martes, 31 de mayo de 2016



DE LA NECESIDAD VIRTUD

Me encantan las tiendas llenas de cachivaches. De cualquier tipo. Más que nada porque me sirven para darme cuenta de lo creativo de esta sociedad de consumo, cosa que me enfrenta y al mismo tiempo me reconcilia con la especie humana al tiempo que me permite comprobar la cantidad de cosas que no necesito.

Uno de los últimos ejemplos me lo encontré la otra tarde en la herboristería. Me alucinan esas tiendecitas pequeñas en cuyas estanterías conviven bizcochos integrales, barras de incienso y todo tipo de remedios alternativos. Ésta a la que yo voy está especialmente repleta y cuando me toca esperar suelo entretenerme mirando las cajitas de colores que se amontonan en los expositores y que a veces (pura deformación profesional), no puedo evitar la tentación de alinear, como hago en el trabajo con los botes de champú, para que todas queden al mismo nivel aunque el fondo esté vacío.
Pero a lo que iba: que la última vez que estuve me llamó la atención un mueble redondo y giratorio que guardaba estos frasquitos. Otra cosa que mola: los frasquitos con cuentagotas de toda la vida, que casi ya no se ven y que tanto abundan en los herbolarios. Eran estos tubitos, creo, las famosas flores de Bach, ese remedio natural que, dicen, puede aliviar prácticamente todos los males del espíritu. Que son infinidad. Y yo me entretuve, mientras la dependienta terminaba de despedirse de un cliente, en hacer girar el chisme e ir leyendo las utilidades de cada uno de los compuestos, dándome cuenta de que, en caso de querer tomar alguno, no sabría muy bien por cuál decidirme, puesto que casi la totalidad de las pócimas parecían pensadas para mí, más que nada porque creo que ninguna servía para una sola cosa. Y claro, eso es un poco hacer trampas, pensé: con dos o tres patologías hay que ser muy torpe para no acertar.
Las que más me encajaban eran las relacionadas con la impulsividad, la irreflexión o el vicio de hablar demasiado, que son tres aptitudes que últimamente vienen a resumirse en el concepto “bocachancla”, que a mí me cuadra bastante, creo yo. Y que igual es malo pero mira, cada uno es como es y a mí me ha tocado eso. Peor es ser autoritario u orgulloso, como rezaban otros recipientes. O no saber decir que no. O habitar en el país de la nostalgia…
Por poner unos ejemplos.

Claro que el que más me sorprendió fue un brebaje pensado para personas que “sueñan despiertas” y sienten “desinterés por el presente”. Más que nada porque a mí me pasan las dos cosas y no quiero curarme ya que molan y me sale gratis. Y sin embargo conozco a mucha gente que se funde una pasta gansa en farlopa para acceder a ese estado. Y luego tiene que volver a fundírsela en terapias de desintoxicación.

Cosas de la vida…

#SafeCreative Mina Cb

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