jueves, 28 de febrero de 2019




“TODOS SON IGUALES”

Sucedió hace no mucho. La chica, una niña a mis ojos, se deshacía en lágrimas. Su novio, nos contó, recogía las cosas de la casa que ambos habían compartido mientras ella estaba fuera. No había, como es lógico, modo de consolarla y yo me debatía entre mentirle diciéndole que seguro que se arreglaba porque el amor lo puede todo o confortarla asegurándole que, una vez pasara elduelo, su vida iba a ser mejor. Una nunca sabe bien qué hacer en estos casos porque a los veintipocos el mundo es todavía de color de rosa y, digas lo que digas, no te van a hacer caso.

Me acerqué con cautela, justo a tiempo para escuchar cómo dos amigas (ambas casadas por cierto) le reprochaban que llorase, diciéndole que todos son iguales y que no existe un solo hombre que merezca la pena, y la abracé, susurrándole al oído que no las escuchara, que llorase todo lo que le diera la gana y que no le guardase rencor al chico, que si él se marchaba igual era porque no le convenía, porque a veces nos equivocamos y es mejor ser valientes y rectificar que comprometernos con la persona equivocada. 
Y que tal vez más adelante, cuando las lágrimas se le acaben y recupere la sonrisa, se tropezará con alguien que merezca, no la pena, sino la felicidad.



#SafeCreative Mina Cb

martes, 26 de febrero de 2019




LAS PRMERAS MARGARITAS

Lo mejor de estos anticipos primaverales es que a una le hacen los ojos chiribitas pensando en lo que queda por llegar. Que ya sabemos que en febrero no es plan de sacar el bikini y subir a tope el termostato del frigo, y que hasta el cuarenta de mayo no hay que quitarse el sayo y que cuando marzo mayea mayo marcea. Pero es que la llegada del buen tiempo ya es irreversible para la naturaleza. Hace una semana vi las primeras margaritas, que para mí, que soy una moñas sin complejos, son lo más de lo más del despertar de la naturaleza. Y además son azules al principio. Y cuando están cerradas. Por eso es tan difícil identificarlas cuando no hace sol. Y esta mañana había abejas, y mariposas, y colgaban racimos de esporas de algunos de los chopos. Que lo siento por los alérgicos, pero a mí me encanta ese momento en que amarillean y hacen que los árboles parezcan de oro a la caída de la tarde. Y colzas, que son esas florecitas gualdas que aparecen por todo y que, cuando brotan las amapolas, convierten el campo en un festival de colorines. Y ya azulea el romero, y en seguida el tomillo llenará los montes con su aroma, y las retamas amarillas alegrarán las grisáceas cunetas... Y sí, ya sé que falta mucho, y que el invierno volverá con furia y el cierzo hará temblar de nuevo los cristales, pero no es momento de pensar en ello, sino de llenarse los pulmones y los ojos con esta explosión de sol que posibilita, un año más, el asombroso milagro de la primavera.



#SafeCreative Mina Cb

lunes, 25 de febrero de 2019




ENTRE PARÉNTESIS

Podría quejarme todo el tiempo.

Ser realista y empezar

(cada vez que me levanto del sofá
y siento cómo mis rodillas chirrían y se quejan,
entumecidas y dolientes)

a mascullar que la vida es una mierda
y que cualquier tiempo pasado

(incluyendo esa turbulenta adolescencia
en que me miraba con asco en los espejos
y me hubiera pegado dos tiros de saber
todos lo que me esperaba antes de llegar
a ese punto en el que todo te la trae al fresco)

fue mejor.



Inma

viernes, 22 de febrero de 2019




RUTINAS

También a mí me sucedió:

Había un día de la semana fijo para fregar el suelo,
me lavaba el pelo martes, jueves y sábado
(sufriendo el lunes al pensar que lo llevaba sucio)

iba al cine el domingo

intentaba comer siempre a horas fijas
alternando en la dieta la carne y el pescado
de modo sistemático
y hacía igual con pasta, legumbres y verduras.

Me sentía fatal si me daban las once dormitando
y era incapaz
de beber alcohol por las mañanas
o de apurar la noche
(aún no teniendo que madrugar al día siguiente)
un martes, por ejemplo.

Sobrevivía,
resignada y metódica
entre el lunes y el sábado

ansiando el oasis del domingo

y a su vez once meses

anhelando el edén vacacional.

Sé que era yo...

mas no fue en esta vida.




Inma Benítez

jueves, 21 de febrero de 2019




DE CERO A CIEN

Avanzaste deprisa:

De cero a cien y sin retrovisores,
machacando el asfalto,
reventando el motor,
quemando los neumáticos, sembrando
de chatarra el trayecto recorrido.

Y ahora te toca
(así es la vida a veces)
volver a la casilla de salida,

el sol cayendo a plomo y los fragmentos
de todos esos chasis desguazados
clavándose en las plantas de tus pies.

Desnudo al fin y expuesta
a los ojos del mundo tu maldad.



Inma Benítez

miércoles, 20 de febrero de 2019




AMOR AVIAR

Cómo llegó hasta aquí es un gran misterio. Puede que el aterrizaje alguna noche de una nave espacial. O el desalojo de un extinto taller de costura. O incluso la caída desde el cielo igual que un meteorito. Que cosas muchísimo más raras han sucedido en esta granja.

El caso es que desde entonces Felipe no ha vuelto a ser el mismo. Era el rey, como dice la ranchera. El rey de reyes. No había otro en el lugar con su porte y su tronío. Las hembras se lo disputaban, desplumándose las unas a las otras y él ahí, cumplidor y dignísimo sin bajar de su atalaya de señor del corral. Hasta aquella mañana en que el objeto apareció y ya no hace otra cosa que rondarlo. Está como mohíno; apenas come, no duerme y ya nada le llama la atención. Ni la música de los Chunguitos, con lo que le gustaba. Pasa el día y la noche pegado al maniquí, y solo reacciona cuando alguien se aproxima al mismo. Lo hemos intentado todo: hasta narcotizarlo y hacer desaparecer el objeto mientras duerme, pero no hay manera; casi dejó tuerto al veterinario al intentar pincharle, menudo es él cuando saca a pasear el genio.

De modo que ahí está, como un juguete a pilas, girando en torno al torso como la tierra gira alrededor del sol. 

Pobre Felipe. Para una vez que se enamora...



Inma Benítez

martes, 19 de febrero de 2019




WHATSAPPEO, LUEGO EXISTO

Estoy un poco harta del personal que en vez de vivir su vida la retransmite... en fin; no me molesta demasiado mientras no me incordien, pero me toca bastante las narices en determinadas ocasiones.

Me explico:

La otra tarde fui a un concierto: algo en plan familiar, en un local pequeño y en acústico y con una concurrencia de la que se podía pasar lista aunque de edades muy variadas. 
Pues bien; mientras que la chavalería veinteañera (que es la que se supone que está enganchadíiiiisima a las redes) disfrutaba de la música, un par de cuarentonas (cincuentonas tal vez) tiraban sin parar de móvil en plan mira que grabo mira que echo foto mira que comparto por whatsapp... que insisto en que me la traería al fresco de no ser porque estaban justo delante de mí y cada vez que colocaban el aparato en posición me restaban visibilidad. Pero oye, una es comprensiva y no dice ni mú.

Pero a lo que voy: que cuando una de las tipas, tras dos cañas y tres cuartas partes del evento dale que te pego a la tecla, que no me faltó nada para requisarle el móvil (maldito sea mi astigmatismo, no llegaba a leer los diálogos pese a tener el aparato bajo las narices) y ponerle al interlocutor eso de “paso de mandar más fotos, si no has podido venir pues jódete”, y justo cuando el grupo anunció que el recital había terminado, empezó a dar palmas para sumarse, enfervorecida, al coro de los del “otra otra”, yo estuve por acercarme al escenario, quitarle el micro al cantante, que es amiguete mío, y decirle a la pava a gritos, señalándola:

“A ver, tú, la de rojo: ¿Para qué quieres que sigan si no les has hecho ni puñetero caso?”



Inma Benítez

lunes, 18 de febrero de 2019





LA PAZ

Una plácida aurora,
una ventana abierta
y el sol entrando a mares,
amarilla caricia que todo lo ilumina,

y un silencio que invade la casa,
rebotando en los muros
desnudos e impolutos
como hojas de papel
en las que todo está por reescribirse.

Y los huecos,
los espacios vacíos
que nos van sorprendiendo a cada paso:
los enormes cajones,
los desnudos percheros,
el cepillo de dientes desmayado en el vaso,
torpe aún, inestable el equilibrio…

El cubo de la ropa que no pesa,
la nevera que se ha ido vaciando,
yogures que caducan,
el pan endurecido,
el enorme sofá y el frío de la estancia…

Y el recuerdo al asalto,
y el síndrome maldito de abstinencia afectiva,
y esa densa zozobra gélida e inquietante
que nos lleva al ayer,
flashback patético, ridículo, engañoso,

persistente cordón umbilical
que ya nada sostiene,
que ya nada alimenta,
que ya nada construye…

Es costosa la paz.

Inma Benítez
Imagen: Amanda Cass

domingo, 17 de febrero de 2019




LAS CASAS BARATAS


Vivir en las casas baratas eran palabras mayores porque aquel barrio no tenía de nada y estaba a tomar por el culo de lejos además. Menos mal que el padre Lasa era terco como una mula y gracias a su tesón fue consiguiendo que la modernidad llegase al barrio. Quienes le conocieron dicen que se aposentaba ante los despachos de la gente influyente y no se iba de allí hasta ser recibido y escuchado. Y que llegó a quitarse la camisa para dársela a algún necesitado. Aunque igual son leyendas, no lo sé.

Lo que sí sé es que el Barrio era el extrarradio del extrarradio del extrarradio: no había farolas y las calles estaban sin pavimentar. Mis padres regentaban entonces una tienda de cortinas en la que se vistieron una buena parte de las ventanas de esa zona, y recuerdo una noche en que, yendo yo con mi padre, la dos caballos encalló en un charco de lodo y no sé ni cómo llegamos a cenar, porque aquello parecían arenas movedizas dispuestas a engullirnos.

Ese fue mi primer contacto con el Barrio. Porque allí había hasta escuela y, de no ser porque hubiera amistad entre los padres, era prácticamente imposible que los niños coincidiéramos. No eran tiempos tan peligrosos como estos, pero ninguna madre con dos dedos de frente dejaba a su retoño atravesar la ciudad de punta a punta ni de Norte a Sur ni de Sur a Norte. Y más teniendo en cuenta que la mayoría de los pobladores fueron gentes venidas de otras partes del país durante los años del resurgir económico posterior a la posguerra. Desconocidos en resumen.

Claro que aquellas diferencias empezaron a limarse primero entre los estruendosos bafles del Aladino y más tarde en la ETI, Jesuítas y el Instituto. Fue entonces cuando todos nos juntamos y las cuadrillas empezaron a mezclarse, y se formaron parejas mixtas en las cuales los chicos, que entonces acompañaban a la novia a casa por la noche, andaban cada dos por tres de romería por la escalinata de la Torre Monreal. Que creo que por eso algunos se casaron tan pronto, que lo que gastaban en hipoteca lo ahorraban en suela de zapato. Nos dimos cuenta entonces de que no éramos tan distintos, más que nada porque, para cuando el encuentro se produjo, las calles ya estaban asfaltadas y había farolas, oficinas bancarias, supermercados, un cine y dos iglesias. Fue precisamente la parroquia de San Juan la que se convirtió en el motor sociocultural de la zona, sacándose del sombrero las fiestas y con ellas el que sin duda es el elemento más popular del Barrio de Lourdes: el Paloteado de San Juan, que en sus inicios se celebraba el mediodía del domingo, a pleno sol y con una resaca fabulosa, porque las del Barrio eran unas fiestas animadas a las que los cascoviejícolas nos apuntábamos con el mismo entusiasmo con el que, una semana más tarde, celebrábamos las nuestras, en las que acogíamos amorosamente a los pobladores de allende la Avenida Santa Ana.

Hoy el Barrio ya no es el extrarradio del extrarradio del extrarradio. Es una barriada accesible, moderna y populosa con comercios, festivales de cine y centros culturales. Lejos quedan ya los años en que mis amigas se hacían acompañar porque les daba miedo subir a casa solas y me da que el día menos pensado, como no les pongan la biblioteca y el ambulatorio de una puñetera vez, los vecinos del Barrio van a convocar un referéndum para independizarse del resto de la ciudad... aunque, y pese a la modernidad, el asfalto y las rotondas, algunos de los pobladores sigan anunciando, cada vez que enfilan la curva de Padre Lasa con la Avenida de Santa Ana, la setentera y nostálgica frase de:

“Me bajo pa Tudela”

Inma Benítez

sábado, 16 de febrero de 2019





MUDÉJAR

Déjame ver tu historia en el espejo:

El chirriante graznar de las poleas
y el continuo trajín de los canteros
tallando los sillares
hasta alcanzar la dimensión exacta...

Y el cierzo impenitente
incrustándose en las encallecidas manos

y la voz poderosa del maestro
y el agrio ronroneo del serrucho
y los clavos entrando en la madera...

Y el enorme coloso levantándose
entrelazando cruz con arabesco

piedra tras piedra
minuto tras minuto

en busca siempre de la eternidad.



Inma Benítez

viernes, 15 de febrero de 2019




LUGARES COMUNES

A veces me gusta volver sola 
al lugar donde todo comenzó. 

Sentarme al sol 
evocar el camino recorrido 
y constatar que lo importante

(como dice un buen amigo) 

es 

desearlo de verdad.




Inma Benítez

jueves, 14 de febrero de 2019





CATORCE DE FEBRERO

Aquel San Valentín fue amargo y gris
como lluvia de invierno.

Se veía venir
por otra parte

y no había paquetes escondidos
decorados con lazos
y papel de colores.

No tuvo compasión el calendario
y el mazazo cayó
pesado e implacable

abriendo paso al fin a la evidencia.

Amar es algo más
que besarse un catorce de febrero.



Inma Benítez

martes, 12 de febrero de 2019




TRECE Y SIN UN CHAVO

Estoy entre el cedé, la cazadora,
la colonia, el jamón, la camiseta,
la cena en el Arzak, la bicicleta,
el pantalón de esquí, la afeitadora...

Vacilo entre el netflix, el móvil chino,
el bono para el centro de masaje,
la tablet, los prismáticos, el viaje,
las gafas, el decantador de vino...

Mas lo cierto es que no tengo dinero
ni tiempo para andarme con pesquisas.
¡Mecagüen el catorce de febrero!

Pero como es más guay si lo improvisas
apañaré un disfraz de fontanero 
y al menos nos echamos unas risas.

#SafeCreative Mina Cb




PETARDOS

Me parece increíble que haya gente que sepa de todo. De todo y de todos, oiga; porque no solamente son capaces de abordar con éxito cualquier materia que aparezca en una conversación sino que además conocen al dedillo la vida y milagros de quienes les rodean. Aunque esas personas sean ajenas a ellos, en plan ese vecino que vive dos portales más abajo y que ni siquiera se ha dado cuenta de que existen. Da lo mismo: ellos se han de mantener informados acerca de si se ha echado novia, está de vacaciones, ha pillado la gripe o su mamá se ha ido a vivir al extranjero. 
La verdad, no sé cómo lo hacen: debe tratarse de personas con una retentiva del copetín, porque yo por las justas conozco a los que viven en el bloque de enfrente... y eso que llevo un montón de años en la calle. Y en cuanto a lo de la vastedad de mi cultura pues lo mismo... sé lo que sé y hay veces que no puedo meter baza. O sea que no tengo ni idea de lo que se habla y me quedo en un rincón, escuchando si el tema me interesa, o bien me quito de en medio si la cosa me aburre. El caso es no cagarla si es posible. 
Pero estos seres no. De hecho, en mi barrio hay un chico extranjero que yo no sé por qué se fue de su país, porque menudo desperdicio. Allí podría ser ministro de algo. Y es que es de los que saben de todo. De todo y mucho. De todo y más que nadie. Digo yo que tendrá muchísimo tiempo libre. Y una memoria de elefante. Y luego la capacidad para desarrollar el tema y que además el auditorio le haga caso. Que hay veces que los eruditos no tienen en cuenta eso: que a ti no te interesa, o que vas con prisa, o que estás hasta el gorro. No. Les preguntas la hora y te sueltan una conferencia sobre los husos horarios que se remonta hasta el reloj de sol. Da igual lo que comentes que te han de dar la chapa. Yo los evito y, si me pillan, me hago la loca. Es más, ya están tardando en inventar esa aplicación del móvil que tú lo toques en el bolsillo cuando te tropiezas con un petardo de estos y el aparato suene como si fuera la sirena de un camión de bomberos. Y así el conferenciante salga a toda prisa, no vaya a ser que se haya desatado un pavoroso incendio y se lo pierda. 

Y no pueda opinar en los corrillos. 

#SafeCreative Mina Cb

lunes, 11 de febrero de 2019




PLEBEYO


No me gustan los donceles
que se enzarzan en torneos
y te llenan de trofeos
las mesillas y anaqueles.

Ni los galanes osados
de maneras dieciochescas
que andan todo el tiempo en grescas
y están siempre amohinados.

No estoy ya para tenorios
medievales y machistas
que entre sables y conquistas
pasan la vida en jolgorios.

Ni para hombres biempensantes
que creen que a las señoras
nos basta con lavadoras
y sortijas de brillantes.

No te me hagas, pues, el chulo
con regalos de escopeta
no sea que te los meta
por el mismísimo culo

que para comer perdices
me pillas ya un poco espesa:
Te buscas una princesa
y que seáis muy felices.


#SafeCreative Mina Cb
("La Cenicienta que no quería comer perdices")