inma Benítez
#poemasdeamor.

viernes, 16 de febrero de 2018

La imagen puede contener: personas sentadas 



TELÓN

Ya no te necesito,
siniestro, amargo,
triste y apolillado telón de terciopelo.

Ya de nada me sirven tus negruras,
tus polvorientos pliegues
que irritan mi garganta
y me provocas tos cuando te acercas
ni ese rancio chirrido
de los viejos raíles oxidados
a través de los cuales te deslizas
estrepitosamente
que ha llegado ya incluso a desvelarme

y de ahí mis ojeras
y mi rostro cetrino
y esa sonrisa que escapó hace meses
diluida entre el polvo
de tus lentos vaivenes
que me van a acabar volviendo loca.

Ya no quiero tenerte
tras de mí todo el tiempo
como un fantasma atroz y omnipresente
que me ha fagocitado poco a poco
hasta dejarme seca,
vacía,
desnortada....

una mínima sombra inconsistente
que se rebela, terca, a su destino.

Ya no te necesito.

Ahora quiero brillar.

#SafeCreative Mina Cb

jueves, 15 de febrero de 2018

 


 LA LIBERTAD

La libertad
en ocasiones
entumece los huesos y congela el alma.

Sobre todo esas noches en que todo
parece más oscuro
y los ojos no llegan a cerrarse
y el alba es gris
y densa

como el plomo.

A veces es así
no lo discuto

pero el resto del tiempo

es azul y fragante
igual que una mañana de verano
cuando el sol se despierta
y el cielo es raso y limpio

y el día es largo

y nadie nos espera.

#SafeCreative Mina Cb

miércoles, 14 de febrero de 2018

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ESTO NO ES un poema de amor:

Que quede claro.

No es este un texto laudatorio
en el que yo pretenda desgranar
tus cualidades

ni decirte lo mucho que me gustas
o la paz que has traído hasta mi vida

o lo orgullosa que me siento
de marchar a tu lado.

No te engañes

que a nuestra edad ya no hay romanticismo
sino cursilería.

Y tú y yo estamos ya de vuelta

(en fin... de vuelta solo yo
que tú más bien estás de vuelta y media)

y llevamos encima mucha mili
y muchos desengaños.

No es este, pues, un texto,
con el que yo pretenda
llevarte a huerto alguno
(y menos en invierno y en el norte)

sino tan solo un vil
y prosaico proyecto

(de versos que no riman)

para echarme al bolsillo
unos miles de euros

(que, de ganar, por cierto,
no pienso compartir contigo)

a través de un concurso.

¿O acaso te creías que era amor?

#SafeCreative Mina Cb
Inma Benítez
#poemasdeamor.

martes, 13 de febrero de 2018

La imagen puede contener: dibujo 



FETAL

Hay mañanas en las que los espejos
nos devuelven imágenes borrosas

y vagamos sin rumbo por la vida
con el ánimo gris

sabedores de ser
los únicos culpables de este estado
de apatía y zozobra.

Comienza entonces
la búsqueda incansable de mensajes,
de amigos,
de canciones,
de palabras que ejerzan la función
de milagrosos fórceps
y nos saquen del útero materno

del desánimo gris y quejumbroso
que a veces
nos invade y repliega

sin razón aparente.

#SafeCreative Mina Cb

lunes, 12 de febrero de 2018

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LOS SANCHESKI

Fuimos niños suicidas. Bueno, más bien niñas, porque lo de los patines era cosa de chicas. De hecho, puede que fuese la única disciplina lúdica en que a las chicas nos dejaban ser más burras que los chicos. Que ya era serlo...

Los patines Sancheski eran como las inyecciones de la hepatitis: una experiencia brutal para la que no existía anestesia posible. Ni cura. Salvo la mercromina, que mi madre usó a ríos para sanarme las brechas que me hacía cuando daba con mis rodillas en el pavimento. Y es que la chavalería de mi generación debería haber nacido con cremalleras en las articulaciones. Tal era el gasto en tiritas y mercurocromo a que sometíamos al presupuesto familiar.

Lo de los patines tenía, cómo no, un pequeño rito iniciático. Una etapa del quiero y no puedo donde el “monitor” (en mi caso mi hermana) regulaba con esa llave metálica cuyo uso estaba prohibido a los principiantes uno de los patines hasta dejarlo a tu medida, te lo colocaba, atándote las hebillas de las correas dispuestas en cruz y preocupándose de que el extremo no quedase colgando, con el consiguiente riesgo de engancharse entre las ruedas y provocar un accidente, y luego te iba dando las instrucciones pertinentes acerca de cómo girar, reducir o acelerar. Lo de frenar era otro tema, puesto que los modelos más antiguos (y los míos lo eran) no tenían esas pequeñas ruedecillas delante a las que, con una enorme dosis de irresponsabilidad, los fabricantes llamaban “frenos”. De modo que, una vez pasado el período de aprendizaje y ya sobre dos patines, lo que hacíamos todos era poner los brazos estirados hacia adelante en plan Boris Karloff haciendo de Frankenstein y frenar contra lo primero que se nos presentaba: un coche (parado o en marcha), un muro, un vecino, otro patinador… en fin… cualquier cosa.

Los patines Sancheski eran patines-patines. O sea de kamikaze. De hierro, con sus cojinetes que se iban desprendiendo con el uso haciendo oscilar el conjunto peligrosamente y unas arandelas abombadas que acababan oxidadas y llenas de bollos. Por no hablar de las ruedas, que con el desgaste se iban convirtiendo en metálicas esferas casi cúbicas de aristas redondeadas y desiguales las unas con respecto a las otras. Entonces sí que tenía mérito rodar con esos dinosaurios mutantes sin partirse la crisma… que ahí me gustaría ver a mi a los tiparracos esos que bailotean en las pistas de hielo al ritmo de Chopin. Que así cualquiera mantiene el equilibrio.

Claro que a nosotros el riesgo nos ponía. Es más, montábamos en cólera cuando alguien nos proponía cambiar nuestros zapatos metálicos por una de esas mariconadas que acababan de salir al mercado y que llevaban unas ruedas rojas a caballo entre la goma y el plástico. Y que no hacían ni la mitad de ruido. Sobre todo al caerte. Porque las chufas con los Sancheski eran de órdago a la gorda. Que tú estabas en el suelo, de espaldas y con las patas para arriba, como las cucarachas, y cuando llegaba tu madre a la media hora a ti no habían podido levantarte pero las ruedas seguían rulando todavía. Y con ese chasquido, ese chinchinchin característico que se quedaba flotando en el aire mientras los circulillos giraban delante de tus ojos, maliciosos, como diciendo “Mira… yo aún funciono y tú no”. Y tu madre gritándote que le ibas a quitar la vida, y desabrochándote las correas casi incrustadas al tobillo (porque no todo el mundo las llevaba cruzadas, como debía ser), y las ruedecillas a lo suyo, chinchinchin… mientras toda la chavalería hacía pasillo en medio de un silencio sepulcral a tu triunfal desfile, las rodillas ensangrentadas, altiva y orgullosa, rumbo a casa, donde te esperaban la esponja, la mercromina, el agua oxigenada y una bronca del quince por empeñarte en seguir usando esos patines en vez de ponerte los “en línea” que te había traído tu tío el de Alemania.

#SafeCreative Mina Cb

domingo, 11 de febrero de 2018

 


PELANAS

Tengo un dilema con mi edad y mi cabello. No sé si soy joven o vieja y no tengo muy claro qué he de hacer. Sí, porque yo veo a las mujeres de mi edad y como que no me identifico. Y me pregunto si debería replantearme el look. Claro que también me sucede con la ropa y con las compañías. Y un poco con lo desastre que soy en temas de intendencia, que tengo siempre la nevera en plan composición minimalista.

Y es que no sé si hacerme rubia, que es lo que impera, según veo, entre las damas de mi edad. Que dicen que así se ven menos las canas. Y se ahorra una un pastón en los retoques. Y luego que ya se sabe... los caballeros las prefieren rubias sin ponerse a mirar si son de frasco. Claro que yo no me veo en la tonalidad rubia-menopáusica que impera entre mi clase. Ni con la melena hasta el hombro con las puntas metidas para adentro. Yo me veo en plan rubio platino, con un mechón violeta en plena cresta. En plan gremlin cabrón pero al revés. Y tampoco con el pelo muy cortito, que siempre he pensado que hay que ser muy guapa para que te siente bien un peinado como ese. No sé... que a mí cortarme el pelo me da un poco de yuyu... tengo la sensación de que me va a pasar como a Sansón, que voy a perder el brío y mi cabeza va a terminar en un platillo. Y es que no se puede leer la Biblia, que a una le quedan unos traumas insalvables. Porque esa es otra; no la de la Biblia sino la del cortacésped de las peluqueras. Que según entras por la puerta del establecimiento ya te están soltando eso de “huuuy qué estropeáo lo llevas”... Que yo creo que a mí la mía me lo ve cuando paso por delante del local. Porque sin entrar llevo más de un año. Y cuando paso lo hago a escape, procurando que no me vea, como si fuera una proscrita en búsqueda y captura. Jolines, que hasta me siento mal cuando la saludo con la mano. Me digo, “esta estará pensando: vaya greñas... y sale así en las entrevistas en prensa, espero que no vaya diciendo por ahí que es clienta mía”.

Pero confieso que no voy porque le tengo miedo. Porque siempre me engaña. Y me acaba cortando más de lo que quiero. Y luego me dice que si fuese con más frecuencia no tendría que cortarme tanto. Pero es que si fuese con más frecuencia nunca me iba a crecer lo suficiente. Y luego esa teoría suya de que es cuestión de tiempo, y de que en cuanto llegue a la menopausia fijo que me cerceno la melena. Como todas. Y yo disimulando, poniendo mi tonito inocente y diciéndole que el agua está bien de temperatura y que no quiero ni mechas ni que me peine demasiado ni me ponga laca, que me veo rara. Y preguntándole por los chicos, que son mayores ya. Y hablándole de cualquier cosa menos de las pelambreras. Y desplegando la mejor de mis sonrisas a la hora de pagar. Y prometiéndole que si, que iré con más frecuencia. Y luego saliendo por la puerta y pensando que de eso nada monada. Que solo falta que se entere de que ya estoy menopáusica y me pille en uno de esos días de desmadres hormonales, desmadejada, influenciable y baja de autoestima...

Y adiós al pelo largo.

#SafeCreative Mina Cb

sábado, 10 de febrero de 2018

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OLA DE FRÍO

Tengo el ánimo raro.
Podría ser la luna
o quizás este frío persistente
que me encoge los huesos
y me duele
y me enjaula la risa y me perturba.

Tengo invernal el cuerpo.
La piel se pone oscura.
Nada, salvo encogerme, me apetece
y se me estira el tiempo
como un muelle.
 
¡Qué ingrato es el invierno y cuánto dura!

#SafeCreative Mina Cb

viernes, 9 de febrero de 2018

La imagen puede contener: una o varias personas y primer plano 



CEGUERA

La soledad es un anestésico potente:
adormece el sentido,
el amor propio,
el libre pensamiento y la razón

e incluso la existencia

produciendo un letargo perezoso
en el cual los oídos,
los ojos y los labios
no saben percibir la realidad

y la memoria archiva poco a poco
la esencia primitiva
y esas capacidades por las cuales
se hizo posible un día
la autosuficiencia

y así la libertad se desdibuja
como un débil fantasma inconsistente
que se agita, a lo lejos
lo mismo que un visillo
con la brisa nocturna

y se adueña de todo la costumbre,
el hábito traidor de lo molesto
como forma de vida

y el frío invade todos los espacios
y el corazón se encoge hasta volverse
una agrisada víscera insensible
angustiada y ausente

resignada al destino

de la infelicidad.

#SafeCreative Mina Cb

jueves, 8 de febrero de 2018

 


APAGÓN

No existe
(me temo)
la fórmula perfecta

ni
(creo)
hay una edad determinada.

Existen los espacios

los días

los contextos

incluso
y si me apuras
las alineaciones planetarias

y hasta las predicciones astrológicas.

Pero
¿sabes?

Al fin
aparte de eso

hay un interruptor en el cerebro
que a veces cierra el paso

e interrumpe el suministro de corriente.

En esos casos es
precisamente
cuando uno debe demostrar su habilidad
para desenvolverse a oscuras

y dejar al capricho de la suerte

que vuelva o no la luz.

#SafeCreative Mina Cb

miércoles, 7 de febrero de 2018

La imagen puede contener: planta y exterior 



LA PENÚLTIMA

No falta mucho para la medianoche
la casa está en silencio y yo apuro la penúltima cerveza.

Debería acostarme,
ducharme,
comer algo,
hacerme una infusión...

Pero el silencio y la nada me engullen sin remedio
y me llama el espacio
doméstico y tranquilo

y la blanca bombilla, y el teclado
y esas ganas de andar aún en vigilia
respirando la calma
con la casa revuelta y los cacharros
llenando el fregadero

y (otra vez) el silencio

y mi espacio otra vez.

#SafeCreative Mina Cb

martes, 6 de febrero de 2018

La imagen puede contener: una persona 



DE GOYA

Mis hormonas se montan películas:

Arrasarían
(de eso estoy segura)
de estar presentes en la ceremonia de los Goya.

Elaboran historias impecables:
siniestros thrillers de corte apocalíptico
de esos en donde no se salva ni el apuntador.

Confeccionan guiones magistrales,
agudísimos diálogos en los que las palabras
cobran doble sentido
(y hasta triple)
y en los que incluso el más inocente comentario
desencadena el caos,
llenando los renglones de mayúsculas,
exclamaciones duplicadas
e interrogantes afilados como cimitarras
a los cuales
ninguna respuesta calma o satisface.

Mención aparte merecen los actores,
un escogido elenco de especialistas
en dar vida a villanos,
traidores, malnacidos,
envidiosos y necios personajes
cuya principal ocupación
(parece incluso que vivieran de ello)
es la de conspirar y ver el modo
de hundirme en la miseria.

Y cómo no mencionar, en fin,
los decorados:
esos descomunales escenarios vacíos
y pobremente iluminados
por los que deambulo, descalza y solitaria,
con un burdo camisón de franela hasta los pies
y unas ojeras como las de Miércoles
(la niña de los Addams)
comiendo chocolate,
maldiciendo en etrusco,
gimoteando como una magdalena
y mandando a la mierda a todo aquél que se me acerca
para decirme que tampoco es para tanto,
que ya me ha sucedido en otras ocasiones
y que es mejor
que me quede calladita
(inmóvil ya de paso
o en coma en plan Bella Durmiente,
y aunque hayan de mediar unos guantazos
si la cosa es muy grave)
antes de hacer,
decir
o escribir algo,

de lo que al cabo de unas horas

me habré de arrepentir.

#SafeCreative Mina Cb

domingo, 4 de febrero de 2018

La imagen puede contener: una o varias personas 


 REENCUENTROS

Ninguna ocasión es tan propicia para los balances como el reencuentro con personas a las no vemos con frecuencia. Sobre todo cuando este se produce de forma repentina y nos pilla a todos con lo puesto y sin peinar, sin un guión previamente articulado, sin más currículum que el que nuestras arrugas atesoran y sin otra aparente referencia que la del aspecto de nuestro semblante. Es entonces cuando de verdad sabemos si hemos acertado. Si las decisiones que tanto trabajo nos costó tomar fueron las correctas. Si todo el dolor o la alegría padecidos han valido la pena. Si somos capaces de mirar a los demás sin envidiarlos y sin sentir nostalgia de ese ayer que compartimos antes de elegir nuestro camino y separarnos de ellos. Si nos sentimos a gusto en nuestra piel. Si no echamos de menos ser como los otros. Aunque nos miren raro. Aunque la senda que hemos escogido no sea la más fácil. Aunque sintamos que no pertenecemos a ningún lugar aun siendo capaces de permanecer en todos. Si el ir contracorriente ha valido la pena. Si somos lo que de verdad queremos ser. Si estamos orgullosos de nosotros mismos. Si vivimos en paz.

Si nos queremos.

#SafeCreative Mina Cb

sábado, 3 de febrero de 2018

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CENICIENTA

Pasó bastante tiempo a la intemperie hasta llegar a convertirse en Maricarmen, que es el nombre que yo le di cuando llegó a mis manos en unas circunstancias que merecen otro cuento. Ya sé que hay personas a las que se les regalan flores o perfumes, pero a mí, por alguna razón que desconozco, me regalan cosas raras. Singulares pero raras. Que no sé si es lo mismo pero se me entiende.

Cuando me la entregaron estaba un poco sucia y llevaba desnudo el cuerno izquierdo. A lo mejor por eso le puse Maricarmen, por la que la pillaba el toro y le metía el asta por el chirimbolo. O porque no se me ocurría un nombre para ella. No sé... como no la esperaba no lo había pensado. La cuestión es que procedí como conviene en estos casos, esto es, la metí en un barreño con lejía y agua caliente y la dejé una noche y creo que el día siguiente. Y el resultado fue espectacular: una vez seca, Maricarmen lucía hermosa y blanquecina, aunque invidente y aún desnudo el cincuenta por ciento de su cornamenta. Claro que a mí eso no me importaba mucho, porque ya estaba pensando en cómo tunearla: unas bolas en las cuencas oculares y una funda rosa de ganchillo para el cuerno, que tampoco era cuestión de dejárselo desnudo con la humedad que hay en mi casa. Pero el destino es caprichoso, y una mañana soleada y un pelín ventosa las circunstancias me llevaron hasta el lugar en donde había aparecido Maricarmen y, lo que son las cosas, tras una intensa e infructuosa búsqueda, y justo en el momento en que lo abandonaba y de la forma y en el lugar más inopinados, la funda perdida apareció, intacta y estriada, como un feliz e improvisado milagro que, alguien que entonces andaba por allí me dijo, se concede a quienes desean las cosas de verdad.

Desde entonces la llamo Cenicienta.

#SafeCreative Mina Cb

viernes, 2 de febrero de 2018

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EL ABSURDO Y FARRAGOSO UNIVERSO DE LOS FORMULARIOS VIRTUALES


Lunes por la mañana. Recibo un aviso de Correos para un tema de envíos internacionales. La fecha límite para hacerlo llegar a su destino es el lunes cinco. Que hay tiempo pero cuanto antes mejor, que me conozco. Como tengo cosas que hacer no lo hago.
El martes me meto en la web y descargo el PDF. Exactamente igual que el que me ha llegado y acabo de rellenar. Empiezo a pulsar botones sin conseguir acceder al lugar deseado. Tengo la documentación pero no sé adónde mandarla. Voy de página a página sin hallar una mala dirección de correo y consciente de que el miércoles, y por motivos laborales, va a ser complicado gestionarlo.

Empiezo a preocuparme.

Jueves 1. Por la mañana cojo el impreso que me llegó, voy a la oficina de Correos y hago cola. Al llegar al mostrador me dicen que allí no me lo pueden tramitar. Que lo mande por correo (se me pasa el plazo) o que lo haga por la web. Yo hago pucheros y les digo que ya lo he intentado. No cuela. No se enternecen. Y eso que los empleados de la oficina que he tratado son, en general, encantadores. Pero no hay manera. Incluso aunque les ponga voz de lloriqueo y les diga es de “jooooo... es que no sé hacerlooooo.” Y me siento como las abuelitas que vienen al super y yo les digo que para solicitar la tarjeta que han perdido se tiene que meter en internet y ellas me dicen, con expresión de terror, que no tienen y que por qué no se lo hago yo. Y yo les contesto que seguro que tienen algún hijo que lo maneje. Y me siento como una asesina en serie. Porque en este momento yo estoy tan desamparada como ellas y sin hijo internauta. Y si se lo pido a mi sobrino me va a decir de todo y con razón.

Jueves 2. Por la noche. Me digo a mí misma que quién dijo miedo, que con cincuentayún castañas una no es vieja ni para el amor ni para la informática. Y me pongo a ello, con una Voll Damm de tercio al lado y sin tener que madrugar al día siguiente, o sea hoy. Abro el sistema mientras me repito en voz alta tengoquehacerlotengoquehacerlotengoquehacerlo. El gato se sube al escritorio y esparce sus diez kilos sobre el PDF. Lo bajo y hace plom. Sigo a lo mío. Entro en la web, leo todo despacio, procurando no echar muchos tragos de cerveza. Voy superando pruebas y paso de una pantalla a otra pero la dirección no aparece. Intento tranquilizarme. Bebo. Voy hacia atrás. Algo he hecho mal. O todo. Al fin llego hasta el formulario “registrarse”, que me pide varios datos y una contraseña que siempre está mal. Quieren números, letras y caracteres especiales. Que no sé para qué, porque para caracteres especiales el mío, que no me aguanta nadie. Voy cambiando letras y viendo aparecer los puntitos y luego las letras rojas debajo, regañándome por no acertar. Lo intento al menos con cuatro opciones pero no funciona. Al fin veo un número de atención al cliente. Son las once pero ya me da igual todo. Lo tecleo. Error. Es una máquina que me dice si he recibido el impreso y que pide el número de referencia. Me huelo la tostada, cuelgo, vuelvo a llamar y espero hasta el final, que es cuando va la opción de hablar con un agente (todos la ponen la última, qué cabrones). Cuando llega dicen que no hay personal (me parece estupendo, no son horas) y que el horario de atención al público es de tal a tal.

Apago el ordenador y me voy a la cama.

Viernes 3: Me despierto pensando en el envío. Tengo tres días pero el finde está en medio. Tiene que ser hoy. Me levanto y enciendo el aparato. Lo mismo de ayer pero un día más tarde. Marco el número de anoche. Me atiende una chica que, tras escuchar mi perorata, me remite a otro número. Lo marco y sale una máquina. Tecleo una opción. Error. Me vuelven a pedir la referencia. Cuelgo, vuelvo a llamar y aguanto la charla robótica de opciones y términos legales y sullamadavaasergrabadapormotivosdeseguridad. No hay opción de hablar con un agente. Tecleo una opción distinta a la anterior a ver si cuela. Cuela. Me atiende un señor muy amable. Me pongo dramática y le cuento mi tragedia. Le digo que necesito una dirección de correo electrónico. Me dice que no es posible. Le digo que no sé utilizar ese sistema del demonio. Me dice que le pasa a mucha gente. Le digo que entonces por qué no lo modifican. Me dice que para que sea seguro. Le digo que lo háckers son muy listos pero el resto de los mortales no. Me dice que tampoco es para tanto. Le digo que me siento como las viejitas del súper. Me da rabia no verle la cara. Es amable y me guía por el proceloso océano cibernético como si fuera tonta. Que a lo mejor lo soy. Llegamos al formulario de registro de ayer. Me cometa lo de la contraseña. Casi lloriqueo. Me dice lo de los caracteres. Le digo que lo hice. Me dice lo de los números. Le digo que lo hice. Me dice lo de las mayúsculas. Le digo que lo hice. Me dice lo de las minúsculas. Le digo que lo hice. Me dice que lo intente de nuevo. Y hay que joderse, porque ahora funciona. Casi me echo a llorar. Le doy las gracias y le pongo tres nueves en la encuesta sobre la atención recibida. Y aún tengo que enfrentarme con dos pantallas más. Adjunto la documentación. Me atasco en la última pantalla. Intento volver a llamar pero no me cogen. Igual ha visto el número y sabe que soy yo. Vuelvo atrás y rectifico un dato.

Y ya.

Ya.

¡¡Yaaaaaa!!

No me lo puedo creer. Lo he conseguido. Doy saltos por la casa. Los gritos han debido oírse en todo el vecindario. Voy a ponerlo en fésibu. Lo de la farragosidad. Lo de que estos sistemas son un infierno. Empiezo a escribir y se me va la pinza. Abro un word. Este será el cuento de hoy. A la izquierda del teclado el PDF. Mierda. El dato que rectifiqué para poder mandar el formulario digital difiere de uno de los datos del documento.

Me temo lo peor.
 

#SafeCreative Mina Cb

jueves, 1 de febrero de 2018

 


 Sé que un día
reventarán las costuras de los labios
y saldrán en torrente
palabras prohibidas.

Tan solo entonces
hata el último de los rincones tenebrosos

se inundará de luz.

#SafeCreative Mina Cb