viernes, 13 de diciembre de 2019





VIEJOS

Miro a mi alrededor y todo avanza. Todo se mueve. Todo evoluciona. Todo pasa a una velocidad vertiginosa. Contemplo a los demás y veo en ellos el reflejo de la vida que se va. Los hijos de aquellos con quienes he ido compartiendo la existencia son mayores que sus padres cuando les conocí. Y les veo a ellos reflejados en sus rostros. “Eres igual que tu madre”, digo, repitiendo la frase escuchada tantas veces. Y poco a poco se van yendo... abuelos al principio, luego padres... y ya hermanos, amigos, conocidos... van siendo devorados por el tiempo. Corto la cebolla para el guiso y ese momento muere conforme se dora. Y así voy, vamos consumiendo el calendario con la gris certeza de ir acercándonos poco a poco al fin. Y los vemos a ellos, los más viejos, retraerse y dejar atrás esa energía que un día nos sostuvo. Y la frase “está bien de cabeza pero no sale de casa, ya no puede moverse”. Y nos imaginamos a nosotros mismos clavados a la cama o al sofá, con suerte y si este sistema de pensiones no se va a la mierda antes de que la parca nos llame a su café. Nosotros, los del baby boom. Los que llenaron los bares y sembraron de cadáveres consumidos por la droga el panorama juvenil de los ochenta. Los de la transición. Los que crecieron libres, como hubieran querido hacer sus padres. Los que tuvieron oportunidades. Los que compraron coches. Y casas. Y viajaron. Nos vemos ahí, en la parrilla de salida, haciendo cálculos y planes de pensiones y temiendo por el porvenir de nuestros hijos. Y por el nuestro propio. Abandonados a nuestra desgracia con ochenta, ochentaytantos, mermadas las facultades pero bien de cabeza y sin salir de casa. Vacíos de energía y de ilusión en un sistema en que la geriatría estará llena de incompetentes subcontratados en base a la demanda. Mendigando atención médica para sobrevivir mientras la sociedad avanza, dejándonos atrás. 

Y me pregunto si estamos preparados.

#SafeCreative Mina Cb

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