miércoles, 8 de marzo de 2017

 


 NOSIRVESPARANADA

Es monísima. Le calculo unos sesenta aunque puede tener más. Pero no los aparenta. Parece instalada en la mitad de la cuarentena. Y va siempre a la última. Delgadita además. Maquillada. Y con buen tipo. Y ropa de marca. Siempre conjuntadita. Que hasta en chándal da gloria verla. Y el cabello impecable. Ni una cana ni un pelo fuera de su sitio. Que se tiene que fundir una fortuna. Porque yo me veo las canas apenas una semana después de darme el tinte. Y educada y correcta. Un tesoro de dama. No sonríe mucho, eso sí, pero oye... cada cual es como es. Y tampoco suele ir con amigas. Y tiene la piel fina y las manos delicadas. Sin callos ni uñas rotas como yo. Claro que su esposo es un pez gordo en una empresa. Así cualquiera. Pero me imagino lo que debe presumir cuando la lleva del brazo a sitios importantes. Porque entonces seguro que ella se pone bien bonita. Y hasta igual sonríe. Y él se tiene que ahuecar como un pavo real.
Parece un hombre bueno. Yo no lo conocía hasta hace poco. Pero me dio penita, la verdad. Vino con ella. Le estaba reprendiendo. En voz baja, eso sí, pero lo estaba poniendo hecho unos zorros. Le recriminó un montón de cosas. Un montón. Sin perder la compostura, que ella es así de digna y de divina. Pero menudo rapapolvo. Él bajaba la vista, resignado, y recogía las cosas en silencio. Sin alterar el gesto ni soltar una frase. Como si aquello fuera lo más normal del mundo; el peaje a pagar por tener a su lado una mujer así.

Ahora, la verdad, me cuesta sonreírle cuando viene.

A ella digo.

#SafeCreative Mina Cb

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