viernes, 20 de noviembre de 2020


 

 Existen sueños que una ni siquiera sabe que ha soñado. Quiero decir en cuanto al modo en que se materializan. Porque este libro que acabas de abrir nació para ser música. Y en música se convirtió, efectivamente, una noche de Julio al dulce amparo de la guitarra del gran Alejo Huerta. Y ahí pensaba dejarlo hasta que un día en que, supongo, andaba un tanto ociosa, se me ocurrió que tal vez sería buena idea poner en negro sobre blanco algunos de los textos de Tudela que habían ido apareciendo en mi página de Facebook “Los cuentos de Minina” a lo largo de los ocho últimos años para, con este gesto, añadir un capítulo más a la historia de la literatura costumbrista local y demostrarme a mí misma que me estoy haciendo vieja.

Sí, porque esta es una de esas obras de las que yo siempre renegué. Y es que a mí Marín Royo y Verdoy y Javier Calvo y toda esa cuadrilla me parecían unos carcamales que sólo hablaban de los tiempos de Maricastaña. Y que esa temática populachera y un tanto nostálgica era un mal perecedero que la modernidad se encargaría de borrar más tarde o más temprano.

Pero la memoria es un bicho traicionero que siempre acaba por clavarte su aguijón. Y así, a través de “Cierzo”, la editorial de los chicos de “Letras a la Taza”, una pequeña parte de las vivencias de la generación que vio nacer la democracia, creció sin móvil y pasó más horas en el Tubo que en el salón de casa se ha convertido, lo que son las cosas, en este puñado de relatos que nacieron, repito, sin intención de ser papel.

Bienvenidos a “Tudela en cuento”: el sueño que nunca fui consciente de soñar.

Inma Benítez

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