martes, 24 de marzo de 2015



VAMPIROS CON ACNÉ

No había visto una peli para adolescentes desde “Grease”. Y es que soy una antigua, para qué nos vamos a engañar. Y desde que prohibieron el tabaco en la pantalla los pandilleros ya no han vuelto a ser lo mismo. Debe de ser por eso que ha tenido tanto éxito la saga de “Crepúsculo”. Porque los macarras, que es lo que les pone a las adolescentes, se han extinguido del paisaje. Y esos tipos a medio afeitar, desaseados y que se pasan la noche tirando millas a todo gas por la carretera que surca el cañón del Colorado no impresionan a nadie. Llenan los cines, puede. Pero no dan ni frío ni calor y no generan ni un dólar en mercadotecnia, que es de lo que se trata. Que al fin y al cabo lo que deja pasta son las carpetas, las mochilas y las sudaderas con estampaciones de los ídolos de moda. Por eso digo que no me extraña lo de la fiebre de “Crepúsculo”. Aunque ya se haya pasado, pero es que yo soy tan antigua (ya lo he dicho al principio) que no he visto la peli hasta anteanoche. Y vamos, que menuda decepción. Una historia de amores imposibles, como la de Romeo y Julieta. Con la diferencia de que el chico tiene menos carne que un canario y lleva los morros en plan drag queen del carnaval de Tenerife. Vamos, que a ese lo coge mi madre, le lava la boca con jabón de lagarto, le prepara un puchero de garbanzos con pilongas y bacaláo y lo deja que no vuelve a probar la sangre en lo que le queda de vida. Aunque sea inmortal. Y la niña esa, tan rarita y tan lánguida, que le dice a su padre que se larga de casa y al hombre le parece de lo más normal. Y con el tipo ese, que vaya fama que llevaba la familia. Que yo soy el padre, me pongo delante de la puerta y de ahí no sale. Vamos, faltaría más. Y le hago que me cuente todo. Y cuando llegue a lo de que su novio es un vampiro y que si le muerde la matará y la convertirá en una de su especie y que por tanto puedo estar tranquilo porque, como no pueden consumar su amor, no se va a quedar embarazada, yo le digo bien clarito que sin mordiscos en el cuello una relación de adolescentes dura dos telediarios, y que ya lo decía bien claro Pablo Milanés, “que a ese amor de nosotros le hacía falta carne y deseo también”, y que qué clase de vida social espera tener con un fulano que no puede beber ni fumar ni andar por ahí de juerga hasta las tantas porque se vuelve brillante al salir de un “after hours”… Y que si piensa que lo de que le claven un colmillo y la vuelvan inmortal le va a solucionar la vida que está muy equivocada… que seguir teniendo diecisiete años cuando tus amigas entran en la menopausia resulta sospechoso. Y que permanecer en el instituto durante milenios, pasando de un sistema educativo a otro (la Egb, la Eso, la Logse…) vuelve loco hasta al más pintáo… Y que lo de no morirse nunca tiene que ser un rollo, si ya se le ve al pobre chaval, menuda cara de amargáo que tiene… Y que lo de quedarse con el chico siendo ella mortal y él inmortal que tampoco mola mucho, porque tarde o temprano la atacarán la artrosis y el reuma y esos ambientes tan húmedos y lúgubres que él y los suyos frecuentan no le van a ir nada bien. Aparte de que él acabará pareciendo su hijo en lugar de su amado. Y a todo el rosario de inconvenientes que la relación lleva implícitos ya en sí misma se tendrán que sumar las críticas de los amigos y vecinos. Porque sigue estando muy mal visto que un hombre muy joven esté con una mujer mayor.

En fin: que a mí me viene una hija con el cuento de que se va a vivir con un vampiro iridiscente, abstemio e inmortal y antes de que se largue le concierto una cita con un Travolta de los de antes para que le dé un par de meneos. Y seguro que cambia de opinión.

Y si no lo hace no hay problema. Ya me quedo yo con el macarra.

#SafeCreative Mina Cb

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