domingo, 2 de julio de 2023


 

PALOTEADOS

Siempre me han gustado los paloteados. Me imagino que debe de ser porque son espectáculos en los que se pueden encajar mis dos grandes pasiones, que son la escritura y el teatro. De hecho, desde pequeña soñaba con poder colaborar en uno y recuerdo que hasta lo intenté sin éxito con el de San Juan. De modo que cuando una noche, durante un concierto en el Amadeus (en Tudela, recordadlo, hubo un tiempo en que se podían hacer conciertos en los bares), Fernando León me enganchó por banda y me propuso participar en el proyecto del Paloteao de lo Viejo estuve a punto de explotar de gozo y creo que si no lo hice fue porque los que tocaban eran amigos míos y no era plan de joderles la actuación.

Pero a lo que iba. Que me gustan los paloteados porque son una especie de terreno neutral en el que todo se permite: desde meterse con el alcalde hasta resucitar a un personaje del medievo; desde bailar hasta tocar la gaita; desde citar a Espronceda hasta honrar a los difuntos. Digamos que se trata de una especie de desahogo popular con bula en el que sabes que la demanda judicial sería absurda; un ajuste de cuentas con la vida y el poder en el que te toca hacer de portavoz de los que no son escuchados; un pataleo con guión y música que sabes de antemano que va a servir de poco pero oye, que te quiten lo bailáo. Y, desde luego, un pase de disfraces en el que nadie es lo que parece o tal vez sí. Un sainete en el que está permitido equivocarse y tirar de apuntador sin disimulo alguno porque hasta el mejor escribano echa un borrón.

Y, sobre todo, una fiesta en la que libertad y diversión se dan la mano para crear un número de magia que, tras infinitas horas de trabajo y energía dedicadas a la empresa, se disipará en el ambiente, fugaz como el humo de un pitillo, en unos noventa minutos y ya nunca más sucederá.

Del mismo modo al menos.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen: Blanca Aldanondo

No hay comentarios:

Publicar un comentario