miércoles, 18 de marzo de 2015



LAS 50 SOMBRAS DE GUAU

“Había pasado ya el momento de intuirse, ese dulce y excitante cortejo de embriagadores aromas y tórridas caricias. Vencidas las resistencias iniciales, ella se hallaba entregada, húmeda y dispuesta, esperando el contacto inminente que le anunciaban sus ansiosos jadeos. No lo miraba ya, pero podía sentirlo firme y muy próximo, su sexo a punto para el momento culminante, buscando el equilibrio necesario para poder penetrarla desde atrás mientras le tanteaba el torso, asegurando así que sus cuerpos no se soltarían a causa de la fogosidad del encuentro.
Le había llevado semanas convencerla. Se sabía bonita y era un tanto arrogante y él, la verdad, no atravesaba su mejor momento. Y además el entorno era más bien hostil, con tanta gente siempre alrededor y ese acompañante de ella, con pinta de estirado, que sin duda hubiera preferido un candidato de sangre azul. Pero la vio y ya no pudo pensar en otra cosa. Y la anduvo persiguiendo cada tarde, seguro de que al fin, más tarde o más temprano, ella se acabaría rindiendo a ese “no sé qué” que poseía y que, a la postre, terminaba por hacer que todas cayeran rendidas a sus pies.

Se dispuso por fin a poseerla. La agarró firmemente y se colocó tras ella, el pecho acomodándose a su espalda y la cabeza un poco ladeada, tan cerca de su cuello que casi babeaba sobre el pelo de su nuca. Ejecutó un certero movimiento para que su sexo se acoplase con el de la hembra, que comenzaba a aullar con sólo adivinarlo...”

-Mierda, el coche- se dijo-. Son ellos que vuelven. Yo a lo mío. Vuelvo a dejarlo todo donde estaba, que como estos se enteren de que sé leer me enseñan a guisar y a hacer las camas y se acabó la buena vida.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Iñaki Cornago Guillén

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