miércoles, 5 de abril de 2017

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 CHISTERA... NO VIENE DE CHISTE

Será porque chistera tal vez venga de chiste por lo que le hizo tanta gracia en un principio. Se la encontró en la calle, un sábado a la noche, encima de un contenedor. Volvía de una cena e iba un poco pasado. Le dio uno de esos arrebatos surrealistas en plan alehop magia potagia y echó las llaves dentro. Y cuál fue su sorpresa cuando, al introducir la mano, ya no estaban. Y no es que hubiera un agujero por el que se hubiesen podido colar. No. El fondo estaba intacto. Y por mucho que hurgó en busca de una rendija que hubiese abducido a su llavero no hubo forma. Tuvo que llamar a la vecina y excusarse por molestarla a esas horas. Y pasar por el trance de que ella imaginase cómo había perdido las llaves al llegar en ese estado.
Aunque cualquiera le decía la verdad.

Pasó todo el domingo metiendo cosas al sombrero e investigando por qué extraño rincón podían esfumarse. Pero no hubo manera. Al parecer se trataba de un objeto mágico que, por alguna razón desconocida, había caído en sus manos y que debía tratar con extremada precaución. De hecho, al colocarlo sobre la mesa del salón se tragó el iphone y parte del tapete. De modo que le dio la vuelta y lo puso boca arriba, con la cavidad mirando al techo. Y fue peor el remedio que la enfermedad, porque la lámpara se desprendió al instante y acabó en las tripas de la chistera negra. Igual que el gato, que asomó el hocico por ver qué había dentro y fue abducido de inmediato por el sombrero mágico. Exactamente lo mismo sucedió con una amiga, que llegó a buscarlo para ir al cine a eso de las siete y, mientras él se ausentaba un momento para ponerse los zapatos, absorbió a la pobre chica para enviarla a no se sabe dónde.

A partir de ese día no se atrevió a salir de casa. Le aterraba dejarlo solo, que lo mismo a la vuelta había desaparecido el edificio. O incluso la cuidad entera. Supo de una isla en el Pacífico que estaba formada por basura. Y como siempre había tenido una vena ecologista metió el sombrero en una funda hermética y allá que se marchó, transbordo tras transbordo, hasta alquilar por fin una barquita con la que se plantó ante el islote, que fue engullido en un par de minutos por el voraz engendro, que más tarde se tragó la barca y el barquero y anda, me temo, en este mismo instante, almacenando en su infinita panza toda el agua salada del planeta.

Que el cielo nos proteja.

#SafeCreative Mina Cb
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