lunes, 2 de noviembre de 2015



CUENTO (REAL) DE HADAS (BUENAS)
Centro ciudad. Empujo trabajosamente la silla de mi padre cuesta arriba. Teatreando un poco, para qué nos vamos a engañar. Nos hemos parado a saludar a unos conocidos en plena rampa y arrancar en ascendente es labor titánica. Pasan al lado dos chiquillas. Doce años. Trece. Vestidas de tarde de fiesta de esas de a ver si hay suerte y coincido con el chico que me gusta. Avanzo. Vocecilla juvenil a mis espaldas. “Perdone (en tercera persona del singular, oséase de usted - sorry, soy así de antigua-) ¿Podemos ayudarle?”. Señalan la pesada silla. Creo que hacía años que no esbozaba una sonrisa como esta. “No, gracias”. “¿Seguro?”. Ya no me dan más las comisuras para ensanchar el gesto. “Seguro”. Repito. Y ellas se marchan cuesta abajo, sus brillantes melenas castañas recién lavadas y hablando de esos chicos a los que puede que vean esta tarde.
Me agacho hasta ponerme a la altura de su oído. “¿Has visto, papi? Todavía hay esperanza para la humanidad.”
#‎SafeCreative‬ Mina Cb
Imagen de Cathy Delanssay

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