jueves, 8 de noviembre de 2018

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BAJO CONTROL

Hace unos cuantos años, durante la celebración de la Expo del Agua de Zaragoza, tuve mis más y mis menos con la organización de la misma a causa de una navaja que me fue requisada en el control de seguridad y por cuya custodia la organización pretendía cobrarme cinco euros de los de entonces. Y digo pretendía porque una reclamación en plan don Erre que Erre con carta a los medios incluida hizo justicia y al final los cinco pavos acabaron convertidos en cañas a medias con el amigo que había compartido la taquilla (un mechero, creo). Por cierto que con dicha navaja había entrado hacía algunos meses en algún museo, tal vez el del Louvre. No así en las instalaciones de la Copa América de Valencia, que me pilló currando por esas latitudes, en donde el operario, muy amablemente, me preguntó si llevaba una navaja, me pidió que la dejase en depósito bajo fianza y a la salida me devolvió el dinero y el cuchillo. Para entonces ya me habían abroncado los Forales un día que caí por las oficinas del cuartel, diciéndome que cómo podía llevar eso encima cuando el detector la dibujó en la pantallita, a lo que yo les respondí que el día en que se acaben los donjuanes que te aparecen en un camino soltándote cosas tales como “Si fueras mi mujer te iba a follar hasta que te cayeras muerta” yo dejaré mi navaja en el cajón. Y asunto concluido.

Pero a lo que voy: y es que sin ser una gran viajera he contemplado espectáculos dignos de un cabaret en el control de seguridad de un aeropuerto. Yo, sin ir más lejos, tengo una especie de imán para que me paren y me abran las maletas. Me acuerdo de una vez que viajaba con el brazo escayolado, la maleta, una mochila y los papeles de embarque colgando de la boca en plan malabarista de la pista, y un chavalillo joven, policía o algo, se me acercó, la vista baja, murmurando que tenía que someter mi escayola a una prueba para detectar la posible presencia de explosivos: “Es que está mi jefe ahí- me dijo el pobre, señalando hacia la mesa- que si es por mí no se la hago... tiene usted pinta de ser buena persona”. No debió de pensar lo mismo la señorita que, en el viaje de vuelta, me sometió a la misma prueba con expresión de bulldog. En fin... que yo soy de esas a las que hacen quitarse cosas y pasar una y mil veces por el arco. Y que si me encuentran algo pues me lo quitan y lo tiran a la papelera esa que hay junto al puesto. Que no creo que luego vaya a la basura. Al menos todo. Pero vamos, que no es asunto mío.

El caso: que ayer casi se me atraganta el polvorón del postre cuando oí lo del AVE. El AVE nada menos; el megatren ese que les compramos a los franchutes a cambio de la detención de la cúpula de ETA y que desde que existe blindaron los andenes como si fuéramos todos delincuentes. Que ni a despedir al viajero puedes ir en algunas estaciones. Colocan el control y cuando llegas ya no hay vuelta atrás. Te pones en la cola, te escanean bolso y equipaje y te hacen pasar por los arcos. Por lo que puedas haberte metido por el culo. Y eso: que pobre de ti como te pillen algo peligroso porque ya lo has visto. A la saca y se acabó. Y ayer, mira tú: un trayecto Barcelona Madrid con una presunta terrorista en el pasaje. Controlada, eso sí, porque en España si algo se nos da de muerte es eso.

Controlar.

#SafeCreative Mina Cb

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