jueves, 13 de abril de 2017

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A ESE JESÚS DEL MADERO

Mi infancia son recuerdos, no de un patio de Sevilla, sino de un rincón de la calle Herrerías, un gélido y ventoso atardecer de primavera, Viernes por más señas, viendo pasar hombres vestidos de negro, de morado, de marrón. Hombres tristes, descalzos sobre el hiriente asfalto, anónimos penitentes cargados de cadenas. Hombres silenciosos y embozados, tétricos fantasmas bajo sus cónicos capirotes, siniestros quasimodos con la mano bajo el cuello, protegiendo sus identidades de los ojos de la multitud. Hombres que daban miedo, que evocaban con sus atuendos a aquéllos otros hombres que atacaban a los negros en las plantaciones del Massa Reynolds, armados con palos y rifles, ocultos bajo blancos embozos marcados con el signo de la cruz.
Pobre Jesús, me digo ahora, ya pasada la temerosa infancia; pobre Jesús siempre en la cruz, siempre doliente, siempre ensangrentado. Pobre Jesús siempre tocado con esa siniestra corona de espinas, siempre abocado a la esponja, sorbiendo el vinagre. Siempre enfrentado al Sanedrín, siempre cuarenta veces flagelado.
Pobre Jesús, millones de veces mil veces negado, siglos enfrentándose a la traición de Judas, milenios sentándose a la mesa, cortando el pan y repartiendo el vino. Pobre Jesús, un solo instante de dicha, entrando a lomos de un borrico en la capital de esa Tierra Santa a la que tan poco acierto tuvieron al poner el nombre. Pobre Jesús, aclamado en las calles por la misma muchedumbre que sólo tres días más tarde pedía a gritos su crucifixión. Pobre Jesús, anacrónico profeta, ingenuo anarquista, incauto filántropo. Pobre Jesús que murió, ya en aquél tiempo, por decir verdades que abrían llagas en los muros del poder. Pobre Jesús, convertido en reclamo turístico, en ídolo de multitudes, en moneda de cambio de un rentable negocio que lleva más de veinte siglos subsistiendo a base de vender esperanzas (máximos beneficios y mínima inversión). Pobre Jesús crucificado, pobre Jesús escarnecido, pobre Jesús por siempre condenado, como un mal estudiante, a repetir una y otra vez el mismo duelo. Pobre Jesús convertido en rentable tradición, en vacaciones en la nieve, en escapadas al Caribe.
Pobre Jesús doliente y maltratado. ¡Cómo han jugado contigo! ¡Cómo te engañaron! ¡Cómo te dejaste utilizar! Convirtieron tu calvario en un vehículo para culpabilizar beatas, para asustar campesinos, para adormecer conciencias. Entendieron rápidamente que era mucho más didáctico, mucho más útil, mucho más práctico, un Jesús agonizante, ensangrentado, patético, vencido y humillado que aquél otro que hablaba a las multitudes de amor, de igualdad, de paz y de esperanza.
Ese Jesús humano, cercano y compasivo.
Aquél que anduvo en la mar.
 
#SafeCreative Mina Cb
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