domingo, 4 de junio de 2017

 



RAYOS Y CORCHEAS

Se desata el diluvio y me cobijo en un porche. La cuidad se acelera, alborotada, en busca de refugio. Me apoyo contra el muro de una de esas perfumerías (“Te ponemos guapa”, reza la propaganda, como si una no lo fuera ya en sí misma y necesitase de artificios) y casi al momento se me acerca un voluntario de Acnur, atraído sin duda por mi indumentaria, que denota, según me dicen siempre, “un perfil solidario”.
Mientras charlamos, un grupo de chavales desenfundan sus instrumentos de conservatorio y acometen un pasodoble que no va en absoluto en consonancia con su aspecto informal y un tanto hippy. Tocan bien y la gente se acerca. Un señor de cierta edad aplaude con entusiasmo, feliz, me imagino, de que estos jovenzanos se atrevan con una pieza de tan recio talante. A continuación uno de los clarinetistas abre un pupurrí de Abba y más tarde, y muy probablemente por el lugar en el que estamos, se arrancan con Los sitios de Zaragoza.

A mi izquierda, una madre y su hija, monísimas, rubias súper maquedadas se quejan del chaparrón y lamentan de no llevar paraguas. Contemplan las evoluciones de un rubiales de menos de dos años al que podían haber sacado de una película de la Shirley Temple... pobre criatura, ese no se ha revolcado en la tierra en toda su existencia. La abuela sugiere que tal vez el niño tenga frío, y que habría que comprarle una chaqueta. Especulan con la posibilidad de llamar por teléfono a alguien para que las recoja o, como último recurso si no para de llover, pedir un taxi. Eso sin abandonar en ningún momento el tono de contrariedad de quienes han visto inundarse una brillante tarde de viernes que habían destinado a pasar juntas. La conversación se interrumpe de repente cuando el bramido de un pavoroso trueno acalla los sones de los músicos y un zigzagueante y azulado relámpago rasga el cielo justo en frente de nosotros. El angelito rompe a llorar y su madre lo coge en brazos, intentando calmarlo. Mientras, unos pocos metros más allá, una chica no demasiado guapa y bastante mal vestida ha aprovechado la tormenta para sacar a su pequeño de la silla. Lleva un rato bailando con el chiquillo a cuestas y se lo están pasando bomba. Tanto que yo creo que ni se han enterado del estruendo. Ríen a carcajadas bajo la divertida mirada de su abuela mientras el rubiales los contempla, perplejo y envidioso, encaramado a la enjoyada seguridad de los brazos de mamá.

#SafeCreative Mina Cb

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