lunes, 27 de mayo de 2019




OVEJAS NEGRAS

Creo que las personas, en general, nos relacionamos por afinidad. Hay quien nos mola porque sí; porque le vemos y nos parece que nos tenemos que llevar bien por narices. Y así yo, por ejemplo, me fijo en gente desgreñada y mal vestida. Porque intuyo que, como dice el Principito, lo esencial es invisible a los ojos y que no es oro todo lo que reluce. 
Y como yo todo el mundo, creo; nos relacionamos, creamos nuestros círculos amistosos, establecemos relaciones sentimentales... e incluso votamos.

Votamos, sí.
Al que más nos mola. Al que más se aproxima a lo que nosotros somos, o nos gustaría ser. Y por eso pasa que, cuando somos raros, los nuestros casi siempre se quedan en la oposición. Porque es lo que nos toca: a los malvestidos, a los malpeinados, a los malhablados...

A los que nunca seríamos portada de un suplemento dominical, en fin.

Claro que a veces sucede que se da la cuadratura del círculo y el mundo se pone del revés y lo que nunca ha pasado llega. Y nos tenemos que frotar los ojos para mirar dos veces y decir que sí. Que a veces pasa lo del principito, y lo de la arena bajo los adoquines. Y que durante algún tiempo podemos llegar a creer que es posible que las cosas cambien, aun sabiendo que es más fácil que, como se dice en la biblia, un camello pase por el ojo de una aguja.

Pero el mundo es lo que es y la revolución es cosa de idealistas. Y los idealistas son un poco como los reyes magos. De modo que al final la realidad impone sus normas y volvemos a la pulcritud en el vestido y el peinado. Y a las formas convencionales y a lo conocido, que no será tan malo cuando se repite con una frecuencia tan atronadora. Y entonces nosotros, los raros, los soñadores, los malpeinados, nos recogemos de nuevo en nuestro rinconcito. 

Felices, eso sí, de haber sido habitantes del planeta Utopía durante algunos meses.

#SafeCreative Mina Cb

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