lunes, 28 de enero de 2019




COINCIDENCIAS

Solo he copiado una vez en la vida y la cagué. Fue en primero de BUP, en un examen de botánica. No había conseguido meterme en la cabeza las características de fanerógamas y criptógamas y conseguí dejar la chuleta en el cajón de mi mesa del laboratorio. Acerté de pleno porque el tema cayó. Pero soy tan inútil que, al terminar la prueba, comprobé horrorizada que había copiado las columnas al revés, dando a las unas las propiedades de las otras y a la inversa. Así que me fui a buscar a la profe para comentarle que me había equivocado. No recuerdo si aprobé ese examen pero sí que os puedo decir que penqué las ciencias de primero a fin de curso. Y que me las llevé a segundo de recuerdo, creo.

Pero a lo que iba. Que no valgo yo para lo de la copia. Soy negada. Ni para los exámenes ni para la vida misma. Que me pongo a mentir y se me nota desde lejos; de modo que como para copiar, que es mentir pero con las ideas de otro. Así que cuando me plagian me cabreo. Y bastante además. Me cabreo porque no lo entiendo. Y eso que soy consciente de que nadie tiene el patrimonio de una idea. Es más, cuando alguien me dice que se le ha ocurrido algo genial yo suelo contestarle que seguro que alguna persona en cualquier parte del mundo ha tenido esa ocurrencia. Y es que somos muchos, oiga. Y el cerebro humano es un no parar.

Yo escribo. Mayormente y hasta con resignación. De vez en cuando, si se me va la mano con las birras, canto en público y luego estoy varias semanas sin aparecer por el local donde lo he hecho. Y no me encierro en casa porque a estas alturas ya me da lo mismo todo. Pero me jode meterme en terreno ajeno cuando hay gente capaz de hacerlo muchísimo mejor que yo. Hace años intentaron enseñarme a tocar la guitarra y no hubo forma. Dibujo como un niño de jardín de infancia y en cuanto a la escultura, en fin... ni pelotas de barro soy capaz de hacer. Así que ni lo intento. Yo a lo mío: la tecla y el bolígrafo. Y recitar, que lo hago medio bien. Del resto escapo como de la peste, que ya tiene doctores la santa madre iglesia para las disciplinas que a mí se me atragantan. Y es que soy de las que piensan que, si te pones, te pones para hacerlo bien o no te pones. Aunque respeto a quienes se lanzan a la aventura con espíritu renacentista y tratan de darle a todo. Y componen, cantan, dibujan, escriben y tornean jarrones de cerámica vidriada. Me mola esa actitud ante la vida; esa falta de pudor que hace que nada se les antoje grande.

Pero es que yo para eso soy muy timorata: lo que hago lo hago bien o no lo hago. Y a veces sale solo y otras me cuesta más. Y me estrujo las meninges para ser capaz de dar con esa idea que es exactamente lo que quiero transmitir. Con esa y no con otra. Y agito las palabras como en una coctelera, y voy catando para remover de nuevo si no me gusta el resultado. Y a veces agito tanto que al final me emborracho y dejo el combinado un poco a los antojos del azar. Y a veces ni me gusta, pero es que ya no soy capaz de discernir lo bueno de lo malo. Y a veces queda cutre y otras no: toco la tecla buena y zas... milagro: sale la idea que yo quiero. Y lo mejor es que los demás la captan. Y les gusta. Tanto que a veces agarran mis palabras y las vuelven a meter en la coctelera, y vierten en el vaso un texto como el mío pero diferente. Diferente en el sentido de que dice lo mismo de otro modo. Pero como el mío en el sentido de que las coincidencias son tales que rebasan los límites de lo sobrenatural.

Y eso me cabrea.

#‎SafeCreative‬ Mina Cb

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