martes, 20 de febrero de 2018

No hay texto alternativo automático disponible. 


 MUDARSE

Una vez me dijo una amiga que lo peor que te puede pasar en esta vida es tener albañiles en casa, pero no: lo peor es una mudanza.
Y es que con las mudanzas pasa como con los premios de la lotería: que, como te tocan de Pascuas a Ramos, de una vez para otra ya no te acuerdas de lo que se siente.
Y es entonces cuando, inocente de ti, vas a cambiarte de piso y le contestas a ese amigo tuyo tan pesado que tiene una empresa de mudanzas “¿Qué pasa?¿Es que no me consideras capaz de hacerlo yo sola?”

Pues no. NADIE es capaz de hacer sólo una mudanza. Ni siquiera los tíos de las agencias. Y, si no ¿Por qué van dos? Es más, yo estoy convencida de que, cuando se cambian de casa, contratan a una empresa que les haga el traslado.
Pero a lo que vamos. Tú te sientes como Lara Croft: capaz de enfrentarte a todo en solitario, sin despeinarte y sin desfallecer. Y te plantas en medio del salón de casa, con todas las puertas de los armarios abiertas y un montón de cajas plegadas apoyadas en la pared. Te sientas en el sofá, haces memoria y recuerdas la mudanza anterior. Sí, esa en la que, simplemente, plegaste y llenaste las cajas, sin más. Recuerdas que pasaste medio invierno en chancletas porque la caja de las botas desapareció misteriosamente en el traslado. Y que estuviste dos meses durmiendo en pelotas hasta que conseguiste dar con la caja del pijama de borreguito. Claro que, para entonces, ya era Agosto.

Pero esta vez, te dices levantándote del sofá, lo tienes todo preparado. Vas a organizarlo todo por grupos, a rotular y numerar las cajas y a apuntar en una libreta el número de cada una y la relación de todo lo que contiene.

Ahora ya sólo te falta encontrar la libreta. La buscas por todo el piso y, finalmente, recuerdas que te la dejaste en el coche de tu amiga. De modo que decides empezar, de modo provisional, apuntándolo todo en un folio, y pasarlo más tarde a la carpeta. O mejor, introducirlo en el ordenador y archivarlo en un pen que guardarás aparte, porque, si lo guardas con los demás, luego no podrás saber en qué caja está hasta que las abras todas. Pero entonces tendrías que embalar aparte también el ordenador, y desembalarlo lo primero y, teniendo en cuenta lo que agota un traslado, en el momento que lo termines, lo primero que vas a querer desembalar van a ser el batín de guatiné, las pantuflas y el frasco de sales de baño.

De modo que te acercas al chino más cercano y compras otra libreta. Llegas a casa y descubres que tampoco tienes precinto para montar las cajas. Intentas cerrarlas cruzando las solapas, pero en cuanto metes tres pares de vaqueros la caja se desfonda y llegas a la conclusión de que es necesario el precinto. Un nuevo viaje al chino, donde coincides con la madre del de la empresa de mudanzas, que te recuerda que su hijo se dedica a esas cosas y que jamás han perdido nada, y que por cierto se acaba de separar y está muy deprimido, que a ver si lo llamas algún día. Te libras de ella como puedes y te plantas de nuevo en el salón de casa. Pones la caja boca abajo y la cierras con precinto. Al ponerla de nuevo boca arriba, descubres que el precinto del chino es autorreverse y se ha dado la vuelta, de modo que la caja está pegada al suelo. Le arrancas la tira, ésta se te queda adherida a la mano y te cuesta dos o tres minutos desembarazarte de ella. Cuando lo has conseguido, te das cuenta de que no sabes dónde has dejado el rollo. Intentas no perder la calma: no te has movido del salón y, por tanto, tiene que estar allí. En esto sientes algo colgando del antebrazo: el rollo. Claro que para entonces ya has perdido más de 20 minutos.
Montas la caja, la precintas con 7 tiras en cada dirección y, finalmente, metes en ella todo lo que cabe. La cierras, coges la libreta y apuntas: Caja nº 1: Pantalones de verano, camiseta verde de Mango, jersey de ir al monte, chaqueta de punto para ponerse por la noche cuando aún no han encendido la calefacción, calcetines de andar en bicicleta, pijama de los osos amorosos, pareo, cinturón de ante, crema depilatoria, pilas para el reloj de la mesilla, tijeras del pescado, agenda telefónica, secador de viaje, rallador de queso y libros de inglés de 5º de primaria.

Cuando te dispones a rotular la caja, descubres con sorpresa que el rotulador se lo dejaste a tu sobrino la tarde anterior y acabó perdido entre los asientos del autobús escolar. Te pones el abrigo, coges las llaves y te encaminas de nuevo al chino, que está cerrado pero da lo mismo porque, justo en la puerta, te encuentras a tu amigo el mudancero recién separado que, después de tomarse contigo media docena de wiskys, se ofrece a hacerte gratis el traslado.
Y sin pedir nada a cambio. Eso son amigos. Claro que, al cabo del tiempo, te enterarás de que rompió con su mujer porque es gay, Y que está liado con el compañero del reparto.

¡A ver si es por eso que siempre van de dos en dos!

#SafeCreative Mina Cb

No hay comentarios:

Publicar un comentario