martes, 30 de septiembre de 2014



TIEMPO DE MUDANZA

Es duro, decía el otro día, enfrentarse a la tarea de dar la vuelta a los armarios. Y no sólo por el enojoso trance de descolgar, estirar, doblar, empaquetar y más tarde guardar, etiquetando las bolsas y las cajas en el caso de las más meticulosas. Ni siquiera por los traicioneros ataques de las perchas asesinas, que caen en tromba sobre nosotras cuando intentamos bajar del altillo la bolsa que las guarda tirando de las asas de la misma en vez de ir a buscar una escalera. Ni aun por el desagradable trance de comprobar que aquél botón que se desprendió al fin de la estación pasada sigue en el bolsillo del chaquetón, y que no se ha cosido a sí mismo durante su cautiverio.

No. Yo pienso que lo más duro de estas transformaciones el ese encuentro con el pasado y con nosotras mismas, esas dudas que nos asaltan cada vez al mirar los pantalones que seguimos guardando “por si nos vuelven a valer”, o al contemplar con tristeza el vestido con el que asistimos a aquella fiesta tan especial y que, pese a saber que nunca volveremos a ponernos, no nos atrevemos a tirar a la basura. O lo peor, al reencontrarnos de momento y sin previo aviso con aquella prenda que él, o ella, olvidaron en un rincón del armario antes de desaparecer para siempre de nuestras vidas. Y es que la mudanza de los armarios no es tan sólo un trámite que nos permite pasar del verano al invierno o viceversa. Es también un impass en la vida, un espacio para el recuerdo y los proyectos, para mirar atrás con una nostálgica sonrisa y para decidir, en un momento dado y sin precipitarse ni quedarse corto, rasgar en dos aquella blusa, llevar al ropero esas botas de tacón de aguja con las que acabaremos partiéndonos la crisma, rescatar y modernizar un poco esa chaqueta de piel que tanto nos gustaba y que ahora vuelve a estar de moda e incluso, y si se tercia, salir al balcón con un mechero y prender fuego a ese foulard tan horroroso que nos regaló, allá por los tiempos de Maricastaña, el novio aquél tan pesado que se fue a hacer la mili a Ceuta y a la vuelta, bastante tocado de fumar hachís, decidió irse de misionero a Sierra Leona, desde donde cada año nos sigue mandando una espantosa felicitación de navidad que lleva como posdata un “siempre te amaré”…

#SafeCreative Mina Cb

lunes, 29 de septiembre de 2014



LA SONRISA DE PAPÁ

Un día más la misma ceremonia que llevamos repitiendo desde hace varios años, desde que la naturaleza, o dios, o el curso de la vida, o quien quiera que sea quien rija nuestros destinos, decidieron colocarlo en la entrada del descenso a las simas del olvido y después cerrar la puerta. Un día más de llegar, como todos, los ojos y el corazón habituados al espectáculo de verlo marchitarse poco a poco. Un día más de acompañarlo sin pensar en el mañana. Ni en el ayer tampoco. Porque el ayer es la película de un personaje inexistente, que ya sólo pervive en la memoria y que se marchó hace tiempo a la busca de tiempos pretéritos. Primero fue hortelano… más tarde jugueteaba con el mantel, alineando los dibujos de la misma forma que lo hacía con las telas que tensaba en torno a los esqueletos de madera, allá por los tiempos de Machín y de Raimundo Lanas, cuando se metía las tachuelas a la boca y las iba escupiendo, tac, tac, tac… para clavarlas después, brillantes y alineadas, sobre los coloridos lienzos. Ahora, nos dicen las monjitas, está de nuevo en casa de su madre… camino de la infancia puede ser. Y casi no habla. Camina a pasos cortos, con los ojos cerrados, seguro de que los brazos en que se sustenta lo van a resguardar, como antes fue al contrario, de todos los peligros que lo acechan, impidiéndole tropezar, resbalar, pisar los charcos o ser atropellado por un coche. Sin hablar. Sin ver. Igual que un niño al que nada preocupa. Ausente aunque tangible.
 
Hoy era un día gris. Una otoñal mañana de suelos mojados y paredes frías. Un día más. O no. Hoy se han abierto sus ojos azules, para compensar, quién sabe, el plomizo color del cielo encapotado. Hoy me ha mirado. Me ha mirado de verdad, viéndome. Consciente de que era mi rostro el que estaba ante el suyo. Y ha sonreído. Una sonrisa dulce y amorosa, como aquéllas primeras, imagino, que yo le dediqué desde la cuna, hace mil años, cuando él aún era él y yo todavía no era nadie.
Y un gran rayo de sol ha llenado de luz esta turbia y anodina mañana de finales de septiembre.

#SafeCreative Mina Cb

domingo, 28 de septiembre de 2014


 





EL SOL DEL OTOÑO

El sol del otoño es pegajoso y remolón, como esas últimas moscas que perviven, zumbonas y nostálgicas, y se agarran a los cristales y a los azulejos como imanes de nevera, como tercos vestigios de una estación dulce y ociosa que se resiste a irse, o que más bien nos resistimos a dejar marchar. Y a lo mejor por eso es que nos gusta tanto dejarnos caer sobre los bancos o los crizales de las puertas, echar hacia atrás la cabeza y entrecerrar los ojos, adormilados como viejecitos con chaqueta de lana, y dejarnos poseer por la brillante energía de esas briznas de luz amarilla, que nos amodorran y nos sacan de este mundo, tan sólo por un momento, para llevarnos en volandas, un corto y errático paseo por el ya extinto, añorado, idílico verano.

#SafeCreative Mina Cb

sábado, 27 de septiembre de 2014



BELLA NADA MÁS

Qué agotamiento estar siempre divina,
ideal de la muerte, seductora,
atractiva, sensual, provocadora,
irresistible, etérea, femenina…

Qué cruz vivir esclava del espejo,
del tacón, del corsé, del maquillaje,
de que el foulard combine con el traje,
de que el rostro jamás parezca añejo…

Qué sinvivir vivir sin otra cosa
de que ocuparse que de la belleza…
Qué desperdicio para la cabeza
el de emplearse sólo en ser hermosa.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Sybile Art

viernes, 26 de septiembre de 2014



LAS PITAS

Sus esqueléticas figuras, que no sé por qué me recuerdan a un candelabro judío, me han fascinado siempre que los he visto adornando los caminos de mi amada Almería. Se levantan a poca distancia las unas de las otras, marciales y a un tiempo indisciplinadas, como si todas escuchasen la misma música pero cada una la interpretase de un modo diferente: una orquesta caótica y dispar en donde el director se hallaba todavía amodorrado tras la siesta del séptimo día, ese que siguió a la formación del universo, y estas pobres se hubiesen quedado ahí, desamparadas y absurdas, sembradas al azar, como con prisa, una manera de pasar el tiempo entre la creación de los mares y del cielo… algo anecdótico; un vegetal como traído por los pelos, medio árbol medio planta, condenado al oprobio de ir consumiéndose lentamente entre chumberas, inclinado ridículamente su envarado tronco, como en un adiós de payaso que nunca acaba de marcharse, lanzando hacia el suelo sus brazos, una desesperada avanzadilla cuyo objetivo sería el de impedir el fin inevitable, que no es otro que el de que el leñoso tronco se desprenda de su base y se mezcle, descompuesto, con la tierra, para servir de simiente a nuevos árboles que se elevarán más tarde, intrigantes y frágiles, y habitarán la misma tierra pero en distinto tiempo…

Como nosotros. Que no somos tan distintos, ahora que lo pienso…

#SafeCreative Mina Cb

jueves, 25 de septiembre de 2014



EL SINDIÓS DEL ARMARIO

Hay dos razones por las que no me gusta el invierno: la primera es porque se hace de noche a las cinco de la tarde, y la segunda y principal es porque se me va media vida en acicalarme: esto es, en verano se planta una un vestido indio, unas sandalias y un bolso de mercadillo y se echa a la calle en plan Joan Baez de los años del “No nos moverán”. Pero lo del frío es un rollo: camiseta, calcetines, botas, pantalones, jersey, chaquetón, guantes, bufanda, gorro… vamos, que tienes que llegar al curro media hora antes para que te dé tiempo de quitarte el suéter, desincrustarte los botines, arrancarte el vaquero que se te queda encajado en torno al tobillo y del que tienes que tirar como si aquello fuera la piel de una morcilla cruda, desembarazarte de accesorios térmicos varios, ponerte el uniforme y luego meter todo el utillaje en la taquilla, que a veces te da la impresión de estar siendo filmada para uno de esos programas de cámara oculta en los que el personal, además de aguantar que se le pitorree todo el mundo, tiene que escojonarse de risa al final del sketch porque si no los realizadores piensan que no tiene sentido del humor.

Claro que entre el vestido de Joan Baez y el uniforme de Edurne Pasabán afrontando un ochomil existe un tiempo muerto, una época innombrable en la que conviven leotardos y sandalias, abrigos y tirantes, viseras y polares. Me refiero a ese mal llamado entretiempo, que no es sino un sindiós indumentario en donde los armarios se convierten en un caos, un periodo en el que aún no hemos hecho el cambio de estación y nos resistimos a recoger la ropa de verano, aunque vamos sacando poco a poco del altillo las prendas invernales que, al no tener todavía plazas asignadas dentro del ropero, se van amontonando sin orden ni concierto sobre baldas, percheros, anaqueles, sillas, muebles zapateros o cualquier otra superficie. Y así, en tan sólo una semana, el armario se ha convertido en una especie de torre de babel indumentaria donde es imposible encontrar absolutamente nada, y donde las chancletas dormitan, una por cada lado, en el cajón de lencería mientras que el pareo cuelga, ridículo y deforme, de una de las perchas que hasta ayer utilizábamos para suspender los bolsos. Hasta que llega ese momento crucial en que, al fin, nos damos cuenta de que la semana que viene empieza octubre, de que los niños ya van a ir al cole por la mañana y por la tarde, de que la piscina cerró hace más de quince días, de que están empezando a instalar la iluminación navideña y de que, a lo mejor, y sólo a lo mejor, ya va siendo hora de que descolguemos el bikini del toallero del baño, de que vayamos al súper a encargar que nos guarden media docena de cajas vacías y de que dediquemos, aunque sea con un botellín de cerveza sobre la mesilla como yo lo hago, una tarde a la ineludible, depresiva y enojosa tarea de “dar la vuelta a los armarios.”

#SafeCreative Mina Cb

miércoles, 24 de septiembre de 2014



EL LOBO

Le entregarás tu vida:
le darás lo que sabes, lo que ignoras,
lo que serás, lo que eras, lo que fuiste,
lo que has de poseer y lo que añoras…
Lo que otros te entregaron y guardaste
para no compartir. Para ti sola.

Nunca tendrá bastante:
siempre te hará sentir poquita cosa,
siempre habrá quien te gane a inteligente,
a guapa, a femenina, a cariñosa…
Y esperará, por mucho que te esfuerces
y siempre por tu bien, nuevas mejoras.

Te dejará vacía:
te robará el aliento con su boca,
con sus falsos “te quieros” sibilinos
que te aprisionarán como una horca…
No cambiará… no existen los milagros…
No lo escuches… ¡Escapa!
………………………¡Escapa ahora!

#SafeCreative Mina Cb

martes, 23 de septiembre de 2014



¡AY… ESA PLAZA!

Atravesé el umbral cabizbaja. Temiendo lo peor. Creo que incluso iba recitando entre dientes el Jesusito de mi vida mientras veía, los ojos inundados en lágrimas, cómo las pequeñas gotitas resbalaban por entre el calado de las puntillas del vestido de cuadritos rosas y caían, húmedas y transparentes, sobre el impoluto suelo.

“¿¿¿Pero otra vez te han tirado a la fuente???”- rugió mi madre.
Yo no me atrevía a responder. En esos tiempos la pedagogía era una ilusión inalcanzable y todo lo que pudieras decir, como en las pelis americanas, podía ser utilizado en contra tuya. Así que asentí con la cabeza sin atreverme aún a levantar la vista mientras mi madre, resignada, me daba otro vestido y me decía: “No sé cuando vas a aprender a defenderte…”. Y a continuación yo salía corriendo hacia la plaza, seca, feliz y dispuesta a emprender nuevas aventuras: jugar a la comba, al marro, a la goma, al carabí carabá… y al churri, que me daba mucho miedo pero ahí estaba yo, con esos minivestidos que te dejaban al aire las bragas de punto que te había hecho la abuela sin que te importase un pito lo del escándalo público. Y es que para que te admitieran había que ser tan bruta como los chicos… o más.

Concurría en la Plaza de San Jaime una buena parte de la mocina que habitaba el casco viejo. Nos congregábamos en torno a la fuente del pez a eso de las cinco y cuarto, armados con nuestros bocatas de pan con chocolate o de chorizo. El pan se compraba en Gascón o en el horno de la Higuera y el chocolate, el chorizo o lo que se terciara en la tienda de ultramarinos de Jesús Rubio, donde la señá María, su legítima, se dedicaba a abroncar al pobre hombre delante de todo el mundo mientras colocaba en la balanza esas gruesas láminas de papel de estraza con que engordaría el importe de la cuenta del cliente. Allí había de todo; desde jabón hasta lentejas. Claro que los más exquisitos se podían acercar a Casa Briñas, donde el olor de las salmueras te recibía nada más pasar la puerta, o incluso a la pajarería del Siglo, que siempre tenía una tartera de arenques ante la fachada. Esa tienda nos encantaba a los chiquillos porque había pájaros de colores, conejos vivos, hámsters y a veces hasta loros Y porque olía raro. Y el suelo estaba sembrado de cascarillas de alpiste y de mijo. A mí me gustaban sobre todo esos palitos grises, pequeños cilindros de pasta que se utilizaban, creo, para alimentar a los conejos y que se deshacían al pisarlos, ras, ras… dejando un rastro de polvo granulado sobre el piso. Nunca me atreví a probarlos, pero me daba la sensación de que el sabor tenía que ser similar al de los palos que salían en los bozos de pipas que vendía la Chacha, que entonces era una viejecita vestida de negro que estaba siempre metida en ese kiosko cuadrado que tenía una ventanita desde la que se veían asomar las golosinas, las cuales a mí me estaban prohibidas excepto los domingos, y que algunos de los vecinitos consumían con regularidad. Eso y los bollos de nata de la Copeleche, que eran lo más parecido al paraíso que un niño podía imaginar. Había también un almacén de huevos, y una tienda de flores, y una agencia de viajes de cuyo techo colgaba un avión de plástico, que subsistía sobre todo de la venta de viajes a Mallorca para los recién casados, porque entonces el trivago y el low coast no existían ni en los proyectos de la Nasa. Y la perfumería de Echarte con sus flores de plástico. Y el suntuoso escaparate de almacenes Melero (almacenes… qué palabra), donde se exhibían las últimas novedades tecnológicas de la época, como las ollas Magefesa, esos misteriosos engendros que a las madres de algunas de mis amigas les daban tanto miedo porque, según se decía, podían explotar…
Y para terminar, el estanco de Melchor, que hacía honor a su nombre y en Navidades llenaba sus estanterías de reyes magos, portales, bolsas de musgo y nieve, ovejitas, pastores, fuentes, castillos y guirnaldas… que se nos compraban a los chavales como recompensa si habíamos salido bien parados de los exámenes del primer trimestre, y que llenaba la plaza de vida durante la época más fría del invierno, asemejándola un poco a esa Plaza Mayor de Madrid en donde Chencho, el de la gran familia, se le había escapado al pobre Pepe Isbert la tarde de Nochebuena… Y que nos hacía sentirnos importantes porque todos los habitantes de la comarca venían hasta aquí, a comprar espumillón y figurillas, mientras las zambombas sonaban a lo lejos y el escamoso y blanquecino pez seguía proyectando sobre el fondo nocturno el arco inacabable y transparente de su chorro de agua, que caía sobre la poza, haciendo círculos concéntricos, más y más grandes, hasta llegar al borde y resbalar por entre las rejillas del desagüe.

¡Ay… esa plaza!

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Jesus Marquina Arellano

lunes, 22 de septiembre de 2014



ANIVERSARIO

Hoy se ha teñido el día de recuerdos
de esa primera vez, tímida y cauta…
Hoy no soy yo, no soy más yo, me niego.
Hoy soy nosotros. Hoy soy añoranza.

Hoy era el día; hoy era el día nuestro.
Hoy era el día de beber champaña,
de festejar con risas y con besos…
De ponerle más velas a la tarta.

Más se tornó la fiesta en día de duelo:
en jornada tediosa y solitaria.
Un domingo durísimo y eterno…
¡Gracias a dios que existen los mañanas!

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Cathy Delanssay

domingo, 21 de septiembre de 2014



LO ETÉREO Y LO TANGIBLE

Sería insoportable vivir sin la presencia inevitable de la muerte, puesto que la vida se convertiría en una tediosa cadena de minutos que se sucederían los unos a los otros sin objetivo alguno: los proyectos serían inútiles puesto que no existirían plazos para llevarlos a cabo, y la alternancia de días y noches, primaveras y otoños, perdería su encanto al convertirse en una letanía inacabable, en un eterno y monótono soniquete sin ninguna armonía.

Lo mismo ocurriría en caso de aniquilarse la maldad del mundo, circunstancia que nos conduciría hacia una vida de ñoñería insoportable, un remanso de paz aburridísimo donde las emociones no tendrían apenas razón de ser; donde la placidez nos convertiría en haraganes y donde esa felicidad beatífica que nos vendieron en las estampas celestiales que representaban a serafines tocando la lira sobre los algodones de una nube se convertiría en un enojoso sinvivir del que nos sería imposible deshacernos.

Todas estas divagaciones se desprenden de esta imagen de un amigo fotógrafo, que ha querido plasmar un paisaje idílico proyectado tras la dureza de un muro de cemento; una construcción tosca y desconchada que contrasta fuertemente con la bucólica imagen de la nube en forma de aeronave. Habrá quien piense que el primer plano perfecto para esta instantánea, en lugar de esa fea muralla, debería ser la imagen de un niño tumbado boca arriba sobre el mullido césped de un frondoso prado, contemplando el infinito al lado de su padre, los dos felices en una soleada mañana de domingo. Pero a mi me gusta así, proyectada al fondo la silueta del avión, tras el muro descarnado que dibuja, sin quererlo, la delgada frontera existente entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal…
Entre lo etéreo y lo tangible.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de J Miguel Jimenez Arcos

sábado, 20 de septiembre de 2014


TE VI

Te vi a lo lejos y quedé cautiva
del resplandor de tu mirar castaño…
de ese tul transparente que protege
tu espíritu infantil y delicado.

Te vi un momento nada más, el roce
de un beso en la mejilla, tan cercano
que casi me dio miedo que sintieras
el temblor anhelante de mis labios.

Te vi y te supe, te sentí, te abduje,
me hipnotizó la magia de tus cantos…
Alguien me confesó que no eras libre:
Yo contesté: “Soñar no es un pecado”

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Mónica Carretero Ilustradora

viernes, 19 de septiembre de 2014



LA BICICLETA

Me llamó la atención hace unos días en casa de una amiga esta figura que reposaba sobre una de las repisas del salón. Me hizo gracia. La creí procedente de un mercadillo, pero ella me dijo que no; que se trataba de un regalo que alguien, un chico, le había hecho de niña, más bien de adolescente. Al chaval le habían encargado una tarea de pretecnología: un objeto realizado con una sola tira de alambre que no podía ser cortada. El resultado del trabajo fue impecable: una bicicleta de barra horizontal con sus dos ruedas, su manillar y su sillín en forma de corazón, armada de una sola pieza y que, además, se sostenía en pie apoyada sobre uno de los pedales.
Tan bien quedó la pieza y tan buena fue la nota que el profesor le puso que el chico se atrevió a regalar el velocípedo a la chavala que, ya por aquél entonces, a sus trece o catorce años, lo llevaba por la calle del dolor. Se lo entregó en una de esas veces en que se veían y jugaban a ser novios sin haberlo sido, y le dijo que por favor la guardase hasta el momento en que pudiera ocupar el lugar para el que estaba destinada: el salón de la casa que ambos compartirían… algún día.

Terminada esa época que separa la infancia de la adolescencia se acabaron los galanteos y ambos tomaron sendas diferentes. Y pasaron años enfrascados en sus vidas, cada cual por un lado y entregados a tareas bien dispares. Hasta que uno de esos bucles que al tiempo le gusta dibujar volvió a hacerles coincidir, adultos y experimentados, cargada la mochila con la necesaria dosis de alegría y dolor que atempera el carácter y apacigua el espíritu, conocedores los dos de lo que era nadar en otras aguas, y hoy esa bicicleta de alambre con sillín en forma de corazón ocupa al fin el lugar para el que aquel chaval la construyó, de un solo trazo, hace ya más de treinta años…

#SafeCreative Mina Cb

jueves, 18 de septiembre de 2014



FRAGMENTOS

La oscuridad y el silencio me aguardan tras las dos vueltas de llave. Era aún de noche cuando me he marchado. Descargo las bolsas sobre la mesa de la cocina. Levanto las persianas. Debería limpiar un día los cristales, pero es que me da tanta pereza… Echo un vistazo al teléfono por ver si parpadea la luz de los mensajes. No hay destello. Me quito las sandalias. Ahora me caben en el zapatero, antes tenía que dejarlas debajo de la cama, menudo bazar guardábamos allá… Recojo la compra: las latas al armario, los yogures al frigo… y dejo sobre el escritorio unas cartas del banco que han llegado y a las que echaré un vistazo cuando tenga ganas. Miro de reojo hacia el móvil, que reposa inactivo sobre la encimera, al tiempo que preparo un filete… ya no hago dos platos, para qué… primero y segundo, qué tortura, y todos los días el calvario de pensar en el menú. Pongo la carne en la sartén mientras consulto el correo electrónico desde la tablet. No hay nada interesante. Decido freír unas patatas por comer un poco más, que dice mi madre que me estoy quedando en la estampa. Miro el aceite calentarse, esos densos círculos concéntricos que preceden a las primeras burbujitas. Él siempre me reñía por dejar que cogiera tal temperatura, pero es que en mi casa siempre hemos sido de quemarlo todo, qué vamos a hacerle. Echo un ojo al facebook mientras se hace la fritura. Otra foto: qué monos ella y él, tan sonrientes. Ya no me hacen llorar, aunque me jode. Retiro las patatas y coloco un papel absorbente sobre el plato. Hasta hace una semana incluso de eso me olvidaba. Pongo la radio y cambio de emisora porque están hablando de los independentistas y ya me tienen harta con ese rollo, parece que en este país no hay otra cosa. Me siento y miro el filete, que para mí que tiene forma de avioneta, con esos cortes que le he dado a los laterales para evitar que se encogiera. Se ha tostado mucho y me sabe a cartón. No está bueno. O igual no me apetece. Lo guardo en un tupper y me como sólo las patatas.

Total, qué más me da…
Nadie me vigila.

#SafeCreative Mina Cb

miércoles, 17 de septiembre de 2014



HASTA DONDE NO EXISTAS

Llegaré al fin, lo sé, al punto sin retorno:
a ese lugar lejano en el tiempo y el espacio
donde tú ya no habites;
a esa vida que un día fue mía solamente…
Mía tan sólo,
solamente mía…
a ese ayer donde nadie evaluaba mis palabras,
donde nadie elegía mis vestidos,
donde nadie me hablaba de esos yóes
que yo podría ser…
Si yo quisiera.

Llegaré al fin, me consta, estoy segura:
no llegaré tan rápido cual llega
la Navidad al Corte Inglés…
(nada más terminar la vuelta al cole)
¡Ay! ¡Ya me gustaría!
Qué más quisiera yo
que alquilar una máquina del tiempo y escaparme
hasta donde no existas, da lo mismo
si días, si semanas o si meses,
si pasado o futuro…
Da lo mismo.

Poder multiplicarte por cero coma cero,
con un exponencial al infinito y, además,
convertirte en incógnita,
en grotesca cruz griega patizamba…
Hacerte nada
y elevarte a nadie…
Y dejarte vagando por los mares revueltos,
procelosos, volubles, indolentes,
de falsos, remolones escolares que podrían odiarte
como yo te odiaría…
… Si me fuera posible

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Cathy Delanssay

martes, 16 de septiembre de 2014



KILÓMETRO CERO

Sostenía el volante de forma mecánica, las manos apoyadas sobre el arco superior, una sucesión de giros rutinarios tantas veces realizados… La lluvia salpicaba los cristales, una cortina transparente y resbaladiza, al tiempo que las lágrimas le caían en forma de torrente, la nariz moqueando, casi sin respiración mientras la radio escupía a todo volumen el “Have a nice day” de los Bon Jovi, despertando en su interior una sensación de rabia y de tristeza que le hizo gritar a todo pulmón dentro del habitáculo, su voz resonando en los oídos y una frase rebotando en su cabeza, de lado a lado... “mierda de vida-mierda de vida-mierda de vida…”, cuando la curva apareció delante suyo de improviso: cerrada, inabarcable, inesperada… y el gris horizonte de amenazadoras nubes se la antojó terroríficamente próximo, y el coche planeó hacia el infinito. Y cerró los ojos con fuerza, como si con ello pudiera cambiar el curso de los hechos, y se agarró al volante, y apretó los dientes, la respiración contenida, y durante unos segundos inacabables sintió cómo todo giraba… una… dos… tres veces… y al fin la ausencia y el vacío.
Abrió los ojos, temiendo lo peor. La lluvia había cesado y las gotas resbalaban por el cristal, tímidamente, ridículos hilillos polvorientos. Tras el resquebrajado vidrio se extendían hectáreas de viñedos anegados. Las nubes se habían ido disipando poco a poco y no muy lejos, a la izquierda, pudo avistar el resplandor de los faros de los coches que circulaban por la carretera. Y rompió a llorar de nuevo, la barbilla apoyada sobre el colchón del airbag. Y la rabia y la tristeza rodaron, líquidas y saladas, por sus ardientes mejillas, mientras sus manos escarbaban en el interior de la guantera en busca del teléfono.

#SafeCreative Mina Cb
Óleo de Gregory Thielker

lunes, 15 de septiembre de 2014



BURBUJAS

Existe un rincón en el fondo del alma donde duermen todas las preguntas que nunca nos hicimos, bien por temor o bien por desconocimiento. Cada una de esas cuestiones se halla encapsulada dentro de un capullo, una pupa protectora en cuyo interior se atrincheran nuestras inseguridades y nuestros miedos, los cuales pueden permanecer ahí, como nidos de golondrinas, amarrados al sitio, molestos parásitos que nos permiten ser felices, incluso hasta el final de nuestras vidas. A no ser que un día, de repente, recibamos la señal y se produzca un terremoto interior que haga moverse la sólida estructura, y las preguntas vayan saliendo al exterior, líquidas y humeantes como pompas de jabón, y floten a nuestro alrededor, suspendidas en el aire hasta colocarse delante de nuestros ojos, momento en el que estallarán una tras otra, e iremos viendo cómo esos elementos que hasta ayer nos atormentaban y nos impedían avanzar se descomponen delante de nuestras narices, plop, plop… y se disipan, atomizados, en la atmósfera, polvo eres y en polvo te convertirás, y cómo todas esas asquerosas pupas que nos oscurecían la razón se van convirtiendo primero en grises gusanos repulsivos y más tarde en coloridas mariposas que alzan el vuelo, juguetonas y bellas, y se pierden, despreocupadas, en pos de las cortinas de luz que el sol del atardecer dibuja entre los árboles en primavera, llevándose prendidos de sus alas los jirones de todos aquellos miedos que dormían pegados a nuestras almas pesarosas y que, poco a poco, habían ido ensombreciendo nuestras vidas hasta casi aniquilarnos y matar nuestra ilusión.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Rebecca de Cachard

domingo, 14 de septiembre de 2014


TAL VEZ PUDO…

Buscaré otros mundos lejos de ti
donde no te encuentre en cada rincón.
Soñaré contigo, y al despertar, diré:
“¡Qué sueño tan tonto he tenido hoy!”

Estaré a tu lado, te guiaré.
Llamaré a tu puerta cuando ya no
tenga nada que me ayude a vivir…
Cuando ya no sepa ni quién soy yo.

Si nos encontramos, sonreiré;
tal vez, al hablar, me tiemble la voz,
tomaremos unas copas en aquel bar
que un día, abrazados, nos contempló.

Llevaré tu nombre pegado a mí
y tu compañía en mi corazón;
llevaré el recuerdo siempre junto a mi piel
de algo que, tal vez, pudo ser amor...

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Rebecca de Cachard

sábado, 13 de septiembre de 2014



EL ANGEL

Hay un ángel blanco
volando muy cerquita
que susurra a mi oído, 
cuando todo se hunde,
las palabras que yo necesito escuchar.

Nunca he podido verlo
mas estuvo ahí siempre
y solamente ahora,
en medio del seísmo
he podido sentir sus alas sobre mí…
Envolventes, azules, esponjosas,
acogedoras, dulces
y suaves como un beso maternal.

Sigo sin ver su imagen
a pesar de sentirlo
tras de mí, todo el tiempo…
Intangible y presente
como el espíritu de un amigo del alma
que ya partió a otro mundo
y que ha quedado aquí,
errante y protector,
como una burbuja transparente y permeable
y a un tiempo indestructible,
un chaleco antibalas
que nadie horadará…

Sé que hay un ángel blanco
que marcha junto a mí…

#SafeCreative Mina Cb

viernes, 12 de septiembre de 2014



FRIDA KAHLAVERA

Llevaba unos cuantos mojitos encima cuando ella entró. Era latina, de piel morena y ojos un poco rasgados; bella y exótica, el pelo recogido en dos graciosos rodetes que le daban un aire entre infantil y bohemio. Se le acercó (aún era capaz de mantener el equilibrio) y le dijo, apuntando con su dedo a la colorida calavera que decoraba uno de los anaqueles situados junto a la barra del bar:
“Te pareces a Frida”

Ella lo miró con interés y él supo entonces que andaban parejos en cuanto a gradación alcohólica. Se le arrimó, atrayéndolo hacia sí, y sin mediar palabra le mordió los labios con una fiereza inesperada.
“Te llamaré Diego”- sentenció, al separarse y encararse con él.

Salieron a la calle devorándose. Ella hurgaba en su entrepierna mientras él rebuscaba nervioso los bolsillos a la caza de las llaves. Iban ya medio desnudos al llegar a la entrada de su apartamento. Quedaron por el pasillo pantalones, camiseta y falda y empezaron a follar salvajemente, en pie, ella apoyada en puerta aún cerrada mientras él accionaba como podía el pomo y las bisagras cedían al peso de los cuerpos, haciéndoles desplomarse por el suelo y continuar el juego sin preocuparse de heridas o dolores. Una vez terminaron, él busco algo de comer en la nevera, descorchó una botella de Lambrusco y pasaron el resto de la noche tumbados en la cama, despiertos, charlando, riendo y haciendo el amor hasta que el alcohol y la fatiga les vencieron y se durmieron el uno junto al otro, los cuerpos cubiertos a medias por el edredón.

Ella se levantó temprano. Tenía que tomar el avión para volver a Méjico, le había dicho ayer. El abrió los ojos casi a mediodía. Sobre la almohada, apoyada en el lugar que había ocupado la cabeza de ella, reposaba la calavera que en algún momento la mujer se metió en el bolso sin que nadie se diese cuenta. Al lado, escrita con carmín sobre las sábanas, se podía leer la frase:
“Siempre te querré”.

Sonrió.

Ni siquiera tenía su teléfono.

#SafeCreative Mina Cb

(Fotografía tomada en Lupita Bar )

jueves, 11 de septiembre de 2014



LOS FAROLES AMARILLOS

Es bella mi ciudad a la luz de los faroles amarillos. Aunque haya quien sostenga que ese tinte cerúleo le da un cierto aspecto de París en la época de “El perfume”, o de Londres neblinoso de los años de Jack el Destripador.

Pero a mi me gusta, ahora, en verano, de noche y silenciosa, tan pétrea y evocadora. Me gusta disfrutarla lentamente, la vista encaramándose a balcones y fachadas blasonadas. Me gusta imaginar aquél pasado en que los suelos eran de tierra, y la villa era un recinto amurallado donde convivían, dicen que en armonía, que yo nunca he acabado de creérmelo, judíos, moros y cristianos en una insólita simbiosis que sin duda convenía a los tres bandos. Me gusta pensar en las antorchas encendidas de los vigilantes nocturnos, en las tabernas donde el vino y la mojama se codeaban con las moscas y las ratas. Me gusta imaginar pendencias y duelos de embozados. Me gusta adivinar la actividad que se sucedió tras las ventanas de todas esas casas nobles que aún se yerguen, solemnes e imponentes, a lo largo de la geografía del barrio. Me gusta acercarme hasta la hondonada que la calle Portal dibuja delante de la Magdalena, uno de los primeros puntos por donde el Ebro asoma la nariz en tiempo de riada, y ver a los grupos de gitanos sentados en los bancos. Y me gusta pasar y dar las buenas noches, y marcharme despacio mientras el eco de sus cantos se funde en la distancia para después acercarme hasta el puente y contemplar las evoluciones de esas asquerosas mariposas tan feas que sólo viven unas horas y a las que la madrugada convertirá en una blanquecina alfombra que será pisoteada por los coches. Y me gusta, por fin, asomarme a la barandilla y ver cómo el agua enturbiada por la negrura de la noche sale de entre los pilares de los ojos partida en dos, impetuosa y vibrante como la rompiente producida por la proa de un barco. Y me siento un poco el rey del mundo, como di Caprio en el Titanic, pero sin novia rica y sin banda sonora de Celine Dion. Y me digo que en fin, que ser el rey del mundo debe estar muy bien, pero que tampoco está mal poder perderse de vez en cuando, a la luz de los faroles amarillos, por entre las calles de una ciudad como la mía.

#SafeCreative Mina Cb

miércoles, 10 de septiembre de 2014



MENSAJES DE AMOR

Esta noche, cuando volvía a casa, me he encontrado esto. No estaba ayer, ni estaba a mediodía. O al menos no lo he visto, y eso que yo voy casi siempre mirando al suelo en busca de tesoros extraviados. Lucía ahí, pintado junto a un banco, un tanto fuera de lugar en estos tiempos de facebook y de twiter. Un romántico, me he dicho, segura de que era un chico, que son quienes a menudo se avergüenzan de enamorarse hasta las trancas y acaban embadurnando los muros, en soledad y amparados por la negrura de la noche, con soflamas cursilonas mientras que la nena marea la perdiz saltando de flor en flor y citándose con gilipollas que lo único que quieren es sumar una foto más a su álbum de conquistas.

He querido pensar que es un mensaje anónimo. Y que su destinataria no tiene ni puñetera idea de que lo han escrito para ella. Y que él la conoce. Y la frecuenta. Es más; incluso me he atrevido a ir más lejos y aventurar que es él quien le sirve de paño de lágrimas cuando ellos, los otros, los gilipollas sin sentimientos, la cambian por otra más complaciente y menos respondona. Y que pasan horas y horas hablando de la vida y del amor, y que a veces ella le pregunta, ya un poco achispada y mirándole a los ojos, atraída pero sin acabar de enamorarse: “Oye… ¿pero me vas a decir de una vez quién es esa chica que tanto te gusta?” Y él le responde: “Ya te enterarás”

Y me he dicho que ha de llegar el día en que la vida recompense la paciencia del chaval, y que ella acabará por darse cuenta de que no es oro todo lo que reluce, y que lo importante de un enamorado no es que te exhiba como si fueras un trofeo sino que te quiera y punto, y volverá sus ojos hacia él; pero no con resignación, que eso es muy triste, ni con agradecimiento, que es un poco lamentable, sino con adoración. Y que se dará cuenta de que todas esas horas de confidencias y de charlas sin sentido le han llenado el corazón de poesía, y de que no es capaz de ser ella misma con ningún otro, y de que se cabrea cada vez que alguno de sus novios lo critica, y que lo echa muchísimo de menos cuando pasa un par de semanas sin saber nada de él… y de que ha sentido una punzada en el estómago cuando le han dicho que lo habían visto con otra…

Y al fin he decidido imaginarlos paseando por la plaza, ya adultos y enlazados todavía, una noche de verano como ésta, sonriendo al ver la inscripción ya borrosa y casi ininteligible, deteniendo el paso y besándose en silencio para continuar la marcha y perderse calle arriba, paseantes anónimos, únicos sabedores de la identidad del autor de esta frase que, ojalá, se pudiera leer con más frecuencia en los muros de las calles de todas las ciudades de este mundo raro.

Buena suerte, chaval… Seas quien seas.

#SafeCreative Mina Cb

martes, 9 de septiembre de 2014






LA CAZA

La carcasa vacía,
el cuerpo eviscerado
y un silencio inquietante, un martilleo
que comprime las sienes.

Acabó al fin el juego
y en el suelo reposan los restos del venado,
un frágil cervatillo de larguiruchas patas
y débiles rodillas…
Un ágil e inexperto cachorrillo travieso:
un blanco fácil,
un manjar codiciado…

Fue efectivo el reclamo:
el cazador obtuvo por fin el beneficio
de su inversión.
Más de doscientos euros por un puto silbato
para atraer la presa
y más tarde atraparla,
despellejarla aún viva,
escuchar, impasible, sus gritos
y arrancarle los miembros
uno detrás de otro…
Contemplar su agonía,
obrar con parsimonia,
deleitarse….

Y al final
arrancarle las vísceras de cuajo
sin usar la navaja,
con los dientes:
morder el corazón, lanzarlo lejos…
escarbar entre la babosa y resbaladiza maraña
de intestinos, costillas y pulmones
y seguir desgarrando con las fauces…

(Ya no es humano el cazador, que es fiera:
lo fue desde el principio.)

Y una vez satisfecho su apetito
levantarse y marchar,
la cabeza girada, un último vistazo al espectáculo
de un cuerpo desgajado, ya inservible
que espera la llegada de los buitres…

“Carpe diem”, se excusa, el muy canalla,
mientras parte, indolente,
en busca de otra presa…

#SafeCreative Mina Cb

lunes, 8 de septiembre de 2014



EL MITO FEMINISTA

Están ahí. Aunque tú no lo sepas. Porque ya no puedes identificarlas como antes. Y no es que vayan de incógnito, no… Es simplemente que al principio tenían que diferenciarse del resto para llamar la atención, para que reparasen en ellas, para que les hicieran caso y no las tomasen por una panda de chaladas necesitadas de un buen polvo.

Están ahí. A tu lado. En el trabajo. En la cola del súper. En el colegio, educando a tus hijos y a tus hijas. En la consulta del urólogo, metiéndote un catéter por el esfínter. En el gobierno. En la oposición. En los ayuntamientos. Y, si me apuras, hasta puede que las tengas en casa, a tu lado, en forma de hermanas, madres, hijas o incluso esposas, amantes, compañeras…

Sólo que ya no son como al principio. Ya no necesitan ir sin depilar. Ya no prenden fuego a los sujetadores. Ya no entonan soflamas subversivas. Ya no quieren darle la vuelta a la tortilla. Es más, nunca lo han querido. Han sido, como dicen los políticos, malinterpretadas. Sus actuaciones se han demonizado y nos las han pintado como el malvado lobo que quería despedazar al macho dominante. Pero nunca han pretendido eso. Nunca. Puedes creerme. Simplemente les tocó batallar en tiempos duros, cuando no podían abrir cuentas bancarias. Ni viajar en solitario. Ni comprarse un piso. Ni mandar a su marido a hacer puñetas por gastarse en vicio el presupuesto para alimentar a la familia. Sólo lloraban de rabia. Y en silencio. Y a escondidas. Porque eran tiempos en que cuando un hombre levantaba la mano a su mujer sería porque “algo habría hecho”. Y por eso después, cuando al fin las ventanas se abrieron, tuvieron que vestirse de panteras. Y afilar las garras. Y rugir, y expulsar del alma todo el dolor que durante décadas habían estado obligadas a ocultar. Y lucharon, sí. Lucharon. Pero no contra vosotros como creéis algunos. Lucharon contra sí mismas. Contra sus complejos y su culpabilidad. Contra esa cerrazón, esa tiranía ideológica que les había tabicado tantas puertas. Contra los cánones establecidos de una sociedad que las obligaba a cambiar la universidad por la cocina. Lucharon como fieras. Y lograron victorias que no eran sino actos de justicia, la recuperación de los derechos que les habían sido arrebatados.

No lucharon contra vosotros. No luchan contra vosotros. Eso es lo que pretenden que creáis pero no es cierto. Estáis muy equivocados. Y por eso ahora no sois capaces de identificarlas. Porque ya no tienen necesidad de vestirse de valquirias. Porque ahora luchan maquilladas, depiladas, encaramadas sobre vertiginosos tacones de aguja, enfundadas en vestidos ajustados, bellas y seductoras como huríes.
Pero no te engañes. Siguen siendo ellas. Sólo que ahora, además, son ellas mismas. Ahora han decidido perdonarse y aceptarse tal cual son: mujeres de una pieza, femeninas. Por eso te parecen tan normales. Porque ahora ya no necesitan disfrazarse para demostrarle nada a nadie. Y por eso pasan desapercibidas.

Pero están ahí. A tu lado. Ni detrás ni delante.

Como debe ser.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen: Self-portrait Frida Kahlo- Luis Barba-

domingo, 7 de septiembre de 2014




EL MATIZ

Digamos que entre ellos, y a esas alturas, ya no existía más que una diferencia, un pequeño problema de coordinación, consistente en que, mientras que ella formaba ya parte de su pasado, él seguía instalado en el presente de ella.

#SafeCreative Mina Cb

viernes, 5 de septiembre de 2014



EL CAMINO DE LAS ESTRELLAS

Lleva siglos observando en silencio a peregrinos y curiosos que se acercan hasta ella atraídos por su majestuosidad y su misterio. Es uno más de los resquicios de aquél pasado oscuro e intrigante en el que Jerusalén, Santiago y Roma marcaban los senderos de la cristiandad.

Pero no sólo de religión vive el hombre, y a través de esas sendas legendarias se desplazaron, además de gentes, tradiciones y vocablos, algunos de los cuales siguen aún habitando entre nosotros. La ruta jacobea no es palabra de Dios, ni olor a incienso, ni sones de jaculatoria. El camino de las Estrellas es cultura, es una buena parte de la raigambre sobre la que se asientan nuestros cuerpos en estos días tan modernos y tan acelerados. Por aquellas vías discurrieron pies, carretas, mulas y hasta toneles. Y lujosos carruajes que transportaban a personajes importantes que no querían pasar a mejor vida sin antes haber llegado hasta la tumba del apóstol: gentes de la nobleza y de las curias cuyos pies hollaron esas tierras embarradas y a buen seguro salpicadas de excrementos. Y también, por qué no, que de todo ha de existir en la viña del señor, aquellos senderos tan concurridos fueron refugio y escenario de las andanzas de bandidos, delincuentes y buscavidas varios.

Eran años umbríos donde la religión imponía sus normas a golpe de auto de fe, de hoguera y de mazmorra. Años de penurias y de sombras en los que este país, que siempre ha sido tan pazguato, no quiso sacar partido a toda la riqueza que las culturas vecinas podían aportarle, sino que más bien se limitó a tachar de infieles y paganos a todos aquellos que no comulgaban con las sagradas formas. Pero que fue, sin embargo, capaz de levantar, eso sí, a golpe de impuestos y de expolios, un patrimonio arquitectónico que no para de deslumbrar a todos aquéllos que, como una interminable corriente humana, se nos acercan desde los más lejanos rincones de la Tierra y detienen su paso para contemplar, ensimismados y atónitos, esta pequeña maravilla que se levanta en mitad de la campiña, pétreo e intemporal testigo de una época oscura y fascinante donde los poderosos, en lugar de en los periódicos, publicaban sus mensajes sobre los pétreos capiteles y los impresionantes tímpanos de iglesias y conventos.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Enrique Muñoz Bordonaba
Iglesia de Santa María de Eunate (Navarra)

jueves, 4 de septiembre de 2014


EL POBRE ANDRESITO

¡Aquella bata sí que molaba! Tenía los botones por delante, lo que permitía convertirla en capa de superhéroe… Y no le habían quitado los bolsillos, como hacía su madre para evitar que los llenase de cacharros y le atascase el filtro de la lavadora. Además llevaba un cartelito con su nombre: “Andrés”, ponía, y no Andresito como le decían todos.

Le asignaron un pupitre para él solo: una sillita verde y la mesa con una parrilla para dejar el contenido de la mochila. Lo primero que hicieron fue decir sus nombres delante de todo el mundo y contar algo de ellos… así descubrió que algunos niños tenían mascotas, que otros compartían habitación con sus hermanos, que una de ellas era socia del Barça, que el papá de otra andaba en bicicleta… Había niños que vivían en bloques de pisos, otros en casas con jardín… incluso alguno que lo hacía en el campo. Unos, como él, que además era hijo único, estaban con papá y mamá; otros, cuyos padres estaban separados, vivían con uno y veían al otro los fines de semana; algunos pasaban una temporada en cada casa y convivían con los hijos de las novias o los novios de sus padres… y hasta conoció a una niña que vivía con sus abuelos porque sus papás habían muerto en un accidente cuando ella era un bebé. Pero no estaba triste, decía… porque los yayos la querían, y la llevaban al cine, y le ayudaban a atarse los zapatos.

Después de la presentación salieron al patio, a jugar. Lo dejaron jugar a la pelota… ¡Aún existiendo el riesgo de mancharse! De hecho, la señorita le dijo que no se preocupara, que la bata era para eso. Y lo que es mejor… pudo formar equipo con niños de otros países, que su madre nunca le dejaba jugar con ellos en el parque… ¡Hasta una gitana había en el equipo! Y un niño de cara rara, diferente aunque no extranjero. Era un poco más lento de reflejos, hablaba con dificultad y la maestra estaba más pendiente de él que de los otros…. Pero corría que se las pelaba el condenado…

Luego, una vez en clase, la señorita los sentó a todos en el suelo (“No, Andresito, no te preocupes, -le dijo -el suelo está limpio, no te vas a ensuciar… y no te va a doler luego la tripa”) y les enseñó una canción. Los animó a cantar a voz en grito, tocando palmas. E incluso les invitó a bailar si les apetecía. Y así, el pobre Andresito se encontró al poco tiempo dando saltos, palmeando y berreando como un poseso. Seguro, se dijo, que entre los gritos y el sudor al día siguiente le iba a doler la garganta una barbaridad.

La mañana pasó en un suspiro. Y llegó la hora de marcharse. Y de cambiar la bata de superhéroe por el maldito abrigo que picaba. No le hacía ni puñetera gracia, se dijo mientras la señorita le ayudaba a meter sus cosas en la mochila.
- “¡¡No quiero irmeeeeeeeeeeeeeeee!!”- gritó, y rompió a llorar con desconsuelo mientras se agarraba con fuerza a la maestra.
Ella se inclinó hasta ponerse a su altura, lo besó en la frente y le dijo:
- “Tranquilo, Andrés. Si dejas de llorar te prometo que mañana te dejo tocar el xilófono”
- “O sea- dijo él- que mañana también tengo que venir…”
- “Pues claro, Andrés… Todos los días.”

Se calmó de inmediato. Cogió sus cosas y se encaminó a la salida de la mano de la seño. En la puerta esperaba su madre, los ojos enrojecidos, un nuevo juguete en una mano y una enorme bolsa de chuches en la otra. Al ver la cara de Andrés, aún marcada por los churretones de las lágrimas, se abalanzó sobre su niño, abrazándolo (eso sí, sin soltar uno sólo de los objetos que llevaba) y diciéndole al oído:

- “¡Pobrecito niño mío! ¡Qué mal lo has tenido que pasar!”

#SafeCreative Mina Cb

miércoles, 3 de septiembre de 2014





ADIOSES

Hay adioses eternos como noches australes,
dilatados y oscuros,
interminables, fríos y profundos...
cual agujeros negros.

Hay adioses hirientes y amargos como acíbar,
ásperos e indigestos,
que obstruyen la garganta
y nos dejan sin aire.

Hay adioses tenaces, insistentes, rebeldes,
pesados y zumbones,
como tercos insectos veraniegos
que nos roban la calma.

Hay adioses sin marcha, adioses indecisos
sin una despedida…
Adioses sin adioses, hasta luegos
que hace tiempo se han ido.

#SafeCreative Mina Cb

martes, 2 de septiembre de 2014





GRISES

Están grises tus ojos como el cielo en invierno,
como el mar en otoño.

Están grises y acuosos como pútridas charcas,
como turbios arroyos.

Están grises, vidriosos, como luces sin fuerza,
como faros borrosos.

Están grises, mohosos, como sucia hojarasca,
como pan sobre un pozo.

Están grises tus ojos que tan verdes lucieron…
Están tristes tus ojos.

#SafeCreative Mina Cb

lunes, 1 de septiembre de 2014



LA DURACIÓN DEL AMOR

El amor es un poco como los vestidos: una elección a veces súbita y otras meditada.
Llega en ocasiones precedido de un fogonazo, zas, directo e impactante, que nos deja inmóviles, atónitos, embobados delante del escaparate, hipnotizados por un diseño hecho a nuestro gusto y a nuestra medida y que, para colmo, nos encaja con la personalidad y el presupuesto. Y que nos vestimos de inmediato y no nos quitamos ni para dormir. Y del que presumimos ante todo el mundo, llevándolo a las fiestas y al trabajo, y hasta a las reuniones de vecinos de la comunidad.
Otras, sin embargo, es el resultado de una minuciosa deliberación: necesitamos un vestido, visitamos varias tiendas, nos probamos distintos modelos y al final, y tras mucho darle vueltas, nos llevamos a casa, metido en una bolsa, aquél que se adapta más a la ocasión para la que lo hemos adquirido, momento en que lucirá espléndido sobre nuestros cuerpos. Porque para eso precisamente hemos invertido tanto tiempo en elegirlo.

No existen fórmulas matemáticas que determinen la duración de los vestidos. Hay quienes incluso se atreven a sostener que algunos pueden acompañarnos de por vida. Pero lo cierto es que no hay manera de saber si el hecho de usarlo más acabará por estropearlo antes o si la circunstancia de guardarlo demasiado tiempo en el ropero terminará por estropear el tejido a causa de las marcas del doblez, o incluso de un ataque de polillas. Pero lo que sí es inevitable es que el desgaste llegará más tarde o más temprano. Y que nos iremos cansando con el tiempo de sus colores cada vez más apagados, y de su diseño un tanto demodé, y de esos bolsillos en los que no nos cabe ni el teléfono móvil. Y de ese maldito bordado en el pecho que se nos va antojando tan hortera.
Y así, poco a poco, el vestido irá pasando más y más tiempo en el armario, arrugado en un rincón y de cualquier manera, hasta que llegue un día en que al descubrirlo en el transcurso de uno de esos zafarranchos de combate que siempre acompañan al cambio de estación, o bien nos dé un ataque de nostalgia y decidamos reincorporarlo a nuestro guardarropa, eso sí, después de un par de reformitas, o bien lo hagamos un rebullo y lo tiremos al cubo de la basura. O lo llevemos a una tienda de venta de artículos de segunda mano para que otra persona pueda aprovecharlo. Que esto también se hace mucho últimamente.
Y de ese modo el vestido habrá cumplido su labor. Y su marcha será la consecuencia lógica de un natural proceso evolutivo.

Pero... ¡Ay cuando el vestido nuevo se nos rasga de repente y no hay manera de recomponerlo…! ¡Ay cuando ese primor que acabamos de enfundarnos se desgarra larga y escandalosamente, y ni el mejor de los zurcidos es capaz de devolverlo a su estado original...! ¡Ay cuando la prenda se rompe sin que hayamos tenido tiempo de disfrutarla, de gastarla, de lavarla incluso…! Entonces la decepción, la rabia y la impotencia se apoderan de nosotros. Y colocamos el andrajo sobre la cama, intentando encajar de nuevo las piezas desunidas. Pero ya no es posible porque el jirón se ha deshilachado. Y aunque llegásemos a rehacerlo nunca quedaría igual. De modo que doblamos amorosamente la prenda y la guardamos en el cajón de las cosas adoradas, ese en el que reposan todos aquéllos objetos que esperan poder ser recuperados algún día, mientras que la percha sigue colgando de un rincón, ridícula, vacía, triste, como un huesudo espantapájaros que llena de añoranzas el armario.

#SafeCreative Mina Cb
(Imagen de la exposición "Dior y el impresionismo")