martes, 12 de agosto de 2014



SECRETOS

Debería existir en los armarios del alma un lugar especial donde guardar los secretos. Un bello cajón bien ajustado, forrado de terciopelo negro y con departamentos aislados entre sí; ligero y silencioso, que se deslizase suavemente por las guías para permanecer herméticamente cerrado sin necesidad de que ninguna llave hubiera de resguardar su contenido; un receptáculo estanco donde las palabras y las imágenes descansasen, dulces o amargas, añejas o novedosas, sabedoras de que ninguna circunstancia de la vida se atrevería a importunarlas.

Debería existir un lugar inaccesible donde recoger todas esas confidencias que alguien nos ha contado en un momento de amargura o desamparo y que a veces, de puro sorprendentes, nos cuesta tanto no compartir con otros. Por eso y porque en ocasiones las confesiones son de una tal dureza que se hace difícil soportar el dolor en soledad. Pero hay que hacerlo, puesto que los secretos nunca deben ser transferidos más que por unos labios. Y una vez han sido lanzados a la atmósfera, o guardados en la retina, su eco ha de ser borrado para siempre, y se han de encerrar, como piedras preciosas, en lo más profundo de nosotros mismos. Y hasta hay que olvidarlos si hace falta para evitar su difusión. Porque un secreto no es sino el resultado de un momento de debilidad o de zozobra, de un vahído del ánimo que nos empuja, casi sin sentirlo, a depositar en otras manos nuestra congoja, nuestra sorpresa… nuestra vulnerabilidad. Y aunque a menudo nos arrepintamos de habernos dejado llevar por la angustia y haber mostrado a alguien el interior de nuestras almas, también es cierto que estas confesiones, además de aliviar el peso de nuestros corazones, llegan a crear con los receptores de la información mágicos vínculos que, a menudo, ni la muerte consigue destruir.

#SafeCreative Mina Cb

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