martes, 18 de abril de 2017

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LA NOVELA DE LA VIDA

De niña solía ir a jugar a casa de la abuela de una amiguita del barrio. Era una mujer muy religiosa y un poco remilgada, como todas las abuelas de entonces. Y exigía que todo el mundo que entraba por la puerta saludase con un “Ave María Purísima” (frase a la que mi padre acostumbraba a contestar con el irreverente “A palos te rompan la crisma”) A mí, quizás por el escaso interés que existía en casa hacia las divinidades, me costó aprenderme la fórmula, y si lo hice fue porque la señora Catalina, que así se llamaba, me hacía salir de nuevo al rellano, volver a llamar a la puerta y volver a entrar. Sin saludo no había ni juegos ni merienda.

Y es que la vida es un puro protocolo, el esquema de una novela: llegamos con ruido, berreando, manchándolo todo... en fin, haciéndonos notar. Sobre todo en esta parte del mundo, la privilegiada, donde la vida es importante y el nacimiento se celebra, y se ampara y se mima a la mujer embarazada, y se protege a los niños.

Después de este comienzo de la novela, de este planteamiento inicial, nos llega el nudo, que no es sino el sentido que cada cual decide dar a su existencia, dentro de sus posibilidades: los hay que estudian, que vegetan, que trabajan como chinos, que viven del cuento... algunos se casan, otros abrazan la religión, otros permanecen solteros de por vida, otros no saben/no contestan… hay quien decide dejar constancia de su presencia en este mundo mediante la maternidad, otros piensan que para lo que se van a encontrar casi mejor vamos dejando que esto se despueble… Y en el mientras tanto, vamos sumando años, y experiencias, y dolores y dichas a nuestro bagaje. Hasta que llega el día en que ni la medicina ni la biología ni la fe pueden reparar nuestros cuerpos fatigados de caminar, nuestros cerebros exhaustos de acumular vivencias, nuestros corazones agarrotados de latir. Y nos vamos consumiendo, y nos vamos apagando. Y en ese lánguido y nostálgico descenso nos vamos despidiendo, poco a poco, de todos aquellos a quienes hemos amado. Y vamos besando y dejándonos besar; abrazando, llorando, desaprendiendo lo aprendido, regalando palabras y cariño… hasta que llega el momento de partir. El desenlace.

Pero hay quienes deciden saltarse varios capítulos, y del planteamiento se van al desenlace, sin avisar, sin prevenirnos. Sin dejar que nos preparemos. Sin permitirnos decirles por última vez que los queremos, que son lo más hermoso que nos pasó en la vida, que nunca los vamos a olvidar. Sin darnos la oportunidad de intentar persuadirlos, convencerlos para que se queden entre nosotros un segundo más, un minuto más, unas horas más…

Y nos alivien del peso de este hormiguero en el estómago, de esta mordaza sobre el corazón, de este interrogante que nunca, nadie, podrá desincrustarnos del cerebro.

#‎SafeCreative‬ Mina Cb
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