lunes, 1 de febrero de 2016



MIERDA

Una de esas apasionantes escenas urbanas que tanto me gusta analizar:

Mi madre y yo vamos por la calle. Ella supera los ochenta. Buena condición física pero insuficiente para hacer una maratón. Ya me entienden ustedes. Grupo de niños juegan al balón. Quienes me conocen saben que soy de lo más antiprohibiciones y broncas a los niños que juegan en la calle que existe. Creo que están mejor dando patadas a una bola con sus amiguitos que encerrados en casa delante de la play. Y que en una ciudad hay sitio para todos. Si hay respeto.
Terminan la jugada cuando nos acercamos. Mi madre me previene, ya probé ayer este balón y no me gusta, dice. La madre de nuestra madre en que todas las hijas nos acabamos convirtiendo se pone en guardia y aguza los sentidos. Justo cuando vamos a pasar uno de los chicos bombea el balón hacia arriba en diagonal. El juguete pasa delante de mis ojos y es capturado al caer por el portero, un chaval de gafitas vestido de rojo.

Primer error: me encaro con él en lugar de con el que ha lanzado la pelota:
Yo: Cuando alguien pasa se detiene el juego (norma aprendida en la infancia)
El chaval: Tranquila que controlo.
Yo: (segundo error) ¡Y una mierda que controlas! Se para porque puede que tu colega no controle y le déis a alguien.

El "mierda" le ha puesto al chico la cosa en bandeja. Y es listo. Muy listo. Me doy cuenta en seguida. Se le nota. Un microbio redicho. Un pitagorín canalla que podría ser, me temo, un perfectísimo cabrón en el futuro. Ya no se disculpa. Ya tiene un argumento contundente con que rebatir todo aquello que yo pueda decirle. La palabra malsonante. Él insiste en que eso no se dice. Y yo en que eso no se hace. Él me dice que la palabra es fea y que no tengo educación. Yo le contesto, bastante cabreada y elevando el tono de voz (tercer error) que la palabra está en el diccionario. Y que su comportamiento también denota poca educación. Y falta de respeto. Él sigue a lo suyo, con el “mierda”… eso no se dice… Yo al final le respondo que lo importante son los hechos y no las palabras. Y él a lo suyo… mierda. En algún momento de la discusión me había dicho que quien lanzó el balón no había sido él sino su amigo. Y tiene razón. En eso sí. Su amigo… que por cierto, en cuanto se ha desatado la tormenta ha puesto pies en polvorosa y se ha arrimado a los otros tres o cuatro compañeros de juego, que han permanecido en un rincón, juntitos y en silencio, mientras el chaval de la camiseta roja se comía solito ese marrón.

Yo ahora mismo lo pienso y me avergüenzo. Por haber perdido el control. Espero que a él le pase igual. Que se avergüence digo. Por no haber respetado el paso de dos mujeres que podrían ser su madre y su abuela. Aunque la culpa la haya tenido el otro. El que lo ha dejado ahí, dando la cara.

Espero que esta anécdota le haga reflexionar. Porque era listo, insisto…

Y porque si no reflexiona lo tenemos claro.

Los dos.

#SafeCreative Mina Cb

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