sábado, 3 de febrero de 2018

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CENICIENTA

Pasó bastante tiempo a la intemperie hasta llegar a convertirse en Maricarmen, que es el nombre que yo le di cuando llegó a mis manos en unas circunstancias que merecen otro cuento. Ya sé que hay personas a las que se les regalan flores o perfumes, pero a mí, por alguna razón que desconozco, me regalan cosas raras. Singulares pero raras. Que no sé si es lo mismo pero se me entiende.

Cuando me la entregaron estaba un poco sucia y llevaba desnudo el cuerno izquierdo. A lo mejor por eso le puse Maricarmen, por la que la pillaba el toro y le metía el asta por el chirimbolo. O porque no se me ocurría un nombre para ella. No sé... como no la esperaba no lo había pensado. La cuestión es que procedí como conviene en estos casos, esto es, la metí en un barreño con lejía y agua caliente y la dejé una noche y creo que el día siguiente. Y el resultado fue espectacular: una vez seca, Maricarmen lucía hermosa y blanquecina, aunque invidente y aún desnudo el cincuenta por ciento de su cornamenta. Claro que a mí eso no me importaba mucho, porque ya estaba pensando en cómo tunearla: unas bolas en las cuencas oculares y una funda rosa de ganchillo para el cuerno, que tampoco era cuestión de dejárselo desnudo con la humedad que hay en mi casa. Pero el destino es caprichoso, y una mañana soleada y un pelín ventosa las circunstancias me llevaron hasta el lugar en donde había aparecido Maricarmen y, lo que son las cosas, tras una intensa e infructuosa búsqueda, y justo en el momento en que lo abandonaba y de la forma y en el lugar más inopinados, la funda perdida apareció, intacta y estriada, como un feliz e improvisado milagro que, alguien que entonces andaba por allí me dijo, se concede a quienes desean las cosas de verdad.

Desde entonces la llamo Cenicienta.

#SafeCreative Mina Cb

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