viernes, 10 de abril de 2015






ABRIL

No entiendo un pimiento de botánica pero me gusta mirar a la naturaleza vestirse y desvestirse. Más lo primero que lo segundo, Porque al contrario de lo que pasa con la especie humana, donde el despojarse de las vestiduras suele ser una promesa de goces y disfrutes, el despelote del mundo vegetal es presagio de oscuridad y de tristeza.

Por eso me gusta tanto el mes de Abril. Por sus colores y porque todo eclosiona al mismo tiempo. Hay unos árboles al lado de mi casa que florecen una vez al año y cuyas vistosas flores caen al suelo al poco tiempo de haberse abierto, alfombrando la plaza y llenando de colores el paisaje. Visten de lila las peladas cabezas de los faroles de forja y crean una atmósfera especial que sólo se puede disfrutar durante unas semanas. No son los únicos. Creo que tengo controladas a una buena parte de las especies arbóreas urbanitas. Y en cuanto me barrunto que la floración se acerca, me dejo caer por los barrios en que moran y espero, un día tras otro, el inigualable espectáculo de la naturaleza que renace. Hay también ramas en el campo que se visten de rosa, de malva, de verde o de amarillo. En fin, que hay vida coloreada más allá de los cerezos, esos engreídos a los que todos miran como si no hubiera más flores que las suyas. Y es que en este periodo del año, la vida al aire libre se convierte en un paseo por entre las salas de un museo impresionista donde los colores se amontonan, novedosos y chillones, y nos anuncian que llegó el momento. Son muy pocas semanas, dos o tres… alguna más quizá, las que median entre esta exhuberancia cromática y la vuelta al verdor con todos sus matices, pétalos que caen para dar paso a las hojas, más frescas y apropiadas para el estío, que crearán enrejillados de sombra sobre el suelo reseco.
Poco duran las flores. Poco duran. Y por eso yo cuento los días, cada año, cuando llega el momento. Y las observo pasar de botones a racimos. Y me paro bajo las ramas y las contemplo, embobada, ajena a los pitidos de los coches, ávida de retener todo el color en mi memoria. Del mismo modo que se retienen los recuerdos de todas las cosas breves pero bellas que nos pasan en la vida.

#SafeCreative Mina Cb

2 comentarios:

  1. Sí, todo el mundo habla de la flor de los cerezos y los almendros, sin embargo a mí me gustan más las de los melocotoneros. Por otro lado, casi te diría que me apetece más el strepteasse, vegetal, claro; que a ti enseguida se te va el burro a las berzas.

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