miércoles, 16 de mayo de 2018

 



LAS PALABRAS ESDRÚJULAS

Me encantan las palabras esdrújulas.
Y no soy la única. Conozco al menos a una persona a la que también le encantan. Claro que el tipo (un tal Manuel al que casi nadie llama por su nombre) y yo compartimos cumpleaños. De modo que puede ser que la pasión por las esdrújulas sea una característica propia de los Sagitarios del segundo decanato. Y que ningún astrólogo se haya dado cuenta todavía y por eso esta particularidad no aparezca en los textos descriptivos de nuestro carácter junto con la sinceridad, la independencia y la pasión por los viajes. Para quienes se los puedan permitir, naturalmente.

Claro que lo del gusto por las esdrújulas puede tener una explicación bastante lógica y asociada a la vagancia que también es propia de los nativos de mi signo: y es que para escribirlas correctamente no es necesario aprender ninguna norma. Y es que eso de los acentos es un lío: que a veces te sale por instinto y todo va genial, pero en otras ocasiones te asalta la duda y empiezas a pensar si la palabra lleva la sílaba tónica en la penúltima o en la última. Y luego depende de dónde estés, porque donde yo vivo los Josés siempre son Josés, pero te vas al sur y resulta que son Jóses… Y así no hay quien se aclare. De modo que no te queda otro remedio que pararte a pensar y decir: “Vamos a ver; esta palabra lleva la fuerza en la última sílaba, luego es aguda. Y acaba en ese, luego se acentúa”. Porque las palabras agudas se acentúan cuando acaban en ene, en ese o en vocal. Pero, claro, luego estan los vocablos tocahuevos. Como traspiés. Que es un plural. Y no un plural cualquiera, sino uno de esos plurales-trampa que se inventaron para amargar la vida de los estudiantes. Y además es compuesto. Y en su composición tiene un diptongo que no sabes si hay que separar o no. Y resulta que el singular de la segunda palabra no se acentúa. Y el plural tampoco porque es un monosílabo. Así que al final pasas de todo, porque fiarte del corrector del Google en casos como este es jugar a la ruleta rusa, y escribes tropezón. Que acaba en ón, como melón, y eso siempre se acentúa. Y así vas reduciendo tu vocabulario, esquivando vocablos llanos y agudos, que siempre resultan conflictivos, y te limitas a las esdrújulas. Que son previsibles y sonoras. Y que dan un poco de miedo, para qué negarlo.

Y es que no es lo mismo estar de los nervios que estar cardíaco, hacer el animal que ser un bárbaro, subirse al ring que saltar al cuadrilátero, padecer una desgracia o que te sobrevenga una catástrofe, encender una cerilla que prender un fósforo, que se te forme un tapón de sangre que tener un coágulo, ser vergonzoso que ser tímido, ir al sacamuelas que visitar al odontólogo, ser un licenciado que sacarse una cátedra, vivir con un salvaje que cohabitar con un psicópata, tener una herida en el culo que padecer una fístula, sufrir los efectos de una tempestad que ser afectado por una ciclogénesis, visitar Andorra que viajar a Mónaco, ser hipocondríaco que vivir en un ay…

O ser un tío raro que un excéntrico.

Lo dicho. Cuestión de esdrujulismo.

#‎SafeCreative Mina Cb

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