ACOJONANDO, QUE ES GERUNDIO
Empiezo a estar bastante harta de que velen por mí. De que me protejan.
De que me traten como si fuera de porcelana china. O tonta del culo,
que es peor.
Y es que, a ver, una puede pasar doscientos
pueblos de vacunas, pócimas, preparados vitamínicos, bífidus activos,
preservativos y hasta cadenas en caso de ir en coche al Polo Norte. Allá
cada cual con sus cadacualeces. Que si
te va la aventura y no te importa quedarte colgado sin agua ni gasofa en
mitad del desierto pues tú mismo. Con tu pan te lo comas y ni se te
ocurra mosquearte si el móvil no tiene cobertura para llamar a tu mamá.
Que seguro que te habían avisado. Y más de una vez además. Y hasta te
habrían hecho firmar un documento dándote por enterado de los riesgos de
la odisea en que estabas a punto de meterte.
Y eso es
precisamente lo que me cabrea. Que ahora todo son coacciones.
Prevenciones. Instrucciones. Acojones. Que da lo mismo que vayas a
quitarte un callo que a hacerte un multitrasplante. Ahí te colocan los
papeles, delante de los morros, y te ponen el bolígrafo en la mano y o
firmas o ni te enseñan el termómetro. Te dan un formulario en el que te
cargas a ti mismo con el muerto (y nunca mejor dicho algunas veces) de
todo lo que pueda suceder y luego atraviesas los pasillos que conducen
al quirófano como si en vez del usuario de un hospital fueras un reo
yanki en el corredor de la muerte. Que cuando vuelves en sí de la
anestesia lo primero que haces es tocarte entero y luego pedir que te
traigan un espejo. A ver si te reflejas y expeles vapor al respirar. Que
si no llevas ya bastante canguelo encima los papelitos de marras
terminan de ponerte a cien. Y ya no hablamos solo de cosas importantes,
como intervenciones quirúrgicas o temas parecidos. No. Porque resulta
que la fiebre antidemanda made in USA parece haber infectado a cualquier
gremio. Los tatuajes, por ejemplo: tú vas a hacerte un tatuaje por
primera vez y te dan un folleto de instrucciones que parece que en vez
de tatuarte te van a vender un gremlin: que si no beber, que si no
mojarse, que si no esto, que si no lo otro... y el tauador te dice que
no es para tanto pero, por si acaso, te coloca en la mesa el documento
para que lo firmes. Y hasta que no estampas el garabato no hay dibujo.
Que si luego te hace una chapuza y el delfín parece una mofeta pues a
ver. Como si al cirujano le da un ataque de tos en plena rinoplastia y
te deja una nariz como la de la Paz Padilla. Que luego sí, reclamas,
pero hasta que te lo solucionan tienes que ir por el mundo en plan
pirámide. Y luego que no te toque otro manazas que remate la faena, que
esa es otra.
En fin, que visto lo visto, yo también he
redactado un documento que, a partir de ahora, voy a llevar encima para
defenderme. Y cada vez que alguno de estos listos me venga con
prevenciones le sacaré el papel, se lo leeré en voz alta despacito y
deteniéndome de vez en cuando para resolver sus dudas y, una vez ambos
lo tengamos claro, se lo haré firmar a pie de página.
Para que sepa también a qué atenerse.
#SafeCreative Mina Cb