lunes, 13 de enero de 2025


 

EL COBRADOR DEL BAR

Es lo que tiene juntarse con gente desequilibrada. Que incluso a los dramas se les da la vuelta, como un calcetín, y te acabas meando de risa en vez meterte en el internet ese chungo a comprar un subfusil.

La cosa iba de deudas y sin saberlo tenía un experto ante mí. Y con dos verdejos en el cuerpo, que eso suelta la lengua. Y cuando digo experto quiero decir uno de esos gilipollas que prestan cuando intuyen que tienen todos los boletos para no recuperar. Que vale si sabes que el deudor las está pasando putas, pero que cuando una noche entras a un bar y lo encuentras dándose un homenaje de marisco pues se te llevan los demonios. Y le mandas a la empresa al cobrador del frac y al cabo de unos días en lugar de una transferencia lo que recibes es la visita de un jambo de dos por dos que te extiende un documento donde se da por zanjado el débito para que lo firmes. Y que ni siquiera te planteas preguntarle qué pasará si te niegas a estampar el garabato.

Pero el caso es que, mafias aparte, al final llegamos a la conclusión de que lo del cobrador del frac no es muy efectivo. Y que a la peña se la trae al fresco que le manden al pingüino ese a su casa o a la empresa. Y que lo que de verdad nos jode a los españoles es que nos pongan en evidencia cuando andamos socializando por ahí. Y que, por tanto, lo más eficiente sería informarse acerca de los hábitos de ocio del moroso (los morosos con morro no suelen ser muy de quedarse en casa) y mandarle al extorsionador al bar. Y no de frac, claro, porque lo mismo los clientes del garito piensan que es un camarero y el tipo acaba sirviendo mesas en lugar de intimidar al interfecto.

Y es por eso que, una vez definido el hábitat en que debía desenvolverse el recaudador, empezamos a darle al neuronamen con el objeto de buscarle una indumentaria que fuera lo bastante llamativa como para que todo el personal reparase en él y se fijase muy bien en lo que hacía y en a quién se lo hacía. Y que a ser posible hasta lo grabasen con el móvil y lo subieran al tiktok. Y cuando la copa del verdejo ya estaba vacía, el experto (como no podía ser de otra manera) dio con la respuesta:

“De Pokémon”.

“¡¡Síííí!”, coreamos de inmediato mi vecina y yo. Y empezamos a fabular sobre montar una empresa y sobre quién de los tres iba a ser el monigote. Y claro, sobre de dónde íbamos a sacar la pasta para ponerla en marcha, porque lo de los préstamos bancarios es un atraco a mano armada. Aunque no nos hagan falta más que unos tres mil pavos para comprar el disfraz y un coche de segunda mano que pintaremos de amarillo.

¿Alguien nos los presta? Prometo que somos gente seria.

#SafeCreative Mina Cb

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