jueves, 26 de marzo de 2015



LA CAPILLA

No es habitual que yo entre a esta capilla. Lo hago de vez en cuando y nunca sé por qué. En otros momentos de amargura y desesperanza entraba en un intento de recuperar la fe que hace muchos años perdí. Y pedía imposibles que sabía que nunca podrían realizarse. Esta mañana y después de muchos meses mis pasos me han llevado hasta aquí de forma inconsciente en vísperas de la semana santa. Y me he sentado delante del cristo contemplando la sombra proyectada en la pared que se ladea y lo deja un tanto tripón y ridículo. Y me he liado a meditar acerca de lo humano y lo divino. Aquí, en mitad de la calma y la oscuridad y escuchando los trinos de los pájaros pensaba en dónde estuve y dónde estoy. En ese cúmulo de emociones que nos inundan y nos desalientan muchas veces, haciéndonos sentir que todo está perdido y que con el tiempo y no sé de qué extraña manera se van difuminando hasta convertirse en lejanos recuerdos, gratos como el regusto de un licor de hierbas. Sueños de algo que parece que nunca hemos vivido y que no llegamos a comprender cómo nos causó tanto dolor. Y me decía a mí misma que es curioso cómo el ser humano está compuesto fundamentalmente de emociones que pueden hacer que nos vengamos abajo de forma más estrepitosa que el dolor físico. Y que no hay ningún medicamento, remedio o tratamiento que pueda borrar el dolor del alma o en todo caso mitigarlo. Y que la única cura es dejar que el tiempo pase y vaya suavizando las heridas y convirtiendo el pesar en una sombra difusa y deformada, como la que ahora mismo proyecta el cristo sobre la pared de piedra.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Jose Ftuitribera

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