lunes, 15 de enero de 2018

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EL COLACAO

Mi infancia son manchurrones de colacao por todo: por la ropa de salir, por la de estar en casa, por los pijamas, por las sábanas, por los manteles, por las alfombras, por la mesilla del dormitorio y hasta por la encimera del lavabo… Manchurrones espesos con aspecto un tanto equívoco, sobre todo aquéllos que eran producidos por la pasta base necesaria para preparar un colacao en condiciones, esa mezcla marrón con grumitos y burbujas para la que se requería un talento casi culinario. Y eso que los dibujitos explicativos de la etiqueta ayudaban bastante, pero uno tardaba meses, cuando no años, en llegar a calcular las proporciones exactas de agua y de polvo chocolateado necesarias para que la textura del producto fuera la adecuada. Yo miraba los dibujos y luego el aspecto del vaso fotografiado en la etiqueta y no me cuadraban las cuentas. O se me iba la mano con el polvo y la bebida quedaba reducida a un vaso de leche color crema con unos grumos marrones en suspensión o bien me pasaba con el líquido y aquello más que colacao parecía nesquik. Que era lo peor que te podía suceder, porque con el colacao y el nesquik pasa como con el Barça y el Madrid: que sólo se puede ser de uno.

Menos mal que mi hermana me dio una de sus lecciones magistrales: para la base, de aproximadamente dos dedos de altura, lo que había que hacer era poner primero el polvo y luego añadir poco a poco la leche con una mano mientras con la otra se revolvía la mezcla con una cucharilla. Después, y una vez alcanzadas las proporciones adecuadas (¡He ahí el insondable misterio!), se mezclaba el conjunto hasta formar una solución de color marrón, granulosa y burbujeante y de textura un tanto pastosa. Y entonces, y sólo entonces, una vez que la base estaba perfectamente homogénea, se añadía lenta y cuidadosamente el resto de la leche, eso sí, sin dejar en ningún momento de remover con la cucharilla.

El resultado era una apetitosa bebida de color marrón claro cuya superficie, si habías hecho bien las cosas, debía presentar una fina capa de espuma que algunos nos comíamos a cucharadas y que dejaba siempre una delatora línea de espuma marrón sobre al labio superior.
Como un bigote.

#SafeCreative Mina Cb

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