martes, 10 de septiembre de 2019




Es curioso cómo nos empeñamos en encerrar el arte entre cuatro paredes cuando la creación artística es una de las mayores manifestaciones de la libertad humana. Y es que no hay nada comparable a la sensación que se produce en el espíritu al, por ejemplo, contemplar una obra pictórica o escuchar una canción por primera vez. Es como cuando nos tropezamos con alguien que va a cambiar el curso de nuestra vida. Podremos volver a ver ese cuadro o escuchar esa canción cientos de veces a lo largo de nuestra existencia y siempre nos remontaremos al instante mágico en que la descubrimos. Porque el arte es algo que nos entra directo al corazón. Y además puede hacerlo en el momento y el lugar más insospechado: desde el interior de un auditorio hasta un vagón de metro; todo puede ser arte si te atrapa. Si te sirve. Si te conmueve. Porque es la obra quien te elige a ti y no lo contrario: te elige en esa circunstancia y se convierte en parte de tu bagaje emocional. Y ha de pillarte ahí, in fraganti. Es por eso que el arte no tiene por qué pertenecer a nadie ni hallarse almacenado en un lugar sino esparcirse por el aire, como lo hacen las hojas de los árboles y el canto de los pájaros, hasta acabar convirtiéndose en algo que esté al alcance de cualquiera que sepa valorarlo.

#‎SafeCreative‬ Mina Cb
Texto creado para la tercera edición de Des-Adarve

No hay comentarios:

Publicar un comentario