lunes, 8 de abril de 2019




NO ES PAÍS PARA VIEJOS

El otro día acompañé a mi madre a la farmacia y y me di cuenta de que se ha convertido en una viejecita porque en un momento organizamos una cola monumental; ella con sus cajitas y sus prospectos y la farmacéutica con una paciencia de Oscar. Al día siguiente, en el trabajo, se me juntaron dos ancianitas y y fue el caos: un pedazo de fila kilométrica en apenas dos minutos. Eso me llevó a pensar que la sociedad va a tener más que un problema cuando los del baby boom lleguemos a la senectud. Y es que un viejo no solamente necesita una pensión, sino que además consume tiempo. Y mucho. Tiempo y paciencia. De modo que, cuando quienes nacimos entre los sesenta y los setenta rondemos los ochenta y andemos ociosos, hiper medicados y coqueteando con la demencia, España se va a encontrar con un problema casi tan difícil de gestionar como el de las pensiones. Y es que los viejos viven en una burbuja en la cual el tiempo parece haberse detenido y desde la que apenas son conscientes de la existencia de los otros. Están ahí, en su planeta, con sus ritmos, sus pastillas y sus recuerdos; hablando mucho y escuchando poco, ajenos y al mundo y a la reacciones que provocan a su alrededor. Me da sensación de que van perdiendo poco a poco la percepción de la realidad y por ello parece que todo les da igual. Por eso pienso, cada vez que me tropiezo con uno de ellos en la cola del super, contando las monedas y haciendo mil preguntas, que la sociedad no está preparada para lo que le viene encima de aquí a unos veinte años, cuando este sea un país de viejos que pongan en jaque, con su entrañable lentitud, a un sistema cada vez más deshumanizado e impaciente.

Tiempo al tiempo.

#‎SafeCreative‬ Mina Cb
Imagen: Mario Gomez Vidal

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