domingo, 14 de junio de 2020




EL CX

Sábado a la mañana. Vacaciones. Terraza tranquila en un lugar con árboles y esa paz de quien ha pasado ya por más de lo que le va quedando. 
La vista fija en la camarera, una jovencita morena de ojos grandes, cuando mi acompañante dice:

”Wuuala, un Palas. Menuda reliquia.”

Me giro y lo veo y mi cabeza se va de inmediato a otra terraza, esta vez de la Plaza Nueva, y a mi despampanante amiga Rosa Mari, que hace mil años que ya no vive aquí, sentada en el Aragón con el suplemento del País entre las manos tras haber llegado atronando con su CX Palas, gris, como el que acaba de pasar, y hacer a continuación que todos los parroquianos levantasen la cabeza para fijar la vista en sus (todavía) espectaculares piernas. Y escucho de nuevo la relación de las andanzas de la noche anterior, cuando a las tantas nos dispersamos y alguna que otra se despistó por el camino a casa. La veo a ella, riendo con esa risa fuerte y cristalina, hablando de su jefe y de las oposiciones que anda preparando, y veo también al resto: Iñaki, Viti, Jesús, Darío, Maria Eugenia... los habituales del vermú, algunos porque nos apuntábamos a todo y otros porque no les caía lejos de casa. Puedo escuchar sus voces como si fuera ahora, ver las camisetas, los vaqueros y las deportivas de ellos y hasta sentir el tintineo del hielo en los vasos al moverse. Me acuerdo de ese tiempo en el que todo, tanto bueno como malo, estaba por hacer, y la única cavilación era la de decidir si el sábado nos íbamos a Alfaro o a Tafalla. Y todo ello sucede en los segundos que el semáforo tarda en ponerse verde y el conductor levanta el pie del freno, mete primera y se lleva, calle abajo, ese dulce fragmento de mi vida.

#SafeCreative Mina Cb

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