sábado, 2 de mayo de 2015



SIN SEÑAL

Mierda. No puede ser. No puede hacerme esto. No ahora. Anoche la cosa estaba mal, pero no imaginé que fuera para tanto. Al despedirme de él no noté nada extraordinario. Al principio había ido un poco lento, pero no me sorprendió… Úlitmamente le cuesta muchísimo ponerse en marcha. La edad, imagino. Y todo lo que lleva a cuestas: tanta información y tanta historia con que lo voy cargando. Pero no sé. Yo esperaba al menos un aviso. No que de repente se negase a responder al contacto de mis dedos. Tres veces más lo he intentado después de esa primera en que me he dado cuanta de que algo grave estaba sucediendo. Después de ese primer “sin señal” en blanco sobre negro. Pero el último intento me ha helado la sangre. Ha comenzado a vomitar renglones y se ha puesto a contar. Entonces es cuando he decidido irme de casa, que nunca se sabe con tanta bomba por control remoto. Lo he dejado ahí, a su bola, aún por el cinco después de un diez minutos y con intenciones, según me ha parecido, de llegar al cien. Al volver un par de horas más tarde he abierto la puerta y he mirado al escritorio con recelo. Ni un signo de actividad. Que tampoco era malo porque, la verdad, yo me esperaba que hubiera explotado. Me he acercado con máxima cautela, mi mano apenas rozando la superficie del ratón y mi mente repitiendo sin descanso “sólo esta vez… esta vez tan sólo y te juro que ya no vuelvo a molestarte nunca más”. Casi he llorado cuando he sentido la pantalla iluminarse dejando a la vista el puñado de carpetas que anoche no volqué al extraíble porque, total, malo sería que mi viejo ordenador, que llevaba varios meses pidiéndome la jubilación, no se pusiera en marcha al día siguiente.

Pd. Creo que no voy a apagarlo nunca más

#SafeCreative Mina Cb
Ilustración de Roberto Basanni

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