domingo, 3 de octubre de 2021


 

REINA DE LA NOCHE

Todos tenemos una canción que se amarró a nuestra memoria en un momento dado y que ha quedado allí, congelada junto con el instante en que la escuchamos por primera vez y nos quedamos atrapados en su magia para siempre.

La mía es “Reina de la Noche”.

Corría el verano del 82 y el "Rock and Ríos" era, por encima de cualquier otro, el fenómeno estival. Miguel Ríos y los suyos habían llevado a cabo, unos meses antes, la heroicidad de hacer la primera grabación de un concierto en directo de la historia el rock español. De hecho, tal era el mérito de la acción que en una de las carátulas interiores del álbum aparece la frase “Lo hicieron porque no sabían que era imposible”, que resume, en ocho palabras, la historia de aquella quijotesca y exitosa operación. España acababa de despertar de la ñoñez de los cantautores despreciados por su novia o de las pobres chicas que tenían que fichar a las diez en el portal, y temas como "Bienvenidos", "Banzai" o "Año 2000" se convirtieron en los himnos al ritmo de los que la juventud de inicios de los ochenta brincaba, un vaso en una mano y un cigarro en la otra, durante las tórridas noches de las fiestas.

Es por ello quizás por lo que me sucedió.

Era una tarde canicular. Yo estaba sola en casa, sentada en el suelo del salón, y el disco ni siquiera era mío. Lo había traído mi hermano y llevaba unos días sonando, pero a fragmentos. Teníamos un equipo Dual de esos de brazo automático que incluía un eje accesorio para colocar varios vinilos a la vez. La frecuencia modulada de la radio se oía de pena y el volumen se regulaba mediante una enorme rueda que había en el extremo derecho del mueble.

El álbum era doble y albergaba un disco envuelto en un sobre de papel en cada cara. En el primero, y en la cara A, estaban "Bienvenidos", "Año 2000" y otras. En la cara B, y en penúltimo lugar, estaba "Banzai", seguramente la pieza más dura de todo el trabajo y que precedía a “Reina de la noche”, una canción que yo jamás había oído.

Me acuerdo muy bien del momento en que sonaron los primeros acordes, y de la voz de Miguel acariciando la atmósfera del salón, como un susurro: “Te vi llegar, con la noche a la espalda, como un enigma en la oscuridad...” Y de mi asombro ante la belleza de la letra y de la música. Y recuerdo también cómo, al avanzar el tema, cuando la voz cesó y se inició el solo de guitarra de Salvador Domínguez, cerré los ojos, sintiendo que todo en mi cerebro se teñía de azul, como en los cuadros de Chagall, mientras el vello de los brazos se me erizaba de placer. Fue uno de esos instantes en los que el mundo se detiene y sólo existe la sensación de la música que te posee, como si estuvieras dentro de una frágil burbuja que se pudiera romper con un suspiro. Me acuerdo que, tras esa escucha, volví hacia atrás la aguja y oí el tema una y otra vez. Yo entonces no entendí que la canción hablaba de la muerte. Simplemente imaginaba a una mujer, pálida y majestuosa, acercándose a mí envuelta en un níveo manto con los cabellos agitados por el viento y la nieve rodeándola. Y esa imagen y esa sensación azul Chagall, unidas al calor de esa tarde adolescente, al suelo de terrazo y al enorme botón del equipo Dual, es lo que vuelvo a percibir cada vez que escucho Reina de la Noche.

Cada vez...

#SafeCreative Mina Cb

No hay comentarios:

Publicar un comentario