viernes, 23 de octubre de 2020


EL ÁNGEL DE LA GUARDA

Anoche viniste de nuevo. No como las últimas veces, en forma de ráfaga de sopor y paz, sino como aquella primera noche tras tu muerte. Mal tuviste que verme para venir hasta mis sueños con tu camisa de franela en cuadros marrones, esa que te ponías en invierno para laborar en la bajera con tus formones y tus tablas y que al final se te quedó curra y te marcaba toda la panza, que parecías barrilete con ella y con el pantalón de chándal. 
Estábamos en el salón de mi apartamento, tú y yo y el bicho con alas paseando por el piso, y te pude abrazar como al final, con mucha fuerza y durante mucho rato, notando la blandura de tus carnes, no como las últimas veces, que estabas en los huesos. Viniste, como en la ocasión anterior, rebosante de vida y de salud pero más viejo, ya que la primera vez yo era una niña y ahora soy una mujer. No sé si lloré, de eso no me acuerdo, pero si recuerdo que fui consciente en todo momento de que estaba soñando, pese a lo real de tu presencia y de tu abrazo. Y de que más tarde dormí de un tirón y sin este comecome de los últimos días. Y sé también que esta mañana, al despertarme y recordarlo todo, me ha invadido una sensación de entre tristeza y calma, y que he comenzado, ya era hora, a aceptar esa circunstancia que hasta anoche sólo comprendía y que, por fin, he podido empezar a separar el pasado del presente y permitir que esas vivencias, que se habían quedado atrapadas en ese limbo que media entre lo vivido y lo vivible y que es como un cepo que te aprieta el brazo y que sólo te causa sufrimiento, vayan encontrando su lugar en el cajón de los recuerdos y dejen de ser acíbar para volverse miel, y los ciclos del sueño se equilibren y el futuro vuelva a ser una granada abierta y llena de pepitas deliciosas.

#SafeCreative Mina Cb

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario