sábado, 20 de agosto de 2016

 



LA FUGA DE BLANCA

Se acabó lo que se daba. Estaba hasta la coronilla de esa panda de vagos que no la querían más que de cocinera y de fregona. Se hallaba al resguardo de la malvada madrastra, sí, pero alojarse con aquella cuadrilla de excéntricos había sido, como vulgarmente se dice, salir del fuego para caer en las brasas. Que una cosa, pensaba, era ser inocente y otra muy diferente ser tonta del culo.

Así que en cuanto aquella mañana abrió la puerta y se encontró con la vieja vendedora de manzanas lo vio clarísimo. Había llegado su momento. Le dijo que le compraba todo el cesto, la invitó a entrar a y le preparó un té en el que puso un buen puñado de semillas de adormidera. La mujer lo bebió despacio, insistiendo en que la niña estaba muy delgada y que debía probar sus exquisitas frutas. La propia anciana escogió la más hermosa, un brillante ejemplar color rubí que colocó en la mano de la joven, la cual se empeñó en lavarla con agua y jabón antes de hincarle el diente pese a la insistencia de la dama, que le decía que para que el fruto conservara todas sus vitaminas era necesario ingerirlo tal cual.

La discusión permitió a la joven ganar el tiempo necesario para que las semillas de adormidera hicieran el efecto deseado, cosa que ocurrió al cabo de unos minutos.
Fue entonces cuando la chica tomó las ropas de su invitada, se embozó bajo el pañuelo de la mujer y salió de la cabaña, el cesto de manzanas bajo el brazo, cerrando la puerta tras de sí, sabedora de que con ese disfraz ninguno de los espías que sus amiguitos tenían desperdigados por el bosque podría retenerla.

Aquella noche, cuando los enanos volvieron de la mina, las camas estaban sin hacer, la cena sin preparar y la ropa sin lavar. Y una horrible bruja roncaba estruendosamente en el comedor, la cabeza apoyada sobre la mesa y la mano aún junto a la manzana que el tragaldabas de Gruñón engulló en un santiamén.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Lumina Terris

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