martes, 15 de enero de 2019




LA BUFANDA

En el trastero de su mente se amontonaban, desordenados, los recuerdos de aquella media vida con él. Le parecía increíble. Años de verlo a diario, a cada momento; años de llorar juntos, de luchar juntos, de enfrentarse juntos contra tantas cosas...
Habían sido ellos dos y el mundo, solos ante el peligro, rebeldes con causa, inermes e indefensos ante una sociedad blindada, sólida como los cimientos de un rascacielos. Habían sufrido y reído; se habían emborrachado de alegría y habían llorado, abrazados, juntos, de impotencia.
Cuándo comenzó a sentirse sola era un enigma. En aquel tropel de vivencias había algún momento, una circunstancia en concreto, que había roto las fibras del cordel, y a partir de ahí, como en una bufanda hecha a mano, todo el tejido había ido destrenzándose, y ahora entre ellos quedaba sólo un largo, interminable cordón umbilical de lana ondulada que, por mucho que estirasen, nunca recuperaría su textura original.
En el baúl de los sentimientos guardaba demasiadas cosas. Su alma de mujer condenada a la soledad y al desencanto se había ido desvelando poco a poco, mes a mes y día a día, entre los muros del pequeño apartamento que desde hacía algunos meses simplemente compartían. 
Cuándo se acabó el amor era un misterio. Un buen día se miró en el espejo del pasado y se vio a sí misma deslizando en su dedo un anillo dorado y pronunciando una frase en la que nunca había creído:

“Durante todos los días de mi vida”

Y ahora sólo podía recordar su cara de pasmo cuando se lo dijo: “Quiero dejarlo”. Y él, fuera de juego, como siempre últimamente, en otra onda, que tampoco era para tanto, que todo tenía solución. Y ella intentando explicarle la metáfora de la bufanda. Pero claro, él nunca había hecho punto. 

Quizá por eso no pudo comprenderla.

#SafeCreative Mina Cb

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