jueves, 25 de enero de 2018

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EL BOLSO

Existe un agujero negro en el mundo del psicoanálisis. Tanta teoría, tanto estudio, tanta obsesión con las regresiones a la infancia y la mayoría de las pacientes (y estoy hablando de mujeres) se ahorrarían una pasta en sesiones si desde el primer momento el terapeuta les pidiera algo tan sencillo como vaciar el contenido de su bolso sobre la mesa de la consulta. De ahí, en cuestión de unos minutos, salía un diagnóstico infalible que daba sopas con honda a todos los tratados habidos y por haber sobre el comportamiento femenino.

Y es que, lo mismo que un hombre lleva la sesera en el escroto, una mujer lleva el alma colgada del brazo. O del hombro. O en bandolera.

Del bolso de une mujer se puede ver salir cualquier cosa; desde un lápiz de labios a unas alpargatas para irse de fiesta, pasando por un caniche, un secador de pelo, un muestrario de mármoles para la cocina, un martillo pilón y hasta una colección de libros de arquitectura de la Taschen, que son un rato grandes.

Un bolso no es un accesorio; es un compañero del que los hombres deberían sentir celos. Una mujer puede perder un pendiente, un zapato, una pestaña postiza e incluso las bragas sin inmutarse. Pero si pierde el bolso es una catástrofe. Sí, porque en el bolso lleva un par de pendientes, un par de zapatos, un par de pestañas postizas y unas bragas. Todo de recambio y por si pierde el original. De modo que a veces los bolsos terminan como los cajones del comodín; llenos de cosas impares que se han quedado allí a la espera de que su gemelo apareciese y que han ido confraternizando con el resto de los “singles” que se incorporaban con el paso del tiempo. Y se mezclan con lápices de ojos romos, secos y quebrados, y con barras de labios a medio consumir que de vez en cuando se abren y lo ponen todo perdido, y con tarjetas del corte inglés que se han escapado del tarjetero y que andan por ahí, a la aventura, viviendo su vida y sin cumplir el cometido para el que fueron fabricadas, y con manojos de llaves que juegan al despiste y se intercambian los llaveros de forma que cuando quieres las de casa sacas las del coche y viceversa, y con lapiceros del Ikea que se acabaron desprendiendo del interior de la agenda donde habitaban, ese librillo de papel hoy descuartizado, lleno de trazos ilegibles, borrosos, condenado al olvido desde la aparición del teléfono móvil, y con píldoras que a saber, lo mismo son ibuprofeno, grageas de regaliz o cápsulas de cianuro, y que probablemente, sean lo que sean, lleven lustros caducadas, y con navajas suizas a las que les falta el palillo, y que no hay quien utilice porque se han atascado a causa de la suciedad que habita en el fondo del bolso, y con compresas enfundadas que, aunque hayan perdido todo su poder de absorción, se seguirán adhiriendo con fuerza al vello púbico, y con bolsas vacías de kleenex con virutillas de tabaco pegadas al adhesivo, y con mecheros sin gas, y con linternas sin pilas, y con estuches de costura que no se han utilizado jamás, y con preservativos inservibles, y con tarros de colorete que hace tiempo que espolvorearon su contenido por el interior del habitáculo…

Y esto solamente para las mujeres sin cargas familiares, porque si la propietaria tiene una criatura hay que añadir media funda de la sorpresa del kinder, una caja de tiritas con el contenido esparcido por ahí, un camión de bomberos casi de tamaño real, un paquete de toallitas resecas, un chupa chups revenido, un pañal deshilachado, un tarro vacío de potito, un chupete viejo, un sonajero sin mango y el primer dibujo que hizo en la guardería. Entre otro millar de cosas.

Y si todos estos objetos llegan a convivir en armonía y sin excluirse los unos a los otros es porque una mujer nunca se desprende del contenido de su bolso sino que, a medida que lo va sustituyendo por otro (siempre de más capacidad que el anterior), vacía el viejo sobre el nuevo de modo que el orden de los estratos se invierte y sólo el paso de las semanas vuelve a colocar los objetos en su sitio… lo más usual encima y lo más inútil en el fondo.

Selección natural, que dicen los científicos.

#SafeCreative Mina Cb

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