miércoles, 2 de noviembre de 2016

 



VERSOS DE OTRO PUERTO

Tengo una amiga poeta que no soy yo que anda la pobre que no se halla. Tenía un móvil que no era el mío que ya no daba más de sí el pobre... tanto archivo de audio y tanto whatsapp de los que da no sé qué borrar y al final decidió jubilarlo. Y eso que le había dado buen servicio. Y era tan chiquitín que le cabía en el bolsillo.
Así que le dijo a su sobrino, que como el mío es un águila en esto de la tecnología punta, que le pillase un aparato apañadito para poder llevar sus cosas sin tener que andar siempre pendiente del icono de “te estás quedando sin memoria” (bastante tenemos con la amenaza del Alzheimer que parece que se cierne sobre nosotras cada vez que tecleamos en el super el pin de la tarjeta) y andar por el mundo un poquito más feliz y relajada. El chaval, la verdad, se empleó a fondo y le encontró por la internete un flamante portátil nuevecito, con su estuche y sus fundas plásticas, brillante y la mar de coquetón, pequeño y manejable y muy fácil de emplear, que a mi amiga, como a mí, ya se nos van quedando un poco grandes estas cosas.

Ella estaba feliz hasta anteanoche. Había coincidido en el teatro con una conocida con la que se tomó un café salpicado de confidencias amorosas. Esas historias incomprensibles y un poco sospechosas de echar el ojo donde no se debe. Y a veces incluso lo que no es el ojo.
Intentó mandarle desde casa unas fotos del evento y al trastear por los archivos descubrió algo en lo que antes no había reparado. Una imagen perdida en la carpeta del año 2015. Febrero para ser más exactos. O sea mucho antes de que el cacharrito llegase hasta sus manos. Se quedó patidifusa. Pero ahí estaba el solitario y desafiante elemento que alguien olvidó. Algún chino, sin duda, que son los que fabrican estas cosas. Se aburriría el hombre y tomaría alguna foto. O sería del control de calidad y tendría como misión la de comprobar el funcionamiento de la cámara de fotos. Uno de esos tipos que cogen un chisme al azar de la cinta de producción y, hala, a este le toca y con este me voy a entretener.

No le dio por considerar que pudiera tratarse de uno de esos virus maquiavélicos que dicen que hacen que un chufletazo de veneno salga despedido por el altavoz y te deje cadáver en el acto. Ni tuvo en cuenta tampoco que era noche de difuntos y vete a saber qué espectral ente (que no fuera el chino) podía enviarle aquel mensaje. Simplemente abrió el archivo y ante sus ojos se desplegó la imagen de una barca en puerto con el icono del play sobre la línea del horizonte.

Un vídeo. En español. Un poema para ser más exactos. La lectura de un texto que hablaba de amores a tres bandas. Como los de la conversación mantenida con la amiga hacía un rato.

Un poema anónimo olvidado en el teléfono de una poetisa, que no soy yo, y descubierto la noche de difuntos.

Así como que tontamente.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Jose Antonio Tantos Montejo

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