miércoles, 28 de junio de 2017

 



EL PADRE MOTO

Confieso que me caen bien los jesuitas. Puede que porque son una orden religiosa que se ocupa más de los hombres que de Dios; hasta el punto de meterse en avisperos en los que no es difícil que una mañana se desayunen con un par de ráfagas de Kalashnikov y se terminen el café con el Altísimo. Eso los más aventureros, porque hay otros que ejercen la bonhomía a pequeña escala, y se quedan en su país haciendo el bien y sin mirar a quién.

Aquí, sin ir más lejos, tenemos tres claros ejemplos: el primero el del paciente Padre Lasa, que se curró lo del Barrio de Lourdes a base de cabezonería; el segundo el del Padre Perico, que lleva décadas de labor en pro de los más desfavorecidos y al que este año se le va a rendir un homenaje al haber sido nombrado Tudelano Popular; y el tercero es el del Padre Zubiaurre, más conocido como “El Dientes”, “Profidén” o “Padre moto”, que ha muerto hace unas horas en su tierra, Loiola, lugar al que marchó hace algunos años tras dedicar una buena parte de su vida a velar por los más necesitados de Tudela.

El padre Zubiaurre forma parte de nuestra memoria lo mismo que la fuente del pez o los columpios de hierro del Paseo de Invierno. Era una figura onmipresente y familiar. Circulaba en una destartalada moto en cuya parrilla no solía faltar, entre otros cachivaches y paquetes, alguna bolsa de la cual sobresalían unas cuantas barras de pan “para sus pobres” que el Zubi mendigaba por las panaderías de la zona. Tenía abiertas las puertas de todas las casas en donde habitaba la necesidad. Que no eran pocas, aún siendo muchas menos que ahora mismo. Aunque también es cierto que, en aquellos tiempos, los pobres eran pobres de solemnidad puesto que los servicios sociales no funcionaban, ni de lejos, como lo hacen hoy.

Al padre moto se le puede definir, más que por sus obras, por las anécdotas que protagonizó. Una de ellas se produjo cuando se encontró por la calle a un amigo que se había hecho una casa. Se ofreció a ir a bendecirla, el otro dijo sí y el pater se presentó con el incienso y las jaculatorias, roció las estancias y, una vez hubo acabado y antes de despedirse, le pidió al flamante propietario cien pesetas “para sus pobres”. En otra ocasión un conocido empresario tudelano a cuyo despacho había acudido, y viendo lo raída que llevaba la sotana, le dio 5000 pesetas para que se hiciera confeccionar una nueva. Pero la siguiente vez que se encontraron el Zubi seguía ("habiendo tanta necesidad -arguyó- no voy a gastarme el dinero en algo de lo que puedo prescindir") con la misma vestimenta, visto lo cual el donante se lo llevó al sastre, a quien pagó la sotana una vez esta estuvo terminada. Y la tercera, y creo que mi favorita, se produjo durante la Javierada, cuando los peregrinos llegaron el viernes a la explanada del Yugo y el Zubi se horrorizó al ver los bocadillos de txistorra: “¡Pero es viernes!”, protestó, desesperado. El cocinero le dijo que eso era lo que había y que si quería se lo comiera y si no no. El padre cuentan que miró el bocata, se santiguó unas cuantas veces, rezó algún paternoster y se trapiñó la longaniza mientras el cocinero añadía, divertido: “Y le aviso, padre, que en el Plano hay lomo con pimientos”.

Supongo que irá al cielo. Si lo hay. No creo que nadie en este mundo lo merezca más que él. Y si el cielo no existe, deseo de corazón que su bondadoso espíritu se reencarne en un gato doméstico de esos que pasan la vida tripa arriba, acariciados por el sol y bien alimentados, ajenos a la existencia de la muerte e ignorantes de las desgracias que aquejan a la especie humana.

Descanse en paz.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Jesus Marquina Arellano

(Por cierto... creo que también oficiaba misas)

No hay comentarios:

Publicar un comentario