martes, 20 de mayo de 2025


 

AQUEL TREN

Aquel domingo pasaron muchas cosas. La primera y fundamental era que yo iba en un tren en el que no tenía que haber ido. La víspera, una amiga había puesto a la venta un billete de ida y vuelta para Madrid en el día. Su marido tenía un ensayo al que no podía acudir y yo viajaría acompañada de un trompetista al que no conocía. De hecho, al entrar me equivoqué de vagón y, en la plaza contigua a la que supuestamente debía ocupar, me encontré con un señor canoso que, por la edad, más o menos me cuadraba y le pregunté si era Chusmari. El tipo me miró un poco raro y me dijo que no y yo me di media vuelta pensando en que el hombre habría supuesto que yo acudía una cita del Tinder. Llegué al otro vagón y ahí estaba el acompañante del marido de mi amiga, que se rebeló como un tipo simpático, currante y un tanto hiperactivo.

Yo quería ir al Rastro, que no había estado nunca. Y luego comer en alguna terraza de Atocha y pasear por los alrededores del Museo del Prado. Y la verdad es que el día se portó, con ese solecito de febrero que hizo de la mañana un regalo que disfruté trasteando entre los puestos del mítico mercadillo madrileño.

Las vi en un mostrador y fue un flechazo. Tres euros, me parece, el par. Que tonta fui de no llevarme más que uno. Después me acerqué hasta la fachada del Price, que no lo conocía, e imaginé aquellos inicios tardofranquistas de la modernidad para encaminarme luego hacía Gran, Vía Sol y la Plaza Mayor, que estaba repleta de animadores callejeros. Andaba justa para entrar al Prado y eché la tarde yendo y viniendo hasta la hora del tren. A la vuelta, mi compañero me presentó a Marina, una pianista madrileña que andaba impartiendo clases en el Conservatorio de Tudela y que estaba dándole vueltas a un proyecto que mezclaba lo poético y lo musical y para el que, me dijo, igual echaba mano de alguno de mis textos si le pasaba mi teléfono. Así lo hice y nos quedamos, los tres, de amable charla hasta que reloj de la estación de Tudela apareció tras los cristales del vagón.

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