sábado, 19 de enero de 2019






HABLAR DE LAS QUE VIVEN


"Hoy vas a descubrir que el mundo es solo para ti 
que nadie puede hacerte daño, nadie puede hacerte daño 
hoy vas a comprender 
que el miedo se puede romper con un solo portazo." 

Bebe




Son siete ya y apenas ha empezado el año. Siete mujeres que se equivocaron al elegir. Que confiaron en la persona equivocada. Siete mujeres que seguramente en un momento dado quisieron huir. Y tal vez lo hicieron, pero ni la justicia ni las fuerzas de seguridad dan para proteger a cada mujer amenazada. Y de poco sirve el empoderamiento cuando convives con un animal que te mantiene enjaulada en la prisión del miedo. De poco sirven los consejos de las amigas cuando la víctima no quiere ver la realidad. Y de poco sirven las noches en blanco de los vecinos al oír los golpes, que no avisan a la policía porque “no es cosa suya”.

Y luego, lo de siempre: el arrebato y la última paliza. O el asesinato a sangre fría y después la confesión y hasta el suicidio. El suicidio siempre después, para añadir a la historia un tinte romántico en plan Romeo y Julieta.

Van siete y serán más. Y aumentarán mientras la sociedad no cambie sus esquemas. Y esta manía nuestra de quejarnos, de salir a la calle gritando que no queremos ni una menos, no las ayuda. A ellas digo. Porque este envalentonamiento nuestro pone en guardia a la fiera. Y asegura los anclajes de la jaula. Porque a él no va a pasarle. No lo va a consentir. No va a dejar que su mujer se deje convencer por esa pandilla de locas del coño vestidas de morado que se echan a la calle cada vez que una de ellas muere. No quiere ni pensarlo. Su mujer no es así. No es de esas. Es como debe ser una mujer: sumisa y femenina. Que si Dios creó primero al hombre lo haría por algo, faltaría más.

Y esto ya no se cambia. Las mentes digo. Los tipos que piensan que la mujer les pertenece. Y que, por tanto, pueden hacer con ella lo que quieran. Matarla incluso. Eso ya no se cambia porque va con uno, como el color de los ojos, la talla del zapato o la estatura. Y tiene mal arreglo. La educación, supongo. Pero en hombres hechos y derechos llega tarde. Otra cosa son los niños. Y los adolescentes, que algunos parece que nos vienen un poco en plan Manolo Escobar con lo de la minifalda. Y el puto móvil, que es la herramienta de control favorita del macho dominante. Y las niñas, que lo ven tan normal algunas veces. Porque piensan que es amor. Y, para cuando quieren darse cuenta, ya han entrado en la jaula y se han convertido en aspirantes a la inexistencia.

¿Qué hacer ante esto?

Pues bien; el otro día, escuchando una canción de Bebe, un buen amigo me decía que debería hablarse más de mujeres como ella: de las que se atreven y les sale bien. Aunque no sean famosas. De las que han sufrido lo indecible y un día han decidido jugarse el todo por el todo y han abandonado al animal, anteponiendo la dignidad al miedo. Y les ha funcionado. De las que han tenido que buscar un curro a la aventura a los cincuentaytantos. De las que han empezado a vestirse como les da la gana más allá de los cuarenta. De las que han pasado de llorar en silencio a llenar las calles con sus gritos.

De esas debería hablarse.

#‎SafeCreative‬ Mina Cb

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