domingo, 29 de septiembre de 2013





CUANDO NOS SEPAREMOS

Derramaré mis lágrimas con sangre,
retorceré las nubes en el cielo,
asolaré las tierras de labranza
y mataré a las aves en el vuelo.

Revolveré la tierra con el mar
y haré que se destruya el mundo entero.
Ni el mismo dios podrá ya detenerme,
ni el diablo, ni los ángeles, ni el miedo…

Incluso ya morir será lo mismo:
vivir sin ti será perder el tiempo.

Pero antes de ensañarme con los hombres
me encerraré a soñar mi último sueño:
soñaré que me abrazas y te abrazo,
soñaré que me besas y te beso,
soñaré que me miras y te miro,
soñaré que me quieres… y te quiero.

Y antes de despertar, te miraré
y abrazaré a mi almohada tu recuerdo,
la llenaré de flores y de amor
y correré para esconderla lejos,
donde nadie la pueda descubrir,
donde descanse al fin nuestro secreto…

Sólo la nada me verá llorar,
sólo la nada y más tarde el silencio,
y ese vacío que me inundará
el día en que tú y yo nos separemos.

sábado, 28 de septiembre de 2013




ERES

Son tus brazos mi abrigo y mi coraza,
mi hoguera y mi cobijo,
tibio rincón del que el calor no escapa.

Son tus palabras sólido alimento,
son como pan bendito,
son la sustancia de que estoy viviendo.

Son tus ojos mi espejo y mi linterna,
mi luz y mi camino,
el faro que me guía hasta la tierra.

Eres, en dos palabras, mi proyecto:
mi humano favorito,
el hombre imprevisible e imperfecto.

Eres, y pese a ti, lo que persigo,
mi ruta y mi destino.
Eres mi amor, mi amante. Eres mi amigo.
 





HOJAS SECAS

Duermo y sueño que marcho al final de la tarde
sobre un tapiz crujiente de hojas secas.
Está grisáceo el cielo tras la lluvia
y es opaco y sin nubes el paisaje
y el silencio se expande y se apodera
incluso del sonido de mis pasos.

Apenas puedo verme, apenas ya me escucho:
me adivino tan sólo surcando la grisura,
hollando la hojarasca,
enterrando las botas entre las piedras sucias,
levantando montones de polvo humedecido:
algo que hacer, algo que ver, algo en que proyectarme...

Algo que me permita ser consciente
de que aun existo y sólo estoy durmiendo…
Un indicio, un esbozo, una palabra… hasta un simple estornudo
que acuchille el silencio de este cielo cubierto
y rasgue en dos mitades desiguales la tarde.

 

 

viernes, 27 de septiembre de 2013



¡ATCHÍS!


La infancia de Úrsula estuvo marcada por la alergia. Ésta le provocaba violentos estornudos que formaban remolinos a su alrededor, asustando a sus amiguitas y rodeándola de un aura siniestra, como de niña poltergeist.

Tales eran las sacudidas que el alergólogo recomendó colocarle un collarín con el fin de evitar posibles fracturas cervicales. Tan sólo el día de su boda accedieron sus padres a retirarle la prótesis, y eso después de haberle sido administrada una dosis de antihistamínicos capaz de insensibilizar a una manada de hienas. Sin embargo, en el momento del sí, no se sabe si a causa de los nervios o del olor a incienso, Úrsula emitió un sísmico estornudo que hizo que su cabeza saliera despedida hacia el rosetón del crucero, dejando en el altar su cuerpo junto al atónito novio,  los padrinos y el pajecillo de las arras.

Tardaron más de dos horas en dar con la cabeza, que había perdido un ojo y los pendientes de la abuela (algo azul y algo prestado) y fue tarea de chinos reimplantarle la órbita, puesto que a causa del olor de la anestesia, Úrsula no dejaba de estornudar y el ojo salía despedido de continuo, de modo que el cirujano resolvió pegárselo al párpado con Loctite.

Así que a la pobre le ha quedado una cara de carpa que da grima. Y todo por culpa de la alergia.

jueves, 26 de septiembre de 2013







CON TUS OJOS EN MI ESPALDA

Camino con tus ojos en mi espalda
mirándome sin ver,
y tus labios pegados a los labios de mi mente
que besan sin sentir.

Mañana es otro día igual que ayer,
igual que hoy…
No sé muy bien qué haré ni qué diré
ni lo que tú dirás…

No sé si me recuerdas con tu mente
llena de cifras y de megabites.
No sé si entre tu tiempo sin fisuras
queda un minuto sólo para mí.

No sé, ya no lo sé, no sé muy bien
qué debo hacer, pensar, hasta decir…
No sé, ya no lo sé, ya no consigo
saber cómo podré llegar a ti.

miércoles, 25 de septiembre de 2013




 
LA FOTO
 
Se dio cuenta de pronto, cuando abrió la puerta y la vio, allí, descolorida y tiesa, esas sonrisas viejas y espantosas, tan naturales en su día pero que ahora se le antojaban tan ridículas.
 
Y lo entendió todo de repente: el cansancio, el desasosiego, la falta de actividad, y esa barriga que cada día le alejaba un poco más de la punta de sus zapatos. Entendió su desidia a la hora de arreglarse y esas canas a medio teñir de ella. Entendió la ausencia de invitaciones de sus amigos, la desilusión y el aislamiento.
 
Lo entendió todo.
Pero la amaba tanto como el primer día. De modo que, justo después de, ras-ras, rasgar la foto en cuatro grandes trozos, entró a la cocina donde ella preparaba la cena, le quitó el delantal, le soltó la melena sacudiéndole el flequillo para que éste ondease sobre sus cejas como tanto le gustaba y, tras estamparle un beso de tornillo que estuvo a punto de asfixiarla, la arrastró hacia el sofá de la sala y le dijo:
“Cariño: tenemos que hablar”


martes, 24 de septiembre de 2013




 
SECRETO
 
Sentiría deseos de escribir un inmenso poema de amor
y no quiero ni puedo sentirlos.
¿Quién sabe si, al vernos felices,
un travieso duende nos convierte en humo…?
 
Prefiero ocultarlo,
que nadie lo sepa,
que nadie transforme mi sonrisa en llanto.
Prefiero callarme,
que pasen las horas
sin que apenas sienta que te voy amando.
 
Prefiero mirarte,
que cojas mi mano
y después me beses sin decirme nada.
Prefiero que calles,
que no me estrangules
con una cadena de palabras falsas.
 
Prefiero el silencio
que encierra mil voces
antes que una absurda lección de rutina.
Prefiero la espera
que nunca se acaba
antes que la angustia de querer deprisa.
 
Prefiero la calma
de un adiós sensato
antes que la burla de la indiferencia.
Prefiero el cariño
que nunca termina
antes que un anémico amor de tormenta.


domingo, 22 de septiembre de 2013




LA ROSA

Nos queda la rosa:
han partido las fotos, los iconos,
los detalles superfluos,
los pequeños objetos que atestaron
mesillas y rincones.

Nos queda la rosa:
han redondeado el tiempo y las mareas
las piedras angulosas
que  se ensamblan, formando este castillo
que un día construimos.

Nos queda la rosa:
en medio de este mar de desatinos,
de esta tormenta,
de este ser y no ser, that is the question,
que estamos declamando.

Nos queda la rosa:
ya no nos queda ayer, sólo hay ahora…
minuto tras minuto
y mirarnos de frente, sin reproches.
Cada día es mañana.

Nos queda la rosa:
pétalos de carmín, verdes espinas,
conmovedora y frágil.
Nos queda lo esencial, el resto escapa…
y al fin queda la rosa.

jueves, 19 de septiembre de 2013




LA OTRA

Desde el momento en que nos miramos ya no existió nada más. Me atrajo su sonrisa, cálida y franca, que contrastaba con esos ojos apagados. Nos veíamos con frecuencia, hacíamos trabajos juntos y lo que en principio era una simple atracción se convirtió, al cabo de unas semanas, en un amor como yo jamás había sentido.
Él me huía en un principio: me hablaba tímidamente y evitaba mirarme de frente, pero yo sentía no obstante cómo su respiración se aceleraba al acercarse, y cómo sus manos temblaban al dejar los papeles sobre mi escritorio. Y mientras él reprimía sus impulsos mi corazón iba cada día más acelerado: empecé a arreglarme para ir al trabajo, me compré ropa, me teñí el pelo, perdí varios kilos sin necesidad de dieta: simplemente no tenía gamas de comer: me alimentaba con su presencia y sus palabras, con sus tímidos gestos, con su mirada esquiva.
Hasta el día en que él vio que las cosas estaban llegando demasiado lejos y me habló de ti. Que no quería herirme, me dijo. Que me quería pero que no era posible, me dijo. Que le olvidase, me dijo. Que llevabais demasiados años juntos, me dijo.

Pero yo no le escuchaba. Lo único que oía eran los latidos de su corazón y el crujido del mío al desgarrarse. Quise morirme. No era justo renunciar a él sabiendo que existía. Es lo que tiene el amor: puedes vivir tranquilamente hasta que descubres que esa persona existe y ya no es posible continuar sin ella.

Pasamos semanas esquivándonos. Pidió un cambio de departamento y ya apenas nos veíamos. Pero de vez en cuando nos cruzábamos en los pasillos y nos mirábamos con tristeza, como dos reos condenados a cadena perpetua.

Coincidimos de nuevo en la fiesta de fin de año. El resto ya lo sabes. No espero tu perdón. Sólo te pido que vuelvas la vista hacia el pasado y recuerdes los primeros tiempos, antes de convertiros en los desconocidos que ahora sois: los primeros tiempos, cuando él era lo más importante, cuando se te aceleraba el pulso sólo con mirarle, cuando pensabas que no podía existir más dicha que la de pasar la vida el uno junto al otro.
Cuando le amabas y él te amaba a ti.

Pues bien: así es como me siento yo ahora mismo.



Firmado: La Otra

miércoles, 18 de septiembre de 2013




EL FIN DEL VERANO

El cielo sigue azul pero la mar se agita,
van y vienen las olas, encrespadas, furiosas,
se revuelve la arena, se guardan las hamacas,
es el fin del verano… La playa está vacía.

Se expande el horizonte y la noche se aproxima,
el cielo se arrebola y el viento llega frío,
van mutando las nubes el naranja en plomizo
y las algas viscosas han tomado la orilla.

Sólo quedan vestigios, retazos de unos días
en los que detuvieron su curso los relojes,
sólo quedan pequeños fragmentos de basura:
Sólo queda nostalgia… Sólo queda rutina.








viernes, 13 de septiembre de 2013





VIERNES, 13
 
Me detengo un instante infinito:
veo mi vida reflejada en un salón vertiginoso
circundado por espejos convexos y cóncavos.
Me veo a mí misma ridícula, deforme…
 
¿Dónde estoy?
¿En qué cristal absurdo se ve reproducida mi amorfa figura?

Sueños:
futuro incierto y lejano;
tan auténtico como un presentimiento meditado,
tan intrigante como sangre vertida en celuloide…
 
Ambiciones:
pasado oscuro y lloroso;
tan ambiguo como el beso de un hermano ajeno,
tan penetrante como el prófugo sol del invierno…
 
Vida:
presente nuevo y ajado;
tan inocente como una ramera locamente enamorada,
tan avezado como un niño precoz en un despacho…
 
Siempre y nunca,
todo y nada,
cerca y lejos…
Esta noche quizás nazca un nuevo mesías,
esta noche quizás mueran lindas doncellas,
esta noche quizás salga negra la luna.
 
Mundo oculto,
realidad monótona:
sombra que brota cada día
por un lugar distinto;
luz que se oculta cada tarde
dejando el cielo oscuro.

miércoles, 11 de septiembre de 2013




 
PREGUNTAS DE HUMO
 
No desaparecían. Las preguntas nuca desparecían si no era tras haber hallado una respuesta. Era como el Principito, que una vez que había planteado una duda nunca quedaba satisfecho si ésta no era resuelta. Y la repetía una y otra vez, hasta el agotamiento, o hasta que al fin se daba cuenta de que nadie le iba a responder. Y es que no concebía que hay en la vida preguntas que quedan sin respuesta. Y que la única estrategia para sobrevivir a la angustia producida por las dudas es la de olvidar esas cuestiones para siempre, la de expulsarlas del cerebro y dejar que se disipen en la atmósfera y se alojen el ese punto lejano e ignoto en donde habitan todos los grandes enigmas de la humanidad.
 
Él, sin embargo, no conseguía deshacerse del halo de las dudas. Es más, cada vez que hacía una pregunta las palabras salían de su boca en forma de un interrogante de humo, y la única forma de que la ondulada columna se deshiciera para siempre era chocar con las volutas correspondientes a la respuesta esperada. Y así, cada cuestión sin resolver se sumaba a la anterior, y se iba viendo rodeado de una cortina de espirales de humo que llegó a impedirle la visión, y que no se deshacía con el viento, ni con la lluvia, ni con aerosoles químicos.
 
Hasta que llegó un momento en que su existencia se hizo insoportable, y un día abrió de par en par las ventanas de su casa para dejar que todas sus dudas se arrojaran al vacío  y lo liberasen, de una vez y para siempre, de esa insoportable maraña de densas, cenicientas, enigmáticas volutas de humo.

martes, 10 de septiembre de 2013






RINCONES DE OLVIDO
 
El cuaderno usado,
el vestido estrecho,
la muñeca rota,
el libro leído,
el disco rayado,
el zapato viejo,
la vajilla ajada,
el espejo mate,
el tapiz raído…
 
Los muros vomitan
cascotes blancuzcos,
gimen las cortinas
esparciendo el polvo,
chirrían los goznes
escupiendo herrumbre
y alumbran la estancia
(uno frente al otro,
uno en cada esquina)
dos pálidos cirios:
 
Dos velas que fueron
hogueras antaño,
dos vidas que fueron
una sola vida,
dos seres que fueron
dos seres amados,
dos almas que fueron
almas compartidas…
 
Dos sombras ausentes
que un día existieron
y que ahora son sólo
rincones de olvido.

 


viernes, 6 de septiembre de 2013




 
LA PRINCESA
 
La princesa Leocadia
ha perdido el apetito
y languidece en su lecho
pálida cual blanco lirio
sin que nadie halle la causa
de su inusual extravío:
 “Tal vez esté enamorada
cual la de Rubén Darío”
Apunta el rey, mas la reina
se halla con el alma en vilo…
 
… Hasta una noche en que escucha
cierto sospechoso ruido
e intrigada, se levanta,
se interna por el pasillo,
se acuclilla ante la puerta
del  juvenil camerino…
y al atisbar por el ojo
de la cerraja del mismo
ve a la cándida princesa
con el cocinero chino,
el cochero del palacio
y un mercader de tejidos
¡¡¡ desnudos !!! …  y enmarañados
en un tórrido amasijo
de ambigua morfología
e incomprensible equilibrio …
 
“¡Caray!”, se dice la reina
mientras desanda el camino:
“¡Cómo se nota que es hija
de un trapecista de circo!”

 


jueves, 5 de septiembre de 2013






SI TE TROPIEZAS CON UN OSO… (POR EJEMPLO)
 
Me encanta leer esos libros que ha escrito gente que ha viajado. O que dice haber viajado, porque yo creo que alguno de estos Indianajones lo que hace es recopilar batallitas de colegas, echarles una tonelada de imaginación y marcarse un tocho de cuatrocientas páginas que nos pone los dientes largos y los pelos como escarpias.
 
Lo último ha sido el manual de supervivencia de un reportero explorador que contaba a los oyentes de una emisora de radio cómo sobrevivir en la selva. Yo, la verdad, hubiera preferido que me hubiese dicho qué hacer para acabar de una puñetera vez con la plaga de hormigas que cada verano se adueña de mi cocina, pero le agradecí lo de las fieras, más que nada porque, nunca se sabe, lo mismo mañana voy al campo a coger unos tomates y me encuentro, digamos, con un oso. Pues bien, si uno se tropieza con un oso es importante no perder la calma. Y no venirse a menos. De hecho, lo más aconsejable es ponerse bien tieso, alzar los brazos todo lo posible y demostrarle a la fiera que somos casi tan grandes como él. Y si eso no funciona, pues correr. Pero en zigzag, que con los osos no vale lo de correr en línea recta. No, porque ellos son más bien torpones para girar… Y así, en zigzag, en uno de los quiebros, pues los despistamos. Vamos, que si se tropieza usted con un oso tiene que hacer como con los toros del encierro… un quiebro y lo despista.
 
Sin embrago, lo que son las cosas, si uno se encuentra con un elefante hay que correr. Y en línea recta. También valdría lo de tumbarse largo y confiar en que nos pase por encima pero sin pisarnos. Aunque claro, eso ya sería mucho pedir. Así que si se tropieza usted con un elefante, ya lo sabe: corra. Y en línea recta. Eso a no ser que en la trayectoria dé usted con un río infestado de cocodrilos. Claro que si es de día no hay mayor problema, porque los cocodrilos cazan sobre todo por la noche. Pero no se fíe: procure no nadar; píllese un bote mientras que llega el elefante y surque el río remando con lo que pueda… nunca con los brazos que le morderían. Y no se preocupe si el bicho le enseña las fauces, porque no comen madera. Otra cosa es que en vez de en el río acabe usted en el mar y se tope con un tiburón: en ese caso, procure mantener la calma, no salir de estampida porque el animalito se pone nervioso, aproximarse a un muro, un  atolón o cualquier otra superficie y esperar a que el pez se largue. Claro que si eso no ocurre o, si ya puestos en lo peor, ve usted que el escualo se aproxima, lo que hay que hacer es golpearlo en el morro o la aleta, que eso lo desconcierta y le da tiempo a usted de poner pies en polvorosa. O por lo menos de intentarlo.
 
Y en cuanto a lo de quedarse quieto, dicen que funciona muy bien si te encuentras un gorila, que además suelen viajar en grupo. O un gran felino, o sea un tigre, un león o un guepardo. Sí, porque los grandes felinos parece que sólo consideran comida aquello que tiene vida propia, o sea que se mueve. Así que nada, tú te quedas quieto, te haces el baobab y el leopardo pasa de largo y se va a buscar cualquier cosa que se mueva… qué se yo, un excursionista que esté huyendo de un elefante por ejemplo.
 
Pero al lorito, que lo peor son los rinocerontes. ¿Y por qué?, os preguntaréis. Pues muy sencillo; porque parece ser que a los rinocerontes se les toma por el pito de un sereno, o sea que no se les considera peligrosos y no hay un protocolo de salvamento y  cuando la gente se los tropieza no sabe si hay que correr, quedarse inmóvil, andarse con ojo o ir en zigzag. Y al final lo que hacen es darles una patada en la boca, como a los tiburones, y se tropiezan con el cuerno, como en los encierros. Y para cuando quieren hacer el quiebro ya les ha pegado el bicho un empentón que los ha mandado dos kilómetros más allá y han caído justo delante de una familia de leones. Pero como están inconscientes a causa del golpe no pasa nada... hasta que se despiertan y los felinos se dan cuenta de que se mueven, o sea son comida.
 
Y se acabó lo que se daba.

 


miércoles, 4 de septiembre de 2013




 
LA HORA DE LA VERDAD
 
Estaba profundamente dormida cuando él llegó. No se apercibió de su presencia hasta que sintió sus manos dibujando circulitos alrededor de su ombligo, la deliciosa línea que conduce hacia el pubis y que a ella tanto le gustaba que le acariciasen.
 
Sintió desde el primer momento el sospechoso aroma, pero era tal la ternura de sus dedos, hacía tanto tiempo que no la hacía sentir de esa manera, que se dejó llevar sin una sola queja. Él continuó, una interminable serie de caricias, como al principio, cuando eran novios y conseguían escaparse juntos y pasaban la noche besándose, tocándose, haciéndose el amor y luego durmiéndose en brazos uno del otro para experimentar, de madrugada, el inmenso placer de despertarse al contacto de unas manos, con la piel encendida, el vello erizado, el cuerpo expectante… Luego ya llegaron los años de vida en común con su rutina, sus niños, sus hipotecas y sus movidas… Y apenas nada de tiempo para el disfrute del otro. Y la agonía de los siete últimos meses, después del comienzo del año, con ese cambio suyo, esa decisión que había transformado sus vidas, que los había conducido poco a poco al borde de la ruptura: su ansiedad, su irritabilidad, todas esas manías que había adquirido de repente; esa obsesión por levantarse los domingos al punto de la mañana e irse a hacer deporte. Y lo huraño que se estaba volviendo: desde el momento en que comenzó todo, había ido recortando todas sus salidas hasta convertirse prácticamente en un ermitaño. Ya no quedaba con sus amigos en la peña para ver los partidos, ya no salían los sábados a tomar unas cañas, ya no se acercaban los domingos por la mañana al centro a sentarse en una terraza a comer calamares y croquetas… Y casi mejor, porque cuando alguien los invitaba él acababa enfadándose por cualquier tontería y montando tal bronca que, fiablemente, ella tenía que echar mano de toda su diplomacia, cogerlo por el brazo y llevárselo a casa.
 
Las manos de él la enlazaban ahora por la espalda, dulce, delicadamente, buscando la posición que a ella más le gustaba mientras le mordía el cuello y le susurraba al oído “Te quiero, te quiero… Se acabó, te lo juro, se acabó todo”.
Ella buscó su boca para silenciarla con un beso y se dejó llevar… como al principio… lenta, silenciosamente, sin pensar el las luces parpadeantes del reloj que le anunciaban, maliciosas, que aquella iba a ser una mañana horrible en el trabajo.
 
Cuando al fin se separaron, él la miró a los ojos con cierto temor y le dijo:
“Lo siento mucho, cariño. He roto mi promesa. Esta tarde, después del trabajo, he salido con un par de amigos. Nos hemos tomado unas cañas y, en fin, estábamos tan a gusto… ha sido como antes de empezar toda esta pesadilla: las bromas, las anécdotas de la mili, las discusiones de fútbol…. una cosa ha llevado a la otra… Hemos ido a casa de Enrique, ya sabes lo que pasa allí… cómo son, cómo se ponen de cabezones. En fin, el alcohol, el ambiente, la charla… al final no he podido resistirlo. Tanto me ha insistido su hermana que no me ha quedado otro remedio que decir que sí… sólo por darle gusto. Pero el caso es que al primero ha seguido el segundo, y al segundo el tercero…
 
Y bueno, que he acabado fumándome medio paquete.”
 


martes, 3 de septiembre de 2013





LAS PREGUNTAS
 
Llevábamos media tarde con lo mismo: llena volquete, engancha volquete, transporta volquete, vacía volquete. Yo tenía las piernas rotas de tanto estar acuclillada sobre el suelo del garaje y el serrín empezaba a irritarme la nariz. Pero los niños, ya se sabe, son infatigables.
La cinta de los Fruittis se había terminado hacía tiempo y ahora eran las noticias de las seis, o de las siete, lo que el altavoz del radiocasette escupía con desidia. Lo de siempre: trifulcas políticas, derbys deportivos, guerras, terrorismo… Y un tipo con un curioso alias al que habían sacado de la cárcel.
 
¿Quién es Malasombra?- preguntó mi sobrino sin desviar los ojos del camión, que en este momento ascendía por una montaña de arena bamboleando su carga peligrosamente.
¿Quién?- respondí casi al tiempo que estornudaba.
 
Y él- Malasombra. El señor de que hablaban en la radio.
Y yo- Es un terrorista que acaba de salir de la cárcel.
Y él- ¿Y por qué estaba en la cárcel?
Y yo- Por poner una bomba que mató a varias personas.
Y él- Y ahora, cuando salga de la cárcel… ya no pondrá más bombas, ¿no?
Y yo- Pues a lo mejor sí. La cárcel castiga a los delincuentes pero no cambia sus ideas.
Y él- Entonces, y si puede que vaya a seguir poniendo bombas que maten gente… ¿De qué ha servido castigarlo? ¿Para qué sirve la cárcel? ¿Y por qué lo dejan salir si no están seguros de que no vaya a seguir matando gente?
Y yo- Voy a prepararte la merienda. Esta mañana he comprado un tarro de nocilla, que sé que te gusta mucho.
 
Me levanté del suelo, volví a poner en marcha el casette con la cinta de los Fruittis y salí  rumbo a la cocina pensando que es una lástima que a las ruedas de prensa no manden a niños de cinco años en lugar de a periodistas.

lunes, 2 de septiembre de 2013





SOY DE SABINA
 
A veces me pasa. Que lo extraño. Que lo necesito. Que me hace falta escuchar sus palabras roncas, sus versos descarnados, sus fábulas urbanas, sus cuentos de princesas metidas a fregonas.
Lo necesito a veces, como se necesita un trago después de un sobresalto, un pitillo después de un buen polvo o la reconciliación después de una disputa.
 
Soy de Sabina como otros son del Barça o del Madrid. De playa o de montaña. Del pesoe o del pepé.
 
Soy de Sabina pues, por hábito, por tradición y por principios. Soy de Sabina por no ser de otra cosa. Soy de Sabina por cantante, por golfo y por gañán. Pero sobre todo por poeta. Soy de Sabina porque me nutre y porque me consuela, porque me conforta, porque me retrata. Porque me rescata incluso.
Soy de Sabina porque tiene una canción para cada momento de mi vida. Soy de Sabina porque se ha hecho viejo, porque ha pasado de la chupa al bombín, del gorgorito al carraspeo sin despeinarse, sin pedir disculpas. Con una dignidad poco común en esta mierda de país en la que hay que pedir perdón hasta por sobrevivir al almanaque sin complejos. Soy de Sabina por aquella noche inolvidable y loca en que acabé en un descampado, cantando a voz en grito sus canciones con un chaval al que acababa de conocer y que soñaba con ser artista y al que nunca he vuelto a ver. Soy de Sabina gracias a las turradas de mi hermano, que me hacía escuchar una y mil veces las canciones de aquél “Juez y parte” paleolítico. Soy de Sabina a causa de aquella “Mandrágora” que tantas y tantas vueltas dio en el giradiscos de mi hermana. Soy de Sabina, finalmente, por propia convicción, porque es el poeta que me inspira, que me emociona y que me sorprende. Soy de Sabina por bocazas, por rapsoda, por cuentista, por cronista. Soy de Sabina porque es capaz de escribir los versos que yo nunca inventaré. Porque ha vivido mil vidas y las mil las ha cantado. Porque moja su léxico en los clásicos, en la calle y en los arrabales porteños. Porque no hay palabra mal dicha en sus canciones. Porque sus historias son reales. Porque habla del amor con una rudeza brutal y hasta conmovedora. Porque sus canciones siguen haciéndome llorar aunque las haya escuchado un millón de veces. Porque es, con permiso de los grandes y para mi gusto, el más lúcido y brillante poeta de estos tiempos. Soy de Sabina porque sólo hay uno.
Y porque, después de más de media vida juntos, me sigue enamorando en cada verso.
 
En fin… soy de Sabina.