domingo, 25 de noviembre de 2018

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CHICAS FUERTES

Somos conscientes de nuestra vulnerabilidad desde el minuto cero. Desde que horadan nuestros lóbulos para dejarnos claro que hemos venido al mundo para seducir. Y que con lo que la naturaleza nos ha dado no tenemos suficiente. Que va a ser necesario que nos acicalemos para agradar al macho. Y que para ello hemos de sufrir si es necesario. Y ya, poco después, el miedo se instala en la cabeza y se hace un hueco ahí, en el subconsciente, nohagasnovayasnodigasnotetoques.... miedo, miedo y miedo. Nos enseñan a temer al hombre porque sí, porque lo es sin más, y de ese modo asumimos nuestra condición de secundarias de una forma natural, sin rebelarnos.
Como si fuera lo más normal del mundo.

Luego el tiempo pasa y la vida nos va diciendo si lo llevamos bien. Si estamos haciendo lo debido. Nos van dando señales. Ellos nos guían. Como debe ser. Y tú ya sabes si vas por buen o mal camino. Cuando los pechos crecen. Y las caderas se van redondeando. Y los chicos te dicen. Te dicen por la calle si vas bien. Si les gustas y eso. Y tú te pones hueca si te dicen cosas. Porque ese es el objetivo prioritario. Gustarles a ellos y no gustarte a ti. Por delante siempre ellos. Lo natural, en fin. Y como ya te hicieron ver desde el principio que necesitarías ayuda, a partir de los primeros dolores menstruales comienza la transformación. El maquillaje. Los tacones. La cera en las axilas. Y más tarde en las ingles, cuando seas mayor y tengas relaciones. También con miedo. Miedo al dolor de la primera vez. Miedo al embarazo. Miedo al parto. Miedo al despido si reclamas tus derechos como madre. Miedo a quedar a merced de tu pareja porque no te contraten. Miedo a que a tus hijos les pase algo. Sobre todo a las chicas. Esas chicas a las que inculcarás el miedo. El miedo al hombre. A que las acose. A que las viole. A que las ningunee. A que las muela a golpes. Miedo a la noche. A las sombras. A los pasos que resuenan por detrás. A los callejones. A los grupos de gente que se acerca. A las insinuaciones en los bares si van solas. Y luego ya miedo a los jueces. A los fiscales. A la prensa. A los políticos. El miedo como conducta. Como pauta. Como religión. El miedo. Siempre el miedo. Con lo fácil que sería educarlas en la valentía. Repetirles a cada instante que son valiosas. Que nada han de temer. Decirles eso todo el tiempo, en lugar de ponerles lazos y contarles cuentos de hadas. Convertirlas en las heroínas de su propia historia para que no se asusten. Para que sepan lo que valen y no se dejen manejar. Para que nada ni nadie les den miedo. Para que sean libres y nos hagan libres con su libertad. Y abandonen para siempre esa cárcel de rosados barrotes de la que, no nos engañemos, solo ellas mismas pueden escapar.

#‎SafeCreative‬ Mina Cb

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