lunes, 26 de octubre de 2020


 

 AITOR Y NOA
(SEIS MESES)

Se llaman Aitor y Noa, pero se podían haber llamado Romeo y Julieta. O Abelardo y Eloísa. O Jack y Rose. Da lo mismo. Se conocieron porque tenía que suceder, en una reunión de amigos en el periodo del postconfiamiento, ambos con mascarilla y una pátina de gel cubriéndoles las manos. Y más miedo que alma. Pero aún así dio igual. Nada más verse se produjo entre ellos un chispazo. Ese que te dice es él, o es ella. Y ya no hay nada más. El chispazo y el intercambio de los números. Y los diálogos por watshapp hasta las tantas. Y lo complicado que es todo ahora, que los jóvenes además de las de los padres han de acatar las normas del gobierno. Y ella que estaba sacándose el carné cuando se decretó la alerta, y tuvo que dejarlo y esperar. Y no tenía coche aunque trabajo sí. Y durante la desescalada retomó las clases y, con el aval de su padre, menos mal, pudo acabar de sacarse el permiso y agenciarse un coche de esos que llevan más kilómetros que un camión militar de los de antes. Tuvo suerte también con el Erte, que se lo levantaron en junio y entonces enganchó a currar como una mula, cosa de hostelería, ya se sabe, de lunes a domingo y con unos horarios del infierno. Gracias al coche, que si no Aitor y ella no se hubieran visto ni en pintura. Porque para principios de julio, y en cuanto tuvo vehículo y permiso, la chavala se lanzaba en dirección a Tarazona cada vez que tenía un rato. Él es de Zaragoza y curra en la ciudad del Queiles, y como comparte piso no le da para coche ni para carnet, pero al menos en su cuarto podían tener algo de intimidad, que con dieciocho años no es moco de pavo.

El lunes pasado les llegó la noticia. Ella apañó los turnos en el curro para pasar el miércoles con él. Durmieron juntos y, por la mañana, él se fue al tajo y ella se volvió para Tudela. No podía quedarse allí porque el bar donde trabaja hace pedidos a domicilio... en fin, se dijeron, eran dos semanas nada más. Ayer domingo, a eso del mediodía, les cayó el mazazo. Seis meses separados con dieciocho años. Seis meses con sus noches y sus días. Ella lleva llorando desde entonces. Por mucho que lo intentan, sus padres no logran consolarla. Él está en conversaciones con un amigo camionero para ver si lo mete en el remolque de extraperlo y lo deja aquí en Tudela, aunque sea en una gasolinera. Aunque llegue la poli y lo empapele. Aunque tan sólo pueda mandarle un mensaje para que acuda y abrazarla unos minutos. Su amigo lo comprende pero no se arriesga. ¿Y sin nos pasa algo? ¿Y si hay un accidente? ¿Y sin nos pillan, me despiden y me retiran el carnet? Ella ha pensado en dejar el trabajo, esconderse en el maletero del coche de una amiga que trabaja en Torrellas y quedarse en casa de él, aunque sea encerrada ya que si la para la policía por la calle está jodida. Y él le ha dicho que ni se le ocurra, que lo mismo un vecino pega el chivatazo, que la gente es así de hijadeputa.

Seis meses...

Se pueden volver locos.

#SafeCreative Mina Cb

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