
EN BLANCO Y NEGRO
Estos huesos
enterraron a Franco y vieron
Aplauso y La abeja Maya en blanco y negro.
Para entonces mis ojos
ya habían llorado al ver enceguecer a Mary Ingalls
y ya se había partido mi corazón
cuando Heidi dejó la casa de los Alpes
para instalarse en Frankfurt.
Más tarde
el son de la movida hizo bambolearse mis caderas
y el rock and roll atronó mis tímpanos
como un despertador enloquecido
y mis pobres pulmones absorbieron
esa gran humareda que fueron los ochenta
(“este es el tiempo del cambio, el futuro se puede tocar”)
mientras el hígado metabolizaba malamente
aquel inacabable exceso de punteos,
sintetizadores,
hombreras de aviador,
chaquetones de cuero,
y vueltas y más vueltas de Loquillo,
Queen y Celtas Cortos
en el radiocasette de mi coche,
la garganta escupiendo a voz en grito
esos himnos inmensos
casi al amanecer, volviendo a casa
en el tiempo en que todo era posible
cuando la juventud,
que entonces parecía inacabable,
permitía olvidar la madrugada
y sus brillantes luces
y prolongar la ociosa oscuridad
en un intento vano de que
(al fin)
algo pasase.
Hoy el rock está muerto,
ya no hay radiocasettes
y apenas quedan ritmos que inventar...
pero sigo escuchando
(y no es nostalgia)
esas viejas canciones
y bailo por la casa, enfebrecida,
repitiendo las letras
mientras siento el quejido de estos huesos
que enterraron a Franco y vieron
Aplauso y La abeja Maya
en blanco y negro.
#SafeCreative Mina Cb
Estos huesos
enterraron a Franco y vieron
Aplauso y La abeja Maya en blanco y negro.
Para entonces mis ojos
ya habían llorado al ver enceguecer a Mary Ingalls
y ya se había partido mi corazón
cuando Heidi dejó la casa de los Alpes
para instalarse en Frankfurt.
Más tarde
el son de la movida hizo bambolearse mis caderas
y el rock and roll atronó mis tímpanos
como un despertador enloquecido
y mis pobres pulmones absorbieron
esa gran humareda que fueron los ochenta
(“este es el tiempo del cambio, el futuro se puede tocar”)
mientras el hígado metabolizaba malamente
aquel inacabable exceso de punteos,
sintetizadores,
hombreras de aviador,
chaquetones de cuero,
y vueltas y más vueltas de Loquillo,
Queen y Celtas Cortos
en el radiocasette de mi coche,
la garganta escupiendo a voz en grito
esos himnos inmensos
casi al amanecer, volviendo a casa
en el tiempo en que todo era posible
cuando la juventud,
que entonces parecía inacabable,
permitía olvidar la madrugada
y sus brillantes luces
y prolongar la ociosa oscuridad
en un intento vano de que
(al fin)
algo pasase.
Hoy el rock está muerto,
ya no hay radiocasettes
y apenas quedan ritmos que inventar...
pero sigo escuchando
(y no es nostalgia)
esas viejas canciones
y bailo por la casa, enfebrecida,
repitiendo las letras
mientras siento el quejido de estos huesos
que enterraron a Franco y vieron
Aplauso y La abeja Maya
en blanco y negro.
#SafeCreative Mina Cb
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