martes, 19 de febrero de 2019




WHATSAPPEO, LUEGO EXISTO

Estoy un poco harta del personal que en vez de vivir su vida la retransmite... en fin; no me molesta demasiado mientras no me incordien, pero me toca bastante las narices en determinadas ocasiones.

Me explico:

La otra tarde fui a un concierto: algo en plan familiar, en un local pequeño y en acústico y con una concurrencia de la que se podía pasar lista aunque de edades muy variadas. 
Pues bien; mientras que la chavalería veinteañera (que es la que se supone que está enganchadíiiiisima a las redes) disfrutaba de la música, un par de cuarentonas (cincuentonas tal vez) tiraban sin parar de móvil en plan mira que grabo mira que echo foto mira que comparto por whatsapp... que insisto en que me la traería al fresco de no ser porque estaban justo delante de mí y cada vez que colocaban el aparato en posición me restaban visibilidad. Pero oye, una es comprensiva y no dice ni mú.

Pero a lo que voy: que cuando una de las tipas, tras dos cañas y tres cuartas partes del evento dale que te pego a la tecla, que no me faltó nada para requisarle el móvil (maldito sea mi astigmatismo, no llegaba a leer los diálogos pese a tener el aparato bajo las narices) y ponerle al interlocutor eso de “paso de mandar más fotos, si no has podido venir pues jódete”, y justo cuando el grupo anunció que el recital había terminado, empezó a dar palmas para sumarse, enfervorecida, al coro de los del “otra otra”, yo estuve por acercarme al escenario, quitarle el micro al cantante, que es amiguete mío, y decirle a la pava a gritos, señalándola:

“A ver, tú, la de rojo: ¿Para qué quieres que sigan si no les has hecho ni puñetero caso?”



Inma Benítez

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