martes, 30 de junio de 2020




EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CORONAVIRUS


Se conocieron en el supermercado. El la confundió con otra y ella le siguió el juego hasta que cayó en la cuenta, momento en que iniciaron una divertida conversación que terminó con un intercambio de teléfonos y qué continuo después, cada cual en su casa, durante horas. Hablaron de quedar para tomar un café pero aquella semana llevaban turnos cruzados y no pudieron verse, de modo que el primer día en que ambos estuvieron libres, y tras haber estado intercambiando mensajes todo el tiempo hasta el punto de acabar perdidamente enamorados, se quisieron citar en un bar que tenía una terraza poco concurrida. Se encontraron dentro del mismo. El pidió una cerveza fuerte, que dio la casualidad de que también era la favorita de ella. Y cuando al fin salieron al exterior, se sentaron frente a frente y se quitaron las máscaras, los dos se dieron cuenta de que el otro no era su tipo precisamente.

Pero ya era tarde...

#SafeCreative Mina Cb
Imagen: Street Artist Pony Wave

lunes, 29 de junio de 2020





“DÉJÀ VUE”

Me despierto fatigada y con ojeras. Me da que hoy va a ser uno de esos días de mierda. Abro la nevera y pienso que en vez de desayunar me tomaría una cerveza y otra y otra hasta caer rendida. Empiezo a llorar tontamente. Intento controlarlo pero no puedo parar y al final en vez de desayunar me derrumbo en el sofá. Me ha escrito una amiga que sabe que estos días ando chunga. Menos mal que existen los amigos en estas situaciones. Me dice lo de siempre, que me anime, que tampoco es para tanto, que me haga algo rico de comer... Pero yo lo único que quiero es ver de sol. Y escuchar a los pájaros. Y al fin me pongo música. Cuando el confinamiento comenzó decidí bailar para sustituir el ejercicio de los paseos. Hay días que me anima y otras que no, que lo hago mecánicamente esperando a que se pase el tiempo estipulado. No es como salir pero al menos ocupo un par de horas de la jornada. Eso, escribir, leer y ver la tele, que siempre es una mierda, incluso la de pago. Llega la hora de preparar la comida y de comer y después al trabajo. Desde hace días hago trampas y doy un pequeño rodeo. A cambio, si tengo que tirar la basura lo hago al mismo tiempo para no salir más que una vez. Cuando llego al curro toca el ritual de siempre. Tirar de las manillas protegiéndome los dedos con la ropa, encender los interruptores con el codo y al llegar a los vestuarios lavarme las manos antes de cambiarme. Uniforme y mascarilla y otra vez a lavarme las manos. Guantes y desinfectante a todas horas. Y la pantalla, que no sé quién fue el alma caritativa que la hizo. Una mañana las trajeron los de Protección Civil, son una donación de alguien que le robó horas al descanso para hacerlas. Que, por cierto, si me lee, le quiero dar las gracias desde aquí, ya que gracias a ella me enfrento más tranquila con esta pesadilla: irresponsables que vienen veinte veces a por veinte, inmortales que se niegan a utilizar el gel, gente que está cuidando de sus mayores y les hace la compra... Pocos clientes, en general ataviados como para una catástrofe nuclear y con rostros siempre graves. Cómo echo de menos las sonrisas. Distancias de seguridad que todo el mundo cumple escrupulosamente porque sabe lo que nos jugamos. A la hora del descanso no hay un bar para echar un café. Y no puedo salir a la calle a respirar porque siempre hay un vecino que llama a los munipas. Eso sí, a las ocho, cuando saco la basura al cierre, están todos aplaudiendo en el balcón. Y luego de vuelta a casa en vez de por lo viejo me voy por Ribotas y así por lo menos veo naturaleza. El otro día vi una mariposa y fue genial. Hoy el río está tranquilo y la isleta llena de pájaros. El atardecer es precioso y rompo a llorar una vez más. Cuando voy llegando al puente una moto se detiene tras de mí. Es un municipal que me da el alto. Me conoce, y al ver que voy llorando como una magdalena (me he de girar de golpe y no tengo tiempo de recomponerme) se enrolla e intenta darme ánimos. Yo le digo que me parte el alma ver ese paisaje y no poder disfrutarlo y él me dice que me entiende, pero que si se permitiera el deporte la gente se tomaría la parte por el todo. Al llegar a casa afronto la operación de limpieza nuevamente: agarro la manilla exterior de la puerta ayudándome con el jersey para no tocarla con los dedos, me desprendo de las botas y voy directa al lavabo. Luego saco el móvil del bolso y lo desinfecto con alcohol. Antes de salir del trabajo y ya me he había lavado y desinfectado pero no me fío. Creo que me estoy volviendo un poco paranoica. Hay quien me dice que tengo suerte porque salgo un rato pero no sé si es bueno o malo, porque llevas el miedo continuamente encima. Después de la desinfección me ducho, me pongo la ropa de casa y me considero al fin a salvo. Mi casa se ha convertido en el único lugar seguro que conozco. Seguro y tranquilo. Me siento con una cerveza y empiezo una videollamada. Los solitarios hemos cogido esa costumbre. Cada noche nos sentamos en el sofá de nuestra casa y echamos un rato, como lo echaríamos en la terraza del bar. Aunque no sea lo mismo. Hablamos de lo que hacíamos y de lo que haremos. Y de las cifras de la pandemia, por supuesto, aunque eso poco. La verdad es que al principio me gustaba pero ahora se ha convertido ya en rutina y a días me aburre y no tengo ganas ni de eso. Solo de, tras la ducha, hacerme un ovillo en el sofá y llorar hasta quedarme seca para luego acostarme...

Vacía, como me levanté. 

#SafeCreative Mina Cb
Imagen: Jose Miguel Jiménez Arcos

Después de la salud, la libertad es lo más hermoso que tenemos. 
Sé prudente.

domingo, 28 de junio de 2020




ORGULLO

¿No es verdad, ángel de amor
que, aunque yo me llame Juan
y tú te llames Adán
no hallaré a nadie mejor?

¿No es verdad, mi bella Inés
que, tras mucho meditarlo,
te decidiste a afrontarlo
y ahora te llamas Andrés?

¿No es verdad, dulce bombón,
que, aún sumando cuatro tetas,
nos sentimos bien completas
y no añoramos varón?

¿No es verdad, cariño mío
que a nadie atañe el secreto
de si lo lamo o la meto
fiel a mi libre albedrío?

¿No es verdad, so calamar,
que esto no es asunto tuyo?
Si te molesta el "Orgullo"
vas y te lo haces mirar

#SafeCreative Mina Cb

sábado, 27 de junio de 2020



EL MICROCHIP

Hace un rato, mientras fregaba la vajilla, pensaba en lo del microchip. Sí ese que van a insertarnos con la vacuna del Covid. Andaba yo ahí dándoles a las meninges, como el Miguel Bosé pero estropajo en mano, no porque esté convencida de que el Bill Gates quiera dominar el mundo, que ya lo domina sin necesidad de meternos chips para saber hasta con qué frecuencia defecamos, sino porque he visto esta mañana, trasteando por las redes, que puede que ya haya por ahí otro virus más mortal al que no le hacemos caso y que mejor que nos vayamos acostumbrando al tema de la mascarilla ya que me da que ésta no va a ser la última plaga bíblica que nos caiga en el sistema inmunológico. Y precisamente de ahí venía esta reflexión mía tan espumosa del microchip, que sí que es un rollo porque nos pueden controlar, pero imaginaos lo que nos beneficiaríamos con las actualizaciones. ¿Que sale una gripe nueva? Pues te descargan el antigripal a través del 5G y asunto concluido. Que además, con lo dados que somos a no acabarnos la medicación en cuanto se nos pasan los dolores íbamos a ahorrar un huevo con lo de las recaídas. ¿Que eres profe de mates y cambia, que se yo, el número Pi? Pues lo mismo, actualización trigonométrica directa a la parte del cerebro que se ocupe de eso y santas pascuas, y se acabaron los engorrosos cursillos de puesta al día. ¿Que sufres de eyaculación precoz? Aplicación eréctil rumbo al miembro viril y tu pareja dando palmas todo el tiempo. ¿Que eres un poco tocahuevos en el curro? Amansamiento por vía cibernética y más sumiso que un perrito. Incluso hasta te pueden bajar el sueldo que no protestarás.

Que igual esto último no mola, pero ya se sabe: No hay panacea sin contraindicaciones. 

#SafeCreative Mina Cb

viernes, 26 de junio de 2020




CUENTOS QUE SE TERMINAN

A lo largo de la existencia, cada persona va conociendo lugares que acaban por conformar su paisaje emocional: las tiendas de ultramarinos de la infancia, las aulas en las que pasó tal o cual curso, los espacios domésticos en los que vivió ciertos momentos...

Y los bares.

Porque los bares son, desde la adolescencia, el lugar en donde lo hemos descubierto todo, donde hemos aprendido a socializar con personas a las que no hubiéramos encontrado en otra parte y donde, afectados a veces por los efectos del alcohol, hemos dejado atrás nuestros complejos y nos hemos atrevido a ser nosotros mismos. Y por eso es tan triste que echen la persiana. Porque cuando eso sucede nos quedamos desvalidos y necesitamos encontrar otro espacio como ese, con esa luz y esa música y esa clientela... y ya nunca lo hay, puesto que la vida es una carrera en la que jamás se retrocede. 

Y así vamos quemando etapas y viendo cómo todo queda atrás y cómo esas calles que en su día fueron zonas de fiesta se convierten en pasillos desiertos salpicados de verjas oxidadas que nos encogen el alma cuando transitamos por ellos. Y el tiempo corre y nos hacemos mayores y ya no vamos encajando en casi ninguna parte, salvo en aquél tugurio de siempre en el que todavía la misma camarera nos mira desde el otro lado de la barra, entre malcarada y sonriente, y nos pone la cerveza sin que se la tengamos que pedir. Y allí echamos las horas, charlando con los pocos renegados que se resisten a integrarse en el ejército de la madurez aburrida y responsable y la rutina de la cena con amigos y el café en una terraza de la plaza. Hasta que llega un día en que la chica del otro lado de la barra te confirma lo que ya esperabas. Y de repente se te caen encima y de golpe los cincuentaytantos, y lo comentas con la gente joven, que también lo siente pero no como tú. Porque para ellos éste sólo será un garito más de los que cierren. Puede que especial, pero uno más. Sin embargo para ti es el último. Ya nada de lo que puedas encontrar será lo mismo porque no estará la misma gente ni te sentirás en casa ni podrás cantar a voz en grito, un viernes a las tantas, casi todo el Rock and Ríos con un amigo que se ha dado cuenta de que estabas depre y te lo está tocando a la guitarra. Ya no te llamarán piojosa ni podrás dejar la chupa nueva tirada en cualquier parte con la seguridad de que nadie te la robará, ni echarás más noches en la calle, de tertulia en esa fila de sillas que se monta enfrente de la puerta, mientras los gatos deambulan por el tejadillo. 

Y es que hay persianas que, al caer, nos dejan como huérfanos.

#SafeCreative Mina Cb

Nota: Tienes hasta mañana para pasar y decirle lo feliz que te ha hecho. Luego ya no se vale. 😜

jueves, 25 de junio de 2020




SANTA MEDICINA

Nos acercamos a julio:
el calor al fin atiza
y me da que al personal
se le empieza a ir ya la pinza.

Primero, con el asunto
de fiestas y romerías
y reuniones sociales
demasiado concurridas,
situación que ha de agravarse
ya que el alcalde autoriza
la inminente reapertura
de los cuartos de cuadrillas.

Otro riesgo del calor
si te pilla sin piscina
municipal es hacerte
con alguna “made in China”
de esas que puedes ponerlas
incluso en la galería
inflarlas, llenarlas de agua
y matar a la vecina
cuando, no aguantando el peso,
tu balcón le caiga encima.

La puedes sacar también,
si te parece, a una esquina
de la calle donde vives
(si ésta no es muy concurrida
y no hay tráfico rodado)
y que toda la mocina
del barrio se meta dentro
y eche allí babas y orina
y en cuatro días estéis
todos hechos una ruina.

Vaya meses nos esperan
sin cohetes ni vaquillas,
sin fuegos artificiales,
sin puestos de artesanía,
sin gaitas y sin verbenas,
sin gigantes ni garitas,
sin podernos meter mano
ni compartir la sangría
bebiendo del mismo vaso
bajo el sol de mediodía.

Tudelanos...
Tudelanas:

¡Viva Santa Medicina!

#SafeCreative Mina Cb

miércoles, 24 de junio de 2020




SIMILITUDES

No sé vosotros pero yo cada vez estoy más convencida de que con las herencias pasa un poco como con las pensiones.

Me explico:
Tú te pones a currar en cuanto acabas los estudios y estás pringado como un gilipollas durante toda tu juventud, de forma que cuando llegas a los 50 tienes más lesiones que un futbolista del alcoyano. Y se te ocurre ir al médico, que te da la primera baja de tu vida. Y es entonces cuando, tras una existencia de entregar tu tiempo y tu energía a la empresa con horas extras de gratis total, renuncia a las vacaciones y disponibilidad a cualquier hora del día y de la noche, llega un trepa de 25 años que asume tus funciones durante tu ausencia y lo hace tan rebién que, cuando vuelves, tu jefe te coloca la carta de despido en las narices. Y claro, a ver adónde vas con cincuenta y tantos y la espalda hecha puré. Así que te dedicas a mendigar mini jobs y ayudas hasta que llega la hora de la jubilación.... Y ahí es donde te dicen que lo que cuenta son los últimos años y que, como recompensa a tus décadas de abnegación, te van a conceder una mierda de paga. 

Pues bien; con las herencias puede pasar algo parecido. Quiero decir que tú lleves toda la vida siendo un hijo ejemplar y de repente tu padre, que había adorado a tu madre toda su vida, al tiempo de enviudar se líe con una pelandrusca cuyas intenciones se ven desde el panizo, y cuando se te ocurra prevenirle, lo que haga sea nombrar a la susodicha heredera universal. Y a ti te deje el todoterreno, que entre ruedas, revisiones y averías te va a salir, lo sabe, más caro que un rolls. Y al final la apertura del testamento sea un poco como la subasta del "1, 2, 3..." que Mayra Gómez Kemp iba leyendo las tarjetas a los participantes y, cuando los muy incautos pensaban que estaban a punto de conseguir el apartamento en Torrevieja, se encontraban con la llave de unos urinarios públicos del barrio de Vallecas.

Y aún encima la muy zorra sonreía con toda su boca y les escupía esa mítica frase de: “Unas veces se gana... y otras se pierde”.

#SafeCreative Mina Cb

martes, 23 de junio de 2020




El QUE QUIERA VIVIR... QUE ME SIGA

Pensaba el otro día, viendo en la tele una de estas viejas pelis de catástrofes, lo poco serios que son los americanos con esto de la muerte en las películas. Quiero decir con el tiempo que le dedican. No sé; tú ves, por ejemplo, una de Chuck Norris, o “Kill Bill” sin ir más lejos, y lo de la muerte fluye, zaszas, a golpe de metralleta o de katana, así, sin control ni sentido, sin saber quién muere ni conocer su bagaje psicológico, sin saber si tiene novia ni hijos ni nada de eso, un aquí te pillo aquí te mato exento de emoción, que no le puedes coger cariño y entonces casi te alegras de que los maten porque quien te cae bien es el asesino y lo que de verdad te mola es que se cargue a cuanta más gente mejor, de forma que al final de la hora y media haya habido una buena escabechina de villanos anónimos que el héroe se ventila en un suspiro. Sin embargo, te pones a ver las películas de catástrofes tipo “El coloso en llamas”, “La aventura del Poseidón” o “Titanic” y es un despropósito lo que le cuesta morirse a la gente... Además es que primero te cuentan la historia: te hacen una introducción de forma que les coges cariño y a lo largo del relato te vas encariñando todavía más y claro, cuando se mueren te llevas un disgusto del copetín. Y luego pordios, cómo hacían esos barcos y esos edificios, que les costaba tres horas hundirse, o quemarse, o estrellarse... o lo que fuera. Y tú muerta de angustia en la butaca, porque habías visto desde la segunda escena que se había producido un fuego, un escape de agua o una avería en el motor y la tripulación del barco estaba ahí, tan feliz, de fiesta o mirando por la ventanilla y leyendo el periódico en el avión, o de sarao de cinco tenedores en el edificio recién inaugurado. Y de repente llegaba el agorero de los huevos diciendo que se acercaba el fin del mundo, y el ingeniero le soltaba que tampoco sería para tanto, y que no era plan de alarmar a la peña y que cundiera el pánico y total para nada. Y así la tragedia se iba mascando en el patio de butacas mientras los protagonistas te seguían contando sus historias. Hasta que de repente se producía la explosión, o la inundación, o lo que fuera, y todo el mundo empezaba a correr y a chillar y a perder el control. Y y alguien gritaba eso de vamosamorirtodos, y se organizaba la de Dios es Cristo, y justo en aquél momento aparecía ese personaje que a mí me encanta, que alzaba la mano y decía aquella frase mítica de: “El que quiera vivir... que me siga”, y que casualmente era el que acababa muriendo al final, después de haber cumplido su promesa de salvar a un montón de gente, y luego estaba el fantasma ese del principio, que al filo del desenlace resultaba ser un cobarde con pintas que sufría una crisis nerviosa cuando llegaba el equipo de salvamento y ya habían sacado a las mujeres ya los niños, y quería ser evacuado antes que nadie y sacaba el revolver y la liaba parda. Y total para morir al poco en un accidente de estos tontos tipo caer accidentalmente por la cubierta o por la ventana o alguna cosa de esas, y a la postre, el que había dado la voz de alarma al principio era quién salvaba la situación con una medida de urgencia de esas que no se sabe si van a funcionar pero siempre funcionan, aunque con algún inconveniente en el último momento tipo el cable se suelta o la puerta se atasca o la luz se va justo cuando estás a punto de terminar el empalme, y en el momento de la explosión se le enganchaba por ahí una pierna pero conseguía liberarse in extremis para aparecer, al final de la película, sentado en el suelo junto al jefe del Cuerpo de Bomberos, todo sudoroso y con la cara tiznada y cagándose en los muertos del ingeniero, que por ahorrarse cuatro duros había metido materiales de mala calidad.

Que digo yo que no serían tan malos cuando la catástrofe les dio para dos horas y media...
Por lo menos

#SafeCreative Mina Cb

lunes, 22 de junio de 2020




Me gustaría poder explicártelo sin que te ofendas.
Sin que te siente mal.
Sin que pienses que desconfío de ti. 

Me gustaría decirte que te aprecio.
Que me caes bien.
Que me pareces buena gente.

Me gustaría decirte que me gusta salir y socializar.
Como a ti.

Que me gusta ir de bares y charlar con unos y con otros.
Que me gusta echar risas y tomarme una copa de más.

Pero también me gustaría decirte sin que te ofendas que no quiero que me abraces.
No quiero que me beses.
No quiero que te acerques demasiado.

Me gustaría pedirte que no insistas.
Que no me hagas sentir mal por querer ser precavida y guardar las distancias.

Me gustaría decirte que lo he pasado fatal encerrada en casa durante dos meses y que no quiero volver a lo mismo.
Me gustaría decirte que en mi trabajo estoy rodeada de personas de riesgo y no quiero ni arriesgarme ni poner en riesgo a otros.

Me gustaría decírtelo sin que me taches de rara.
De aburrida.
De desconfiada.
De hipocondríaca.
De antisocial.

Me gustaría decirte que no soy ninguna de esas cosas, pero que simplemente este es el momento que nos toca vivir.
Y que trato de llevarlo lo mejor posible aunque me cueste.
Y que a mí también me gustaría besarte y abrazarte y acercarme mucho a ti y tomarme dos mil cervezas y olvidarme de lo que está pasando.

Pero no puedo.

Qué vamos a hacerle; me puede la responsabilidad.
Y ni con dos mil copas encima soy capaz de olvidarme de lo que está pasando.
De que hay por ahí suelto un virus cabrón que mata a las personas.
Y de que no se ha ido.
Y de que por eso debemos de tener cuidado.
Y perdona que te diga que me importa una mierda si tú no quieres protegerte pero yo sí quiero hacerlo.

Así que por favor...
Cuando te pida que no te acerques tanto
que no me abraces
o que no me beses
no me mires como si fuera un bicho raro.

Y no te preocupes.
Si te parezco una aburrida me lo dices...

Y me voy.

#SafeCreative Mina Cb

domingo, 21 de junio de 2020




LA AVENTURA DEL RECICLAJE

Me gustaría aprovechar esta ventanita para plantear una inquietud que me tiene desasosegada:

¿Soy acaso la única que siente un enorme alivio cuando por fin baja la basura del reciclaje?

Porque a ver; yo, como casi todo el mundo, tengo mi cubo de orgánica con su tapita debajo del fregadero y el resto lo voy metiendo donde me parece: el plástico en unas bolsas de las que todavía me quedan, el papel en las sacas vacías de la arena del gato, y el vidrio en una caja que tengo en la galería y que reutilizo hasta que se desfonda, bien por el peso o bien a causa de los restos de líquido que quedan en las botellas. Y así como la orgánica la controlo más, por el tema de la higiene y los olores, con el resto soy bastante anárquica, o sea voy echando y echando y echando, y cada vez que salgo a la galería y compruebo cómo los recipientes se van desbordando pienso aquello de undíadeestoslatengoquebajar, y sigo echando y echando y echando... y llega un momento en que una bolsa está llena, y en vez de retirarla pongo otra, y cuando la caja se desborda de botellas y de bolsas y de todo, me decido a hacer ese viaje que parece el éxodo de la tribu de Moisés a la tierra prometida:
Agarro todos los recipientes, los amontono en la galería donde no manchen el suelo, salgo a la entrada, abro la puerta de par en par encerrando primero al gato en el dormitorio para que no se me escape, cojo toda la parafernalia, la coloco sobre el felpudo para que no escurra, vuelvo y cierro la puerta de la galería, salgo al rellano, cierro la puerta del piso y empiezo con el malabarismo de bajar las escaleras sin que se me caiga nada. Al llegar a la entrada lo dejo todo en el suelo, abro la puerta, lo saco a la calle, cierro la puerta y afronto la excursión hasta el contenedor con la nueva sesión de malabares, esta vez con el aliciente del público que asiste al espectáculo, para el que voy ataviada, como debe ser, de Maruja diplomada, y que gana en emoción si uno de los recipientes cae al suelo, el contenido se esparce por el pavimento y algún voluntario se acerca con la intención de ayudarme y yo le digo nonoquetevasamanchar y en realidad lo que no quiero es que vea que llevo la caja a reventar de botellas de cava y de cerveza, de modo que recojo, muy digna, los desperdigados desperdicios, y consigo llegar sana y salva hasta el contenedor, momento de abordar la siguiente odisea, consistente en ir tanteando si las puertas se pueden o no abrir mientras me ocupo de que nada se me caiga ya que, al tiempo que deposito cada paquete de residuos en el lugar idóneo, he de tener cuidado de que lo que queda por tirar no se me escape de las manos, amén de andarme con ojo porque, según el peso del paquete y la altura del contenedor con respecto a la mía, corro el riesgo de precipitarme de cabeza dentro del mismo. Pero la verdad es que el esfuerzo vale la pena ya que, una vez que me desprendo de todo, vuelvo a casa feliz, realizada, ligera como una pluma y con una sensación de alivio comparable a la que una tiene al levantarse de su inodoro después de dos semanas haciendo popó fuera de casa. 

Por favor... decidme que no me pasa sólo a mí.

#SafeCreative Mina Cb

sábado, 20 de junio de 2020




PODEROSO CABALLERO

Esta vez no estoy de acuerdo 
con don Fernando Simón.

Nos pide que nos quedemos
quieticos en la región 
y no vayamos a Euskadi,
a La Rioja o Aragón 
de no ser (lo ha recalcado) 
que haya una buena razón...

Y van a abrir las fronteras
mañana, sin remisión, 
para que vengan en masa 
los de la Pérfida Albión, 
los germanos, los franceses 
y el resto de la invasión

que puede que, entre las cosas 
que traigan en el avión 
lleven, vil y traicionero, 
a ese virus tan cabrón
nos la líen, y se larguen
dejándonos el marrón.

Tanto usar las mascarillas 
y tanta separación.
Tanto pedir citas previas,
tanto con la prevención...
y ahora que vienen los guiris 
se abre de golpe el telón , 
y lo que a mí se me pide 
que no haga, por precaución, 
como Pedro por su casa 
podrá aquí hacerlo un teutón.

“Poderoso caballero”, 
dijo el autor del Buscón.
Quevedo, aún en estos tiempos
sigue teniendo razón.

#SafeCreative Mina Cb

viernes, 19 de junio de 2020




El suicida no existe.

Se arrastra, llorador, por el subsuelo,
anónimo como agua residual.


Hiede a moho su líquida tristeza
mas nadie lo percibe.

Y él sigue su descenso,
sigiloso,

señalando el camino,

desesperado y gris como la nada
que habita y que le espera.

No habrá notas con cruces
clavadas en los muros de la iglesia

y la palabra se silenciará
como si no existiera.

Sólo lagrimas curvas y afiladas
llorarán en silencio su partida

mientras la culpa cae,
heladora e hiriente,

como lluvia de invierno.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen: Gaudia Quiro
(Serie "NIños suicidas")

jueves, 18 de junio de 2020




8 AÑOS


Hoy se cumplen 8 años 
de que este cuento empezó
y quiero daos las gracias 
desde mi humilde rincón.

Minina intenta llegar
cada mañana su cita 
con la prosa con el verso 
al filo del mediodía 

y sois muchos lo que vais 
a lo largo de las horas 
dedicando unos minutos 
a echar un ojo mis cosas. 

Hemos compartido amores,
alegrías y tristezas, 
anécdotas y aventuras, 
unas mías y otras vuestras. 

Hemos publicado libros,
hemos ido a recitales,
y hemos hecho, sobre todo
grandísimas amistades.

En fin... que aunque algunas veces
me deis alguna colleja
el balance es positivo...
por eso sigo en la brecha.

Pero, tenedlo muy claro,
lectores y lectorcitas:
sin vosotros ahí detrás
no escribo una sola línea

#SafeCreative Mina Cb