viernes, 30 de diciembre de 2022


 

NO VIENES NUNCA A VERNOS

A ver… que se nos está yendo un poco de las manos eso del ruralismo. Quiero decir lo de comprarse, ya no una casa en el pueblo, sino en las afueras de las afueras de las afueras del pueblo. O sea en un lugar tan tranquilo que rara es la vez que llegas a la primera y que, además, como se te haga de noche te las ves putas para encontrar el camino de salida, a lo que hay que sumar el riesgo nada desdeñable de que en el trayecto te aparezca un jabalí y te deje tirado donde San José perdió el oremus.

Claro que al principio piensas que lo hacen por eso. Quiero decir los que se compran la casita. Que se van al fin del mundo para que nadie los incordie. Y cuando digo nadie digo nadie, o sea familia, amigos y demás allegados. Y que el único contacto que quieren con la humanidad es aquel que ellos mismos busquen cuando, como suelen decir, “bajen” a la localidad. Porque la ubicación de las casitas de a tomar por riau se supone que siempre es “arriba” de todo lo demás. Aunque el pueblo al que se baje esté en la cima del Machu Pichu.

Pero no. No lo hacen por eso. Y además no te lo dicen, que es lo peor. Tú te lo imaginas pero es una hipótesis errónea ya que en realidad a ellos les encanta que sus seres queridos se embarquen en la aventura de llegarse a visitarlos y hasta tiene la osadía, cuando rechazas su invitación para cenar en Nochevieja, de decirte, entre pucheros:

“Es que no vienes nunca a vernos.”

Y tú te quedas de pasta de boniato mientras imaginas el viajecito vestida de ostia a las ocho de la tarde, con un tráfico infernal porque todo el centro está cortado por la San Silvestre y sin un mal vermú con los amigos por miedo a los forales, y luego el ir a dos por hora al llegar el tramo para no equivocarte y aún así meterte por el camino erróneo, el dar la vuelta en plena noche en un patatal y rezando para que no aparezca un bicho que te joda el coche, el salir a la carretera, buscar un sitio para cambiar de sentido y, una vez en la casita, ya abotargada y roja como un tomate después de las gambas, los calamares, el asado, las dos copas de vino, la copita de cava, el turrón y el mazapán, las doce uvas, el digestivo, la estufa y los villancicos, empezar a pensar en el retorno, o sea el frío de la campiña, el patatal, la negrura absoluta, los jabalís, los forales, las rotondas y el calvario para encontrar dónde aparcar a las dos de la mañana y musitas, esbozando una tímida sonrisa:

“Es que el médico me ha quitado las grasas.”

#‎SafeCreative‬ Mina Cb

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